Memorias de una Venganza

Capitulo 3: Calma Aparente

Cuando la luz matutina se filtró a través de las cortinas al día siguiente, Cariel despertó con una sensación de calma renovada. El sol comenzaba a asomar tímidamente por la ventana, iluminando de manera suave el desorden de su habitación. Se levantó lentamente, se vistió con ropa sencilla y estaba por desayunar cuando Andrew irrumpió en la habitación, casi tumbando la puerta.

—¡Cariel! ¿Qué te parece si salimos al parque? —exclamó Andrew, su voz llena de energía como siempre.

Andrew siempre parecía vivir como si el mundo no pudiera tocarlo. Su actitud despreocupada era un contraste total con las preocupaciones que pesaban sobre Cariel. Mientras él se mostraba alegre, casi invulnerable, Cariel no podía dejar de pensar en todo lo que acechaba fuera de su hogar, en las calles vacías, en la creciente violencia de la ciudad. A veces se preguntaba cómo su hermano podía ser tan ajeno a todo eso.

Cariel sonrió, incapaz de resistirse a su buen humor. A veces, en su presencia, las preocupaciones se desvanecían, aunque fuera solo por un momento.

—Jaja, está bien. Hoy no tengo nada pendiente, así que... perfecto para un poco de aire fresco —dijo, tratando de sonar más animado de lo que realmente se sentía.

Andrew le dio una palmada en el hombro, emocionado. Su energía era casi palpable, como si su sola presencia pudiera iluminar el lugar.

—¡Eso es! Vamos a despejarnos, y de paso te suelto algunos consejos sobre la vida.

Cariel soltó una risa nerviosa. Sabía que Andrew no estaba preocupado por nada, pero esas pequeñas cosas le hacían olvidar, aunque fuera por un momento, el caos que los rodeaba. Cariel deseaba poder ser tan optimista, pero el peso del mundo sobre sus hombros le resultaba cada vez más difícil de ignorar.

Juntos caminaron hacia el parque, el aire fresco de la mañana llenaba los pulmones de Cariel, pero su mente seguía ocupada con pensamientos oscuros. Las calles, aunque tranquilas en ese momento, se sentían cada vez más peligrosas. Podía escuchar en su cabeza los rumores sobre los enfrentamientos entre bandas, los tiroteos a plena luz del día, la creciente inseguridad. Pero, por un momento, la idea de estar con sus amigos lo hizo sentirse un poco más ligero.

Al llegar al parque, vieron a Jaxon, Krist y Mila, quienes los saludaron desde la sombra de un roble. Mila se levantó y se lanzó a los brazos de Andrew, dándole un beso en la mejilla.

—¡Te extrañé mucho! —dijo Mila, con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro.

Andrew la abrazó con fuerza, pero Cariel notó un cambio sutil en la expresión de su hermano. Había una leve sombra de preocupación en sus ojos, como si algo estuviera nublando su habitual optimismo.

—Yo también te extrañé... ¿todo bien? —preguntó, bajando la voz un poco.

Mila suspiró, su sonrisa desapareció por un segundo.

—La ciudad sigue... peligrosa. Pero espero que las cosas cambien pronto —dijo, mirando a su alrededor antes de devolverle la sonrisa. Sus ojos reflejaban algo que Cariel conocía bien: el miedo que nadie quería admitir.

Andrew, siempre optimista, se apartó ligeramente para hacer una broma, intentando aligerar el ambiente.

—Algún día, cuando me convierta en militar, voy a acabar con todo esto —dijo con determinación—. Así, podremos vernos más seguido, sin tener que preocuparnos por el crimen.

Krist soltó una carcajada, levantando una ceja.

—¡Sí, claro! El primer día de trabajo: salto desde un helicóptero en marcha. Estoy seguro de que será un éxito total —bromeó, provocando un estruendoso momento de risas en el grupo.

Cariel observaba desde un costado, dejando que las risas le llegaran, pero sintiendo una incomodidad creciente. No podía desconectarse del miedo que acechaba fuera del parque. Las risas de sus amigos se sentían distantes, como si todo estuviera ocurriendo en otro mundo, uno donde el peligro no los alcanzaba. Pero él sabía que eso era una mentira. La violencia estaba siempre al acecho.

—Oye, Jaxon, ¿dónde está Merlice? —preguntó Cariel, buscando distraer su mente un momento.

Jaxon encogió los hombros, restándole importancia.

—No lo sé. Hoy tenía unos problemas, algo relacionado con la familia. De todas formas, ya la veremos pronto —dijo, con la ligereza de siempre, sin darle mucha importancia a la ausencia de Merlice.

Cariel asintió, pero una pequeña punzada de preocupación lo hizo mirar hacia el horizonte. ¿Estaba Merlice realmente bien? La ciudad estaba cambiando, y no todos parecían comprender la gravedad de la situación.

—Es una lástima. Espero que esté bien —dijo, aunque su voz no reflejaba del todo la seguridad que intentaba transmitir.

Krist, siempre dispuesto a provocar una risa, intervino con su tono sarcástico.

—Seguro que está dormida, como siempre. Ese es el "problema" de Merlice, ¿no? —comentó, desatando risas una vez más.

Cariel sonrió brevemente, pero su mirada se desvió hacia el futuro, hacia la noche que estaba por llegar. Pensó en Paloma. El pensamiento de verla lo llenaba de emoción, pero también de nerviosismo. Era como si un nudo en su estómago se apretara con solo imaginar lo que podría pasar si las cosas empeoraban.

La idea de tener un respiro, aunque fuera momentáneo, con ella, era tentadora. Pero también sabía que la ciudad no estaba hecha para promesas de tranquilidad. Las calles, incluso de día, eran territorios inciertos.

Finalmente, cuando mencionó su encuentro con Paloma, el tono del grupo cambió sutilmente. Todos lo miraron con una mezcla de diversión y preocupación.

—Ten mucho cuidado, Cariel —advirtió Jaxon, con una mirada seria—. Las calles no son lo que eran. No es seguro estar afuera de noche.

Cariel asintió, pero por dentro sentía que sus palabras no eran suficientes para tranquilizarlo. No podía decirles que también sentía miedo, que cada vez que pensaba en la posibilidad de encontrarse con algo o alguien peligroso, una parte de él se quebraba. La vida de Paloma, la suya, incluso la de sus amigos, ya no parecían tan seguras como antes.



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En el texto hay: crimen asesinatos, #acción, #alma

Editado: 12.12.2024

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