Memorias de una Venganza

Capitulo 18: Un Gran Cambio Entre Cenizas

El hospital era un laberinto de blancura y dolor. Andrew irrumpió en el pasillo como un huracán de angustia, sus ojos buscando frenéticamente a Cariel. Cuando lo encontró, el mundo se detuvo.

Cariel estaba sentado, una estatua de sufrimiento. Las vendas que cubrían su cabeza y sus manos eran mapas de su batalla contra el fuego, cada vendaje un testimonio de su lucha. Sus ojos, hundidos y cansados, hablaban de una guerra que iba más allá de las llamas.

Sin pensarlo, Andrew se lanzó hacia él. El abrazo fue más que un encuentro físico: fue un choque de almas rotas, de dolor compartido. Sintió el temblor de Cariel, ese temblor que hablaba de todo lo perdido, de todo lo que ya no sería.

—Perdóname —susurró Andrew, las lágrimas dibujando surcos en sus mejillas—. Perdóname por no estar ahí.

Cariel lo miró con una tristeza que podía atravesar paredes. Sus palabras fueron un susurro cargado de un dolor más profundo que cualquier herida física.

—Logré sacar a mamá —dijo, y cada palabra era un peso—. Pero no sé si... no sé si será suficiente.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Andrew se arrodilló, convertido en un mar de lágrimas e impotencia. Cariel lo observaba, sintiendo cómo el mundo se desmoronaba a pedazos.

—Mamá estará bien —mintió Cariel, su voz un intento desesperado de construir un puente sobre el abismo del dolor.

Pero la mentira flotaba en el aire, frágil como un cristal a punto de romperse.

—Necesito aire —murmuró Cariel, apartándose.

Andrew lo dejó ir, hundido en el suelo del hospital, sintiendo cómo la realidad lo aplastaba milímetro a milímetro. Fuera, el mundo seguía girando, implacable e indiferente a su sufrimiento.

Buscando alivio, Cariel salió al aire libre. La brisa nocturna chocó contra su rostro, acentuando el peso emocional que lo aplastaba.

De repente, Helios apareció sin hacer ruido, deslizándose como una sombra a su lado. Cariel giró hacia él, su único ojo reflejando una mezcla de frustración e inquietud.

—No comprendo qué eres realmente —murmuró, su voz quebrada por la confusión y el desasosiego que lo consumían.

Helios mantuvo la mirada fija en el firmamento, sus palabras cargadas de una serenidad críptica:

—Mi verdadera naturaleza se revelará cuando llegue el momento preciso, no antes.

—Estoy destrozado —confesó Cariel, la angustia comprimiendo su garganta— y temo perder a otro ser querido. A pesar de todo lo que he soportado, siento que no me estás guiando como prometiste. Me siento abandonado, sin rumbo.

Helios lo observó con una calma deliberada antes de responder: —Me comprometí a guiarte hacia tu destino, Cariel, no a aliviar tus dolores. Intervenir sin comprender completamente los desafíos que enfrentas sería imprudente.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? —preguntó Cariel, su voz destilando desesperación—. Dame una dirección, una señal, algo.

—Debes unirte a los Ojos de la Noche —sugirió Helios, su tono grave como una sentencia.

Cariel lo miró fijamente, desafiante: —¿Y cuál será mi propósito? ¿Qué lugar ocuparé en esa banda y, más importante, en esta vida? Respóndeme con la verdad, y no volveré a cuestionar.

Helios bajó la mirada, dejando escapar un suspiro que parecía contener siglos de secretos.

—Tienes dos caminos, Cariel. El primero es un sendero de sufrimiento profundo: traiciones, muertes, devastaciones y fracasos constantes. Pero al final, una recompensa inmensa te aguarda. El segundo... —hizo una pausa significativa— es el olvido. El peso de tus pérdidas te perseguirá eternamente, y morirás sin dejar rastro en este mundo.

Cariel meditó en las palabras de Helios, comprendiendo con dolorosa claridad que tenía razón. Su futuro pendía de aquel guía enigmático, mientras él se sentía cada vez más vacío, como si la vida se desmoronara a su alrededor. Solo Andrew, su hermano, permanecía junto a él en aquel oscuro abismo.

—Creo que es preferible elegir el camino del sufrimiento —murmuró, su voz impregnada de una duda que lo consumía por dentro.

Helios lo observó con intensidad, como si pudiera desentrañar los entresijos de su alma.

—¿Estás seguro de que unirte a esa banda es lo correcto? —preguntó Cariel, anhelando una palabra que calmara su inquietud.

—Toda oportunidad puede ser provechosa si sabes cómo transformarla —replicó Helios con una determinación que cortaba el aire—. Cada paso tiene un propósito, Cariel. Mañana se abrirá una puerta que será la mayor oportunidad de tu vida.

Mientras sus pensamientos vagaban, Cariel fijó la mirada en un rincón oscuro, donde un gato negro acechaba a un ratón indefenso. El felino, tras atrapar a su presa, comenzó a desgarrarla con una lentitud casi ritual, saboreando cada instante de su victoria. La escena era cruda, casi simbólica.

—Parece que el mundo recompensa al más fuerte, no al más noble —reflexionó, la resignación destilando de cada palabra. Estaba exhausto de luchar contra un destino que parecía tallado en piedra.

Respiró hondo, sintiendo cómo las palabras de Helios le calaban hasta los huesos.

—Lo haré —declaró con una firmeza que rozaba lo sombrío—. Estoy cansado de este vacío. Es hora de comenzar de nuevo.

Helios mantuvo un silencio profundo, su mirada perdida en el cielo estrellado, como si las constelaciones guardaran secretos que Cariel aún no podía comprender. Su semblante reflejaba la serenidad de quien ha sido testigo del eterno ciclo de esperanza y desilusión, observando cómo el dolor de Cariel se transformaba en una resolución inquebrantable.

—Mañana, al amanecer —le indicó con voz grave—, vuelve a la feria. Sabes dónde se reúnen Los Ojos de la Noche. Será el momento preciso.

Cariel lo observó, escrutando cada matiz de sus palabras, buscando algún vestigio de certeza, algún rastro de redención que pudiera justificar el camino que se abría ante él.

—¿Realmente crees que unirme a ellos cambiará algo en mi vida? —preguntó, su voz entrelazando un escepticismo herido con la última hebra de esperanza que le quedaba.



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En el texto hay: crimen asesinatos, #acción, #alma

Editado: 30.12.2024

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