Memorias Robadas

Un vistazo al pasado

San Francisco, California.
Hace cuatro años.

Megara.
 

Corro de un lado a otro, aún sin acostumbrarme del todo a mi nueva habitación en la residencia de la universidad. El lugar que ayer decoré y acomodé con mucho esmero e ilusión ahora está de cabezas mientras busco los horarios de las clases de hoy. Es mi primer día en mi primer año de Relaciones Públicas y como cosa rara ya iba tarde.

Luego de cinco minutos más haciendo de mi habitación un campo minado logro encontrar ese pequeño, pero importante papel que de ahora en adelante regiría hasta mis horas de comer. Salgo de la habitación y ahora sí que agradezco el hecho de que esta se ubique en el segundo piso de la residencia y que esta cuente con un ascensor en perfecto funcionamiento. Cuando las puestas de este se cierran mi reflejo me devuelve la mirada en ellas y suelto un suspiro de alivio al ver que por lo menos me encuentro presentable.  En realidad, siempre me alisto a tiempo y dejo las cosas preparadas con anterioridad, pero nunca puede faltar ese pequeño detalle que me hace retrasarme.

No hay mucha distancia de la residencia a la facultad que me corresponde así que después de unos dos minutos me encuentro buscando mi salón correspondiente, el problema es que el timbre que dicta el comienzo de las clases sonó hace cinco minutos y los pasillos se encuentran vacíos, así que no hay nadie que me indique a donde me puedo dirigir.

Desesperada doy media vuelta chocando contra un cuerpo haciendo que me desestabilícele y casi me doy contra el suelo de no ser por unos brazos sosteniéndome.

- Lo siento, lo siento. Dios que torpe que soy. - me disculpó rápidamente muriendo de vergüenza sin atreverme a levantar la vista.

Solo soy consciente de un delicioso perfume masculino y de los fuertes y cálidos brazos tatuados que me sostienen.

- Está bien, no te disculpes. - su voz me hace levantar la vista hipnotizada. - Vi que estabas algo pérdida y me acerqué en silencio para no asustarte.

Unos ojos color miel me devuelven la mirada, están llenos de vida y son tan expresivos que me quedo sin palabras. Creo escucharme balbucear algo antes de que sus brazos dejen de rodearme lentamente. Mi cuerpo siente la ausencia inmediata.

Paso un mecho de mi cabello detrás de mi oreja.

Me permito darle una repasa rápida y no sé si sentirme afortunada de estar en presencia de un hombre tan hermoso como el, o llorar porque nunca, ni en mis mejores sueños, tendría la suerte de salir con semejante bombón. Se que soy bonita y tengo muchas cualidades interesantes, pero me conozco y se que, el ser coqueta y lugar no son una de ellas.
 

- Un poco bastante diría. Soy Megara. - me presento. - Gracias por evitar que cayera al suelo. - una risa nerviosa nada apropiada de mi sale.

El hombre frente a mí se encoge de hombros restándole importancia al asunto.

- Encantado en conocerte Megara. -  me sonríe. - Soy Demián. Ahora, ¿Hacia a dónde te dirigías?

Miro el papel que aún conservo en mi mano.

- Busco el salón 1-E, con el profesor Black. Voy terriblemente tarde.

No sé qué tan desesperada me veo, pero veo como me observa con diversión.

- Que coincidencia que yo me dirija al mismo salón.

- ¿Y qué estamos esperando? Andando, andando. He escuchado que el profesor es un poco gruñón y… - dejo de hablar al ver que no se mueve. - ¿Qué?

- Nada, solo tengo curiosidad por saber más sobre ese profesor. - comienza a caminar y lo sigo caminando a la par, la diferencia de altura a pesar de ser poco se nota. Este hombre impone.

Me encojo de hombros.

- No he escuchado mucho la verdad, a penas me instalé hace tres días y solo son rumores que he escuchado por los pasillos.

- Rumores, ¿eh?

- Eso, rumores. - lo observo curiosa y me doy cuenta de que debe ser al menos unos cinco años mayor que yo.

- Adelante, pregunta. - me descubre mirándolo.

Mis mejillas se encienden.

- ¿Cómo sabes que quiero preguntar algo?

- Eres muy expresiva.

- Es no es...- me observa con una ceja alzada y me indica que estamos por llegar. - Bien de acuerdo, ¿Cuantos años tienes?

- ¿Cuántos crees tú?  - me devuelve la pregunta.

Me muerdo el labio pensativa.

- ¿Veinticinco? - tanteo mi suerte.

- Casi, réstale uno menos. Ahora yo te calculo unos dieciocho, ¿Estoy mal?

Niego con la cabeza y nos detenemos al frente de una puerta que indica el número del salón, la abre y me deja pasar de primero. Al parecer el profesor aún no ha llegado y es un alivio ya que he de tener al menos unos diez minutos de ausencia de no ser así. Varios chicos y chicas parlotean entre ellos mientras que otros están en sus mundos, veo uno que otro con audífonos, una chica atenta a lo que sea que esté haciendo con su cámara y otros lo suficientemente distraídos para notar que acabamos de entrar.

Veo hacia Demián y decido dejar un poco a la chica tímida que hay en mí.

- ¿Te quieres sentar conmigo? - muerdo mucho labio con nervios y veo como sus ojos se clavan ahí por un segundo.

- Lo siento no puedo.

Trato de no hacer evidente mi decepción, pero al parecer si soy muy expresiva.

- Claro, entiendo.

- Créeme me encantaría, ¿Pero si lo hago quien impartirá la clase? - veo cómo se cruza de brazos y me da esa mirada de: Oh si, puedo reprobarte el semestre por hablar de mí.

¿Es buen momento para fingir un desmayo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.