Me encontraba en mi habitación escuchando música, para relajarme después de mi primera semana de clases. En estos momentos sonaba Set Fire To The Rain de Adele, que es mi canción favorita y siempre me ayuda a concentrarme en momentos como este. Pues estaba practicando algunos encantamientos que nos había enseñado la agradable profesora Graham, pero a diferencia de los que los otros profesores nos empezaron a enseñar, estos ya tenían un mayor grado de dificultad.
Nos había enseñado tres encantamientos, pero el único que ya me salía era el de la levitación de objetos, el cual era el más sencillo de todos. Claramente al costo de haber roto varias cosas, hasta que al fin logre levitar algo por más de 5 segundos.
Hice el ligero movimiento de muñeca que nos había recomendado el profesor Eros en su clase, pues según él nos iba facilitar más las cosas en la clase de encantamientos y en la suya.
—DEMESTRO —pronuncie, y la característica ráfaga de color vino salió disparada de mi mano. Impactando contra un jarrón y destruyéndolo en mil pedazos que saltaron por toda la habitación.
Tuve que cubrirme la cara con mis brazos, para que ningún cristal se me incrustara en ella. En ese pequeño instante, antes de sentir los cristales incrustados en mi piel, una imagen llego a mi mente. En ella se veían a dos sombras observándome desde el bosque, una de las dos empezó a arder en llamas y la otra solo llevo su dedo índice hasta sus labios.
Eso me desconcertó demasiado, haciendo que quitara los brazos de mi cara rápidamente. Vi unos hilos de sangre recorriéndolos, así que comencé a buscar desesperadamente algo para pararla. Trate de esquivar los cristales esparcidos por el suelo, antes de que la alfombra color hueso se manchara de rojo y esto pareciera una escena del crimen. Como no encontré nada próximo, decidí ir a mi balcón, para dejar que la sangre de mi brazo escurriera hacia abajo en el pasto.
Puedo parecer una loca haciendo encantamientos destructivos con cristal en mi habitación, lo sé. Pero juro que recordaba que este era el que volvía a las cosas invisibles. Lo único que me reconfortaba era haber encerrado a Mish en el baño por seguridad. Y Fier se había metido por voluntad propia, sabe lo destructiva que puedo ser a veces.
Antes de salir, le grito a Fier.
— Podrías buscar algo con lo que pueda parar la sangre, por favor.
— A quien le gritas, no hay nadie contigo—me contesto Fier, por nuestra conexión telepática, que del susto se me había olvidado que teníamos.
— A ti. Y apúrate que estoy desangrando y moriré.
— Me dejas tu teléfono como herencia, ya que no tienes otra cosa de valor.
— ¡Deja de jugar y apúrate!, estaré en el balcón.
Abrí la puerta de mi balcón y salí para recargarme en el barandal. Observe la hermosa vista que tenía. Siempre me había quejado de la manera en la que me trata mi tío, pero en realidad tengo demasiado que agradecerle, puesto que a pesar del desagrado que tiene hacia mí, nunca me ha dejado sin un lugar donde dormir, o sin comer. Tal vez en el fondo, pero muy en el fondo no sea tan malo como aparenta.
—Miaaauuuuuu —por un momento pensé que Mish se había escapado del baño. Pero cuando volteé me encuentre con nada más y nada menos, que, con la silueta amarilla de Odín, que me observaba desde la esquina de la terraza.
Aunque nos odiemos mutuamente, debo admitir que extrañe pelear con él estos días que no vino.
—Pensé que ya nos habíamos desecho de ti, desde hace días —le digo, a lo que el empieza a avanzar hacia mí, subiéndose al balcón.
—Miau —me responde, estando prácticamente a lado de mí.
—Se que es imposible deshacernos de ti al parecer. Pero aún así tenía la esperanza —él estuvo a punto de empezar a pegarme manotazos, pero al ver la sangre empezó a retroceder—. Te da miedo, mira de cerca, mira —le fui acercando mi brazo, al mismo tiempo que el retrocedía.
—A veces me preocupa tu estado mental Kathrina —interrumpió Fier, que traía una enorme playera en sus garras, bueno al menos en comparación a él. Aunque debo admitir que me sorprende su fuerza, a pesar de su tamaño—. Acosar a un gato, es mucho peor que hablarles.
Tome la playera, y comencé a tratar de detener la sangre.
—Gracias. Y no lo estoy acosando, solo le enseño mis heridas, ¿verdad Odín? —me comenzó a gruñir como si estuviera intentando matarlo—. Ves, dice que me ama.
La sangre parecía no querer parar, aunque creo que es porque no he sacado los cristales que están incrustados. Dejé a ambos en la terraza y empece a buscar desesperadamente en mis cajones, una pinza o algo útil para sacarlos. La playera comenzó a ponerse aguada por toda la sangre que está absorbiendo, y el plan de no manchar la alfombra comenzaba a fracasar.
Se me dificultaba más buscarlas con un solo brazo, en serio que las cosas cuando más las necesitas jamás aparecen. En mi desesperación, no alcance a escuchar que tocaban la puerta hasta que alguien habló desde el otro lado.
—Kathrina, ¿estás ahí? —no alcance a distinguir la voz. Al parecer la pérdida de sangre me estaba afectando, pues empezaba a ver borroso, ya.
—Si amm, pasa —le respondí a la persona que estaba afuera, tratando de no caer con lo que sea que estuviera tirado en el piso.
—Dice mi tía que.... ¡Santo dios, ¿qué te paso?! —espero que quien sea, haga algo, pues ya no puedo casi sostenerme de lo mareada que estoy—. Tu estas, estas sangrando. Dios ¿qué hago?, este no sé qué hacer. Llamo a una ambulancia, ¿qué hago? —empezó a sonar desesperado. Yo debería ser la más desesperada en este caso, pero trate de mantener la calma.
—Llama a mi tía, ella sabrá que hacer —le digo retrancándome de lo primero que encontré, para no caerme.
—Espera iré por ella —salió corriendo de la habitación—. ¡NO TE MUERAS POR FAVOR! —alcance a escuchar entre la confusión, que grito a lo lejos.