CAPÍTULO 1 EL ABANDONO
(15 de marzo de 1995 - Hospital abandonado del Barrio Las Brisas)
La tormenta azotaba los cristales rotos de la ventana cuando Mariana, con el rostro congestionado por el esfuerzo, dio el último empujón. Un gemido desgarrador se mezcló con el primer llanto agudo de la recién nacida.
-"Es una niña" -anunció la enfermera, una mujer de manos ásperas que limpiaba al bebé con trapos sucios-. "¿Tienes nombre para ella?"
Mariana, exhausta y temblorosa, extendió los brazos hacia el pequeño cuerpo que le colocaban sobre el pecho. La bebé, con la piel aún enrojecida y los puños diminutos cerrados, se calmó al sentir el contacto.
-"Melody... Que se llame Melody" -susurró, acariciando la mejilla de la niña con un dedo tembloroso.
-"¿Por ese nombre?" -preguntó la enfermera mientras cortaba el cordón umbilical con unas tijeras oxidadas.
-"Porque... porque hoy escuché una melodía en la radio mientras esperaba" -respondió Mariana, mirando hacia la ventana donde la lluvia dibujaba cortinas líquidas-. "Era lo único bonito en este lugar."
La enfermera asintió en silencio y envolvió a la bebé en una manta raída. Fuera, en el pasillo, unos pasos pesados resonaron sobre las tablas podridas del suelo.
-"Ya viene" -advirtió la mujer en voz baja-. "¿Estás segura de lo que vas a hacer?"
Mariana apretó a Melody contra su pecho, sintiendo el corazón acelerado de la pequeña.
-"No tengo elección" -murmuró, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.
La puerta se abrió de golpe, revelando la figura imponente de Eliseo Maldonado. Su traje negro estaba empapado por la lluvia, y el olor a whisky y tabaco barato precedía su entrada.
-"Ya era hora" -gruñó, cerrando la puerta tras de sí-. "Pensé que te ibas a demorar toda la noche."
Mariana instintivamente abrazó con más fuerza a la bebé.
-"Eliseo, por favor... mírala. Es tu hija. Tiene tus ojos."
El hombre se acercó con paso lento, calculador, hasta quedar junto a la cama. Con un gesto brusco, apartó la manta para examinar al recién nacido.
-"No veo nada mío en esto" -escupió, dejando caer la tela con desdén-. "Solo otro error que hay que corregir."
-"¡Es tu sangre!" -gritó Mariana, incorporándose con dificultad-. "No puedes hacernos esto."
Eliseo sacó un cigarrillo y lo encendió con calma, inhalando profundamente antes de responder.
-"Tienes razón. No puedo hacerte esto a ti" -dijo, soltando el humo lentamente-. "A ti te daré una oportunidad. Pero la niña se va hoy mismo con mi madre."
-"¡No! Por favor, déjame al menos criarla hasta-"
-"¿Hasta qué, Mariana?" -la interrumpió Eliseo, inclinándose hasta quedar a centímetros de su rostro-. "¿Hasta que todo el barrio sepa que soy el padre? ¿Hasta que mis enemigos usen a esta criatura para encontrarme?"
Mariana intentó protestar, pero Eliseo ya había arrebatado a la bebé de sus brazos.
-"¡NO!" -gritó, tratando de levantarse de la cama-. "¡TE LO SUPLICO!"
La enfermera intentó sujetarla.
-"Cálmate, niña, te vas a lastimar..."
Eliseo observó la escena con indiferencia mientras acomodaba a Melody en el hueco de su brazo.
-"Tienes dos opciones" -dijo con voz fría-. "O aceptas esto y te dejo ir con dinero suficiente para empezar lejos de aquí... o insistes y te entierro junto a tu padre en el patio de esa casa de mierda donde creciste."
Mariana se quedó quieta, las lágrimas cayendo libremente sobre las sábanas manchadas de sangre.
-"¿Vas a dejarla con Rosa?" -preguntó finalmente, con voz quebrada-. "Sabes cómo es..."
-"Mi madre crió a un Maldonado" -respondió Eliseo, ajustando su abrigo-. "Sabe lo que se hace."
Antes de salir, se detuvo en la puerta.
-"Si alguna vez buscas a esta niña... si preguntas por ella... juro por mi padre muerto que las mato a las dos."
La puerta se cerró con un golpe seco, dejando a Mariana con los brazos vacíos y el eco del llanto de Melody desapareciendo por el pasillo.
(Casa de Rosa - Esa misma noche)
El reloj marcaba las 11:30 pm cuando la puerta se abrió con un chirrido. Rosa Maldonado, una mujer de 50 años con el cabello teñido de un negro azabache poco natural, recibió el bulto que el conductor le entregó.
-"Otro de los errores de mi hijo, ¿eh?" -dijo con voz ronca por el alcohol-. "¿Cuántas llevamos ya? Tres? Cuatro?"
El hombre no respondió, limitándose a entregarle un sobre grueso.
-"El patrón dice que es para los gastos. Y que si la madre aparece..."
-"Sí, sí, ya sé el discurso" -lo interrumpió Rosa, abriendo el envoltorio para examinar a la bebé-. "Dile que no se preocupe. Esta no será problema."
Una vez sola, Rosa colocó a Melody sobre la mesa de la cocina, quitándole las mantas para inspeccionarla mejor bajo la luz amarillenta del foco.
-"Al menos estás completa" -murmuró-. "Aunque con esos ojos... demasiado parecidos a los de tu padre."
La bebé comenzó a llorar, sus pequeños puños agitándose en el aire frío de la casa.
-"Cállate" -ordenó Rosa, sirviéndose un trago de whisky-. "Aquí no habrá lloriqueos que valgan."
Cuando el llanto persistió, la mujer tomó un paño sucio del fregadero y lo empapó en leche agria.
-"Toma, maldita sea" -refunfuñó, metiendo la esquina del trapo en la boca de Melody-. "Así callarás como las otras."
Afuera, la tormenta continuaba. El agua se filtraba por las grietas del techo, formando un pequeño charco cerca de la caja de madera donde Rosa finalmente depositó a la niña.
-"Ahí estarás hasta que decida qué hacer contigo" -dijo, cubriendo la caja con una manta vieja-. "Si sobrevives hasta mañana, quizá te quede."
En la radio, la misma canción que Mariana había escuchado en el hospital sonaba ahora distorsionada por la estática. Rosa subió el volumen, ahogando los débiles gemidos que provenían de la caja.
Y así, entre el sonido de la lluvia, el whisky y una melodía triste, comenzó la vida de Melody Maldonado.