Cuando se acercaron, el aire se volvió espeso, casi denso, como si algo invisible estuviera presionando contra su pecho. Cariel sintió que el espacio se reducía a una burbuja opresiva, donde cada respiración era un esfuerzo, y cada latido del corazón sonaba como un tambor lejano, acelerado y ensordecedor. El terror lo paralizaba, pero algo, una chispa en lo más profundo de su ser, le decía que no podía quedarse quieto. Debía actuar.
—No se muevan —ordenó El Calavera con voz grave, cortante, sus ojos fijos en ellos como dagas, perforando cada pensamiento que cruzaba la mente de Cariel.
El aire se volvió aún más denso, como si de repente se hubiera sumido en el agua. Cada respiración de Cariel era más difícil que la anterior, su pecho se comprimía, y sus pulmones no parecían alcanzar el oxígeno. El peligro estaba en todas partes, como una sombra que los rodeaba, acechando, esperando.
—Titan, adelante, colócate entre la chica y el chico —dijo El Calavera, su tono calculador, como si estuviera ordenando una jugada en un juego macabro.
Titan avanzó, sus pasos retumbando en el suelo, y Cariel vio cómo la sombra de su gigantesca figura se proyectaba sobre Paloma. Ella lo miró, con los ojos llenos de un miedo palpable que hacía que el estómago de Cariel se retorciera. ¿Qué podía hacer? Cada fibra de su ser le gritaba que debía protegerla, pero se sentía atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.
—¡Déjala en paz, maldito! —gritó Cariel, la voz temblorosa, pero con una determinación que lo sorprendió a él mismo. Su mente estaba a mil por hora, pero su cuerpo seguía congelado, como si la presión del miedo lo hubiera convertido en una estatua.
El Calavera soltó una risa baja, casi un susurro, una burla venenosa que caló hasta los huesos de Cariel. No había compasión en su mirada, solo una necesidad de controlar, de destruir.
—Valiente, pero estúpido. Titan, agárrala —ordenó, y la calma en su voz era aún más aterradora.
Cariel sentía como si estuviera atrapado dentro de una botella de cristal, mirando a través de un cristal empañado y siendo incapaz de moverse, de actuar. Titan no dudó ni un segundo. Se abalanzó sobre Paloma, sus manos gigantes cerrándose alrededor de su cuello. Ella intentó gritar, pero su voz se apagó, ahogada por la fuerza brutal que la rodeaba. Cariel observó, incapaz de moverse, mientras su corazón se desgarraba.
—¡Suéltala, maldito! —gritó, pero su voz apenas era un susurro en medio de la tormenta de su propio miedo.
Era como si su cuerpo no le respondiera. Sentía la presión de sus propios músculos, como si estuvieran siendo devorados por el pánico. Solo podía ver a Paloma luchando por respirar, sus ojos desesperados buscando un salvavidas que no llegaba. Y en ese instante, una sombra se movió a su lado, un ser frío, distante. Sombra apareció, con su rostro tan implacable como una piedra, y en su mano, el destello de un cuchillo.
Cariel intentó moverse, a dar un paso, pero su cuerpo no le obedecía. La adrenalina no servía de nada. Estaba atrapado en su propia carne, incapaz de liberarse. Era un espectador de su propia tragedia.
—Cualquier movimiento tuyo la mata —dijo El Calavera, y sus palabras fueron como un hielo que le atravesó las venas, el miedo se convirtió en parálisis absoluta.
Sombra dio un paso más, disfrutando de cada segundo de la angustia de Cariel, acercándose con esa calma aterradora de quien ya sabe lo que va a hacer.
—¿Vas a intentarlo, chico? —murmuró, su voz suave como un susurro, pero cargada de veneno.
La desesperación lo estaba consumiendo. Cariel quería moverse, quería hacer algo, pero sus piernas eran bloques de concreto, sus manos temblaban sin control. ¿Por qué no podía moverlas? En ese momento, todo lo que sentía era un horror profundo, un nudo en el estómago que no podía deshacer.
—¡No, por favor! —imploró, su voz rota, temblorosa, como un niño perdido en la oscuridad.
Sombra sonrió con una malicia que hizo que cada músculo de Cariel se contrajera de puro terror. La angustia estaba llegando a su punto máximo, y en ese instante, Sombra se lanzó sobre él con una rapidez imposible. El cuchillo brilló en la oscuridad, y antes de que Cariel pudiera hacer cualquier cosa, el frío metal penetró directamente en su ojo derecho.
El dolor fue inmediato, abrumador, como si su cabeza estuviera a punto de estallar. Un grito se le escapó, feroz, desgarrador, mientras la sangre brotaba en un torrente caliente que le cegaba, envolviéndolo en un velo oscuro.
—¡AHH! —su grito resonó en la noche, y el mundo se deshizo a su alrededor.
—Qué chillón —se burló El Calavera, observando su sufrimiento con una sonrisa cruel.
La rabia, la impotencia lo inundaban, pero todo lo que Cariel podía hacer era gritar, maldecir, desear que todo acabara. El mundo se desmoronaba ante sus ojos.
—¡Hijos de puta! ¡Déjenla ir! —gritó, pero su voz estaba ahogada por la agonía.
El Calavera se inclinó hacia él, su sombra cubriéndolo, y Cariel lo vio todo a través de su único ojo, ese que aún no había sido destruido. La sonrisa de El Calavera era de satisfacción, como si disfrutara del sufrimiento de Cariel. Un brillo malévolo brillaba en sus ojos.
—Titan, asegúrate de que este no siga lloriqueando. Y termina con esa chica —dijo, su tono frío y definitivo.
Titan, que aún sostenía a Paloma, sonrió como si estuviera disfrutando cada segundo. Cariel vio la frialdad en su mirada, esa ausencia total de humanidad. Titan apretó su agarre, y los ojos de Paloma se desorbitaron, buscando aire, pero ya no había escape.
Cariel observó, completamente incapaz de hacer nada, mientras su alma se partía en mil pedazos. Cada segundo que pasaba, Paloma se desvanecía más y más. Su rostro, su vida, todo desaparecía frente a él, y no podía hacer nada más que mirar.
—No... no... —susurró, apenas capaz de mantener los ojos abiertos, su cuerpo y alma sumidos en un dolor tan profundo que lo estaba destruyendo desde adentro.
#1346 en Fantasía
#803 en Personajes sobrenaturales
#1964 en Otros
#361 en Acción
Editado: 12.12.2024