La luz escarlata de la noche, refleja la sonrisa de la luna.
La brisa que recorre mis mejillas, traslada mis memorias hacia ti.
A lo lejos, el espumado se esclarece, observo hogares y el radiante amanecer, la llama que esconde las pasiones, me atrae profundamente.
Calles extensas y medianas familias, todas recorren el sendero que el crepúsculo marcó, el sonido de mi canto te guía hasta aquí.
A lo lejos se disipa esa niebla intensa, tu mirada agudiza el frívolo lugar.
Enciendo la llamarada de mi hoguera, reclino mi cuerpo en la antigua posadera, en la que viajo a tus recuerdos.
Siento tus pasos acercándose, mi corazón se eleva en pálpito.
La luz brillante retumba frente a mí, tu imagen tenue es hermosa
siento tu tacto en mi rostro,
me detengo en silencio, ya que el miedo de perderte persiste sin cesar.
El lucero que resplandece las mañanas, hace acto de presencia
tu figura se disipa, tu mirada es fija y tu voz aún es cálida.
Quisiera detener el tiempo, hasta encontrar la forma de no perderte
mis cimientos se agrietan, por favor no te vayas.
Las lágrimas recorren aquel sendero,
levanto el rostro y te observo partir.
Estiro mi mano, deseo tocarte, pero el abrazo de la desdicha es lo único que sostengo.
Cierro mi ventana, esta vez la luz no tiene ingreso mi hogar,
me arrodillo en el rincón y deseo que te cuides en la cima, mi eterno amor.
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Editado: 05.01.2024