Memorias de una Venganza

Capitulo 7: Un Comienzo Nuevo

La habitación del hospital estaba en penumbras, iluminada apenas por la pantalla de una televisión que transmitía noticias incesantes. Cariel estaba recostado, inmóvil, con el parche cubriendo su ojo derecho y una marea de emociones sofocándolo. El presentador hablaba con tono grave:

—En un ataque atribuido a la banda de los Lost Wings, una joven de 19 años, Paloma Bennett, perdió la vida. Un sobreviviente, Cariel Gauss, logró escapar con vida de lo que parece ser un ajuste de cuentas. Algunos vecinos lo han llamado "el sobreviviente de los Lost Wings". En otras noticias un virus nuevo ha comenzado ha brotar…

El resto de la transmisión se desvaneció en sus oídos. Las palabras quedaron flotando en su mente, desgarrando cada rincón de su conciencia. Paloma estaba muerta. Esa frase lo perseguía como un eco interminable, recordándole una y otra vez lo que había perdido.

Las lágrimas cayeron en silencio mientras sus manos temblorosas buscaban algo que no estaba allí. La habitación parecía más fría, más pequeña. Cerró el ojo, pero eso solo intensificó el recuerdo: la risa de Paloma, su mirada cálida, y el instante en que todo se había derrumbado.

Un ligero sonido lo devolvió al presente.
—Cariel, ¿cómo te sientes? —preguntó una enfermera, con una sonrisa amable mientras ajustaba el suero junto a su cama—. Estás mejorando mucho. Si necesitas algo, solo llámame.

Cariel apenas pudo responder. Agradeció su intento de consuelo, pero sus ojos estaban fijos en algo detrás de ella. Una figura oscura permanecía de pie en el rincón de la habitación, observándolo. Su rostro era una máscara negra, sin rasgos, salvo un único ojo blanco que parecía arder con intensidad. Era Helios.

La enfermera se retiró, ajena a la presencia que llenaba la habitación con una gravedad indescriptible. Cariel se incorporó lentamente, sintiendo cómo la herida en su costado palpitaba, pero el dolor físico era insignificante comparado con el que lo consumía por dentro.

—No fue un sueño —murmuró.

Helios avanzó un paso, su figura etérea proyectando una sombra que parecía extenderse más allá de las paredes.
—No lo fue, Cariel. —Su voz era profunda, como un trueno lejano—. Estás aquí porque aún tienes un propósito.

Cariel apretó los puños.
—Ella está muerta... Yo debería haber...

—Sobreviviste por una razón —interrumpió Helios, su tono implacable—. El dolor que sientes no es el final. Es solo el comienzo.

Antes de que Cariel pudiera responder, Helios desapareció, dejando tras de sí un vacío que parecía incluso más pesado que su presencia.

Unos días después, Cariel fue dado de alta del hospital. Regresó a su hogar, con el parche en su ojo derecho, un recordatorio cruel de la batalla que había librado. El recorrido desde el hospital hasta su casa fue en silencio, como si cada paso lo acercara más a la misma oscuridad que lo había devorado antes.

El regreso a casa fue extraño. La puerta se abrió para revelar un espacio lleno de decoraciones festivas, risas y voces familiares. Los colores brillantes y la calidez del hogar parecían absurdos frente al peso que Cariel cargaba en su pecho.

—¡Cariel! —Su madre lo envolvió en un abrazo, su voz quebrada por el alivio—. Gracias a Dios estás aquí.

Él respondió con un leve asentimiento, pero sus ojos se clavaron en el suelo. El bullicio de la celebración lo hacía sentir fuera de lugar. La gente hablaba, reía, y él solo podía pensar en lo mucho que faltaba Paloma en esa escena.

Se escabulló hacia su habitación en silencio, cerrando la puerta tras de sí. Allí, por fin, encontró el respiro que necesitaba. El silencio era absoluto, salvo por su respiración entrecortada. Se dejó caer en la cama y permitió que las lágrimas fluyeran con libertad.

Unos golpes suaves en la puerta interrumpieron su aislamiento.
—¿Puedo entrar? —preguntó Merlice.

Cariel se enjugó las lágrimas con el dorso de la mano y asintió.
—Sí.

Merlice entró y se sentó a su lado. Su mirada era tímida pero llena de sinceridad.
—No puedo imaginar lo que estás sintiendo, pero quiero que sepas que no estás solo. Yo también perdí a alguien importante. Mi madre… —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. El dolor nunca se va, pero no puedes dejar que te destruya. Paloma no querría eso.

Cariel la escuchó en silencio. Las palabras de Merlice eran un bálsamo tenue, insuficiente para curarlo, pero reconfortante en su soledad.

—Mañana iremos todos a la feria —continuó ella con una sonrisa amable—. Andrew ya tiene todo listo. ¿Qué te parece si vienes con nosotros?

La propuesta lo tomó por sorpresa. La idea de estar rodeado de personas, luces y risas le parecía insoportable. Sin embargo, algo en el tono de Merlice lo hizo dudar.
—Déjame pensarlo.

Merlice asintió y se levantó para salir, dejando a Cariel nuevamente solo. Pero esta vez, la habitación no estaba vacía. Desde las sombras, Helios apareció de nuevo, su presencia inconfundible.

—No es una invitación —dijo Helios, su voz resonando como un mandato—. Irás a la feria. Es el primer paso que debes dar.

Cariel lo miró con incredulidad.
—¿Por qué?

—Hay cosas que debes ver. Cosas que cambiarán tu destino.

La firmeza en sus palabras no admitía discusión. Cariel asintió lentamente, aunque el miedo y la incertidumbre aún lo envolvían.

Mientras las horas se deslizaban y la casa se sumía en el silencio nocturno, Cariel se quedó solo con sus pensamientos, sumido en el abismo de sus emociones. El peso de las palabras de Helios lo mantenía alerta, junto con los recuerdos de Paloma. Su mente recreaba una y otra vez su risa, su voz, y la mirada en sus ojos la última vez que la vio.

“Los Lost Wings no quedarán impunes”, pensó, apretando los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la piel. La ira se mezclaba con el dolor, y juntos alimentaban una chispa de determinación.



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En el texto hay: crimen asesinatos, #acción, #alma

Editado: 30.12.2024

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