Memorias de una Venganza

Capitulo 19: El Inicio Del Fin

La vida golpea sin piedad. Algunos encuentran refugio en circunstancias favorables, mientras otros son arrojados al abismo, donde la supervivencia se convierte en un juego cruel de manipulación y desespero. Cariel, un chico que alguna vez fue ejemplar, conocía la delgada línea entre la integridad y la supervivencia. Había sido testigo del lento desmoronamiento del mundo a su alrededor, observando cómo las influencias que antes lograba esquivar lo atrapaban inexorablemente, arrastrándolo hacia un futuro tan sombrío como inevitable.

Esa noche transcurrió entre las paredes blancas del hospital, donde el descanso era un espejismo. Su mente, agitada como un mar en tormenta, no encontraba sosiego. Mientras tanto, Andrew buscó consuelo en los brazos de Mila, intentando acallar la ansiedad que lo consumía.

Seis de la mañana. Los primeros pájaros iniciaban su canto, tímido y suave, mientras el sol comenzaba a desplegar sus primeros rayos en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y esperanzadores. Cariel se levantó con una determinación que trascendía el cansancio: ir a la feria y unirse a Los Ojos de la Noche.

A través del cristal de la puerta de la habitación, observó a su madre. Una tristeza profunda lo atravesó como un puñal, pero su resolución permanecía inquebrantable. No podía quedarse; su destino lo aguardaba.

Caminó por calles vacías, donde la basura se acumulaba como un reflejo de la desolación urbana y los rostros de la gente destilaban un descontento enquistado. Su mente, un laberinto de dudas y dolor, albergaba sin embargo una resolución que lo llenaba de un temor casi reverencial. Todo en su vida parecía desmoronarse, como esa mariposa negra que había entrado en su hogar y presagiado su inminente transformación.

En medio de la confusión, una chispa de esperanza lo empujaba hacia adelante, frágil pero persistente.

Cariel se detuvo de repente. A su alrededor, los sonidos de las aves, los insectos y algunos animales domésticos en la calle llenaban el ambiente, pero su mente estaba lejos de todo eso. La pregunta lo golpeó con fuerza:

—¿Qué estoy haciendo?

Un sudor frío le recorría la espalda, y el peso de su elección lo aplastaba como una losa. Por primera vez en mucho tiempo, la duda lo invadió con una intensidad paralizante. Anhelaba retroceder, borrar cada paso dado, regresar al hospital y refugiarse en la seguridad de lo conocido, escapando de esta nueva vida que lo aguardaba como una sentencia.

Cuando Cariel intentó girar sobre sus pasos, se encontró de frente con Helios. Imperturbable como una estatua antigua, lo observaba con una presencia que trascendía lo humano, aguardando su respuesta.

—¿A dónde vas, Cariel? —preguntó, su voz resonando con un eco que parecía atravesar los límites de la realidad—. ¿Olvidaste algo?

Cariel desvió la mirada, incapaz de sostener aquel contacto visual. Se sentía helado, consciente de que Helios lo había estado siguiendo sin que se diera cuenta.

—He estado pensando y... No, no quiero más problemas —respondió, su voz convertida en un hilo tembloroso.

Aunque Helios no lo superaba significativamente en altura, su postura desafiaba cualquier lógica. Lo observó fijamente, y en un instante, su mano izquierda se posó sobre el hombro de Cariel. Las garras rozaron suavemente su piel, y el terror lo paralizó. No sintió el contacto físico; era como si las palabras de Helios portaran el peso de una oscuridad primordial.

Era la primera vez que Cariel examinaba los detalles de Helios tan de cerca. Las alas, que desde la distancia parecían un suave plumaje, revelaban ahora un diseño mecánico, casi antinatural. Notó la ausencia de su mano derecha, desgarrada desde la muñeca como si hubiera sido arrancada con una brutalidad inconmensurable. Un inquietante hueco blanco se abría en la parte baja de su cuello, desafiando toda comprensión.

Un brillo amenazante centelleaba en su único ojo, mientras su voz resonaba con una frialdad capaz de helar el alma.

—Si no reconsideras lo que te han hecho, lo haré yo, y créeme, no será nada bonito —la voz de Helios cortaba como un filo de obsidiana, raspando los nervios de Cariel.

Esas palabras lo golpearon como un martillazo, hundiendo su espíritu en un abismo de terror helado. El acero en la mirada de Helios lo atravesaba, revelando una amenaza más profunda que cualquier palabra pronunciada. A pesar de su histórica ayuda, ahora su tono destilaba una amenaza visceral que hacía temblar hasta el aire.

—Helios... por favor, tranquilo —balbuceó Cariel, su voz quebrada como cristal a punto de romperse—. Iré, solo... dame tiempo.

Un silencio denso se instaló entre ellos. Cariel notó el sudor frío resbalando por su espalda, mientras Helios lo observaba con la precisión de un depredador. Con una resignación que le pesaba más que el plomo, se dio la vuelta. Cada paso era una lucha contra el miedo que le mordía las entrañas.

Helios lo seguía, su presencia tan amenazante como una sombra en un callejón sin salida. El aire parecía condensarse a su alrededor, cargado de tensión y promesas inconfesas.

Cuando Cariel llegó a la feria, su corazón latía como un tambor de guerra desenfrenado. El bullicio a su alrededor se difuminaba, reducido al pulso ensordecedor de sus propios latidos. A lo lejos, los integrantes de las bandas lo observaban: siluetas oscuras entre la multitud, con miradas tan afiladas como cuchillos.

El olor a sudor, cerveza rancia y metal viejo impregnaba el ambiente. Con cada paso, una rabia primigenia se apoderaba de él, una furia que ardía desde sus entrañas como un fuego negro. El mundo se reducía a una tablilla de ajedrez donde él era apenas un peón, movido por voluntades más poderosas que su propia existencia.

—¿Cómo era posible que las autoridades permitieran que el caos dominara las calles? —se cuestionaba Cariel, apretando los puños mientras una amargura espesa le subía por la garganta.



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En el texto hay: crimen asesinatos, #acción, #alma

Editado: 30.12.2024

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