Memori

I

Koliére

Lo que recuerda un hombre es menos de la mitad de lo que puede decir sobre su vida, lo que siente, o lo que siente cuando retrata algún hecho pasado con el peso detrás de sus ojos. Podría no ser más que una simple distorsión de hechos aislados. Aun así, son estos hechos los que conforman el patrón de una débil memoria. Retazos fragmentados de lo que fue. Y así fue tan devastador este golpe sentimental para mí. Que he estado sosteniendo el orificio de mi pecho roto. Todo para la culminación de este día.

Diminutas y desgastadas maletas se apoderaron del viejo pórtico, empapadas con manchas de lodo, capas y capas de tierra humedad áspera al tacto. Miraban el metal plateado que flotaba sobre una densa capa de agua sucia. Arrastrando hojas naranjas y amarillas, abriéndose paso entre trozos de ramas caídas. Y con ello el olor a tibia podredumbre. Los árboles se mecían en una peligrosa danza amenazando con arrojarse sobre los cristales de las ventanas. Los fuertes vientos azotaron con fuerza los arbustos del patio trasero que se batían en un vaivén sin descanso. Seguro de que no iría a ninguna parte, el viento terminaría llevándose mis lágrimas y nuestra casa junto con ella.

En distintas ocasiones intente salir, una vez más, una última vez. Con el rostro afligido frente al cristal de la ventana insistí en salir argumentando que las noticias solo pintaban el paisaje peor de lo que parecía. El estruendo de un trueno rivalizo con mi propuesta, la lluvia vacilo en su ritmo incesante arrojando bolas de granizo que golpearon con fuerza en todas direcciones. No tuve suerte. 

Madre hablo sobre un lugar donde; «los pequeños traviesos gustan ir» quizás en ese lugar tendrían información. Dijo que enviaría una carta para preguntar y en cuanto fuera posible iríamos allí. No entendía con exactitud del lugar al que con tanta tranquilidad se refería, pero debía tratarse de un lugar pacifico. O ese era el sentimiento que transmitía el tono de su voz quebradiza.

Las cartas no fueron mala idea, a pesar de solo ser una especie de solución temporal. Cuando comencé no tenía idea de que se suponía debía escribir o a quien, durante días no encontré la frase adecuada con la que iniciar, ni a quién dirigirme; señor o señorita, amigo o amiga. Estaba perdiendo tiempo, tú tiempo, nuestro tiempo.

Se bien que te asustan los rayos y el ruido de caminantes sobre el tejado que provocan las gotas de lluvia. Escondí copias de esta carta en cada lugar que solíamos visitar, espero las encuentres, deje en el mismo lugar un par de dulces, tus favoritos. Pensé que Madre me castigaría por meses al enterarse de que su ahora único hijo vagaba por las malolientes y ruinosas calles de Roak. Sin embargo, no recibí más que un par de gritos ahogados en lágrimas de preocupación y una dura mirada acompañada de un frio beso en la mejilla.

Me gusta pensar que estas bien, que eres feliz y que solo huiste porque sabias que vendría una tormenta. Hoy se cumplen veinte semanas desde que te marchaste de casa. El hecho de desaparecer conviene más a los actos de magia, ¿no crees?

Madre quiere que deje de pensar en ti. Que todo puede ser reemplazado. Es lo que los adultos hacen, remplazar sentimientos. Si es así, Madre debe de ser una especie de mago.

En la lluvia puedo vernos, puedo ver a Madre acariciando tú cabeza, colocando un chocolate bajo la almohada, haciendo una mueca graciosa antes de apagar la luz al cerrar la puerta con una sonrisa. Las paredes y el apagado color azul debajo de las fórmulas mágicas con colores de nuestros experimentos. Los autos, los soldados en el rincón junto al armario. Recuerdo el chirriar de las bisagras cuando salías dentro de el como un gran héroe. Puedo ver las manchas de huellas en el suelo, cuando recorríamos los muebles en saltos enérgicos. Madre lo odiaba, y ahora que no estas extraña tener porque molestarse.

Madre siempre habla de ti, te recuerda cada vez que ve la fotografía rugosa sobre su escritorio.

No tengo más tiempo, ni espacio, quizás nada más que escribir. El metal plateado avanza y crea ondas que impulsan hojas; amarillas, naranjas, verdes, se alejan formando remolinos al final de las negras alcantarillas. La lluvia juega con el viento acrecentando sus ráfagas. Los arboles enaltecidos por la repentina visita aceptan la propuesta de mala gana. El pórtico se queda vacío, las maletas desaparecen en el interior de lo que podría ser un barco. La lluvia irrumpe magistral en las habitaciones, empuja las ventanas, rompe los cristales. Las paredes llenas de grietas escurren el líquido del olvido.

Puedo vernos en cualquier lugar como si tratara de obviar el resto del paisaje. El rostro de Madre se desvanece tras una delgada cortina de humo. Las bombillas parpadean emitiendo el sonido de una radio sin sintonizar. La estática de un espectro hablando a través de la música ausente infiltrándose por estrechos espacios en el diario de una vida pasada.

Estoy en la calle, con los árboles y las hojas escurridizas, con el viento y la lluvia. Esperan por mí. Voy a desaparecer como tú.

Después de tantas dificultades termine por dejar de preguntar por ti.  Desistí en mi búsqueda,  dándome cuenta de que en adelante permanecería persiguiendo a un fantasma y nadie debería vivir de esa forma. Las personas te juzgan si llamas hermano a tú perro.

 




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