Quien tenga gatos entenderá lo que es despertar porque se le ocurrió la grandiosa idea de sentarse en tu cara.
Aun quejándome retire a Mish con cuidado para que no arañe mi rostro, no quiero que piense que la estoy atacando y se defienda a zarpazos. La acomode con sumo cuidado sobre la cama, y acaricie un poco su pelaje, porque a su manera fue la primera en felicitarme por mi cumpleaños. Busque a Fier con la mirada y lo encuentre durmiendo sobre mi almohada, se ha estado quedando ahí desde que su cama se quemó el primer día de clases, le acomodaría otra, pero al no insistirme supongo que no le molestaba quedarse conmigo.
Comencé a caminar por mi habitación aun bosteciando, abrí las cortinas de la ventana más cercana para que la claridad del día entrara a mi habitación. Toda la claridad hace que mis ojos empiecen a arder, casi sentía el humo saliendo de ellos. Me dirigí rápidamente a las puertas de la terraza y a las cortinas de la otra ventana, para abrirlas también, si no me volvería a quedar dormida hasta el media día.
Este día me sentía especialmente feliz; en primera porque ya cumplía 15 años y para la comunidad mágica esa era una edad muy importante para los brujos y brujas, pues se deja la niñez atrás y se te otorgaba en cierta manera más libertad, claro no demasiada, ya que te haces mayor de edad hasta los 17, pero algo es algo. Debo admitir que la mayor de las razones por las cuales quería que llegara ya este día, es el baile de equinoccio, en un principio no estaba muy convencida, pero lo había estado pensado y sería una muy bonita experiencia, además de que sé que a mi madre le daría mucho gusto que lo hiciera, de mi padre no puedo estar muy segura pues él era el que más quería esconderme de todos.
Mi tía me comento que nos iríamos juntas, en un principio me dio miedo de que mi tío me lo prohibiera, pero por lo que me explico mi tía el ya no podía hacerlo, bueno al menos no de la misma forma que antes.
No me di cuenta en que momento me quede sentada en la cama mirando anonadada mis pies, así que me levante pesadamente y me dirigí a la terraza para tomar el aire y admirar de lejos los otoñales árboles. Soy una masoquista, pues me encanta observarlos, aunque me trajeran recuerdos dolorosos de aquel día, hace exactamente 8 años.
Algunas hojas de colores otoñales volaban con el viento y se esparcían por todos lados. La brizna fresca de la mañana llego hasta mi rostro, ocasionando que entrara en un estado de relajación absoluto. Desearía estar así toda la vida, en paz. Pero eso obviamente no es posible, y esa paz se rompió muy rápido, pues alguien comenzó a tocar la puerta.
Con pesar me acerco hasta la puerta para abrirle a quien sea que este tocando. Con el miedo de que sea Ariday o tal vez Allen, que siempre me avientan una cubeta de desperdicios y lodo en mis cumpleaños.
Antes de tomar la perilla di un enorme suspiro y abrí la puerta con los ojos cerrados, pero lo que recibí no fue una cubetada de suciedad, sino un fuerte abrazo. Que hizo que abriera los ojos rápidamente sorprendida, al hacerlo me encontré con la única persona que podría ser de esta casa aparte de Cleo, que es la única que tiene permitido subir hasta acá. Exacto, mi tía Anna.
— ¡Felicidades pequeña!, ¡Ya 15 años! —me felicito eufórica, separándose del abrazo y entrando efusivamente a la habitación.
—Gracias tía, fue muy lindo de tu parte subir —le agradecí enserio, es la primera de mi familia que lo hace en estos años.
—No tienes que agradecerlo, no podía dejar de venir. De hecho estaba demasiado impaciente desde ayer, ya quería ver tu cara al ver los regalos que te compre —me respondió extendiendo lo que cargaba en sus manos hacia mí.
Ahora que la observaba bien, me di cuenta que traía unas enormes bolsas y globos de helio en sus manos. Se los recibí con una enorme he inevitable sonrisa en mi rostro. Esto se sentía tan bien, aunque algo en mi pecho me gritaba que nada podría reponer todo este tiempo.
—Muchas gracias, enserio muchas gracias —dije lanzándome sobre mi cama, como niña pequeña con juguete nuevo.
Empezó a reír alegremente, mientras me observaba con ternura.
—Ábrelos corre, porque aunque ya sé que son, me emociona verlos —me ordeno sentándose a mi lado.
Abrí la bolsa más pequeña con sumo cuidado para no romperla, en ella había un estuche de color negro y un gotero. Los saque con sumo cuidado y antes de abrirlo ella hablo.
>>> —Recuerdas el día que pasamos a la óptica de Vanely, por lo de tus lentillas. Ya sabes para que dejaras de usar esos lentes que solo te sirven para ocultar tus hermosos ojos —asentí con la cabeza—. Pues el doctor Monroe, por encargo mío obviamente, te hizo estas lentillas de color azul. Pero no solo para el día de hoy como habíamos quedado, si no para que las puedas usar todo el tiempo, bueno excepto en las noches.
Yo asentí con la cabeza emocionada, mientras ella esperaba impaciente a que los abriera.
En cuanto abrí el estuche, dos pequeñas lentillas de cristal estaban dentro. Las mire anonadada, no podía creer que esas pequeñas cosas pudieran cambiar mis ojos aun color azul. Incluso había olvidado lo de las lentillas, pues el día que fuimos a Vanely ella me pregunto qué, que color de ojos me gustaría tener y yo sin pensarlo mucho le conteste que azules como los de mi madre. Entonces me llevo a la óptica argumentando lo de mis lentes y no me negué pues a pesar de que ya estaba acostumbrada a tenerlos, una noche sin ellos seria increíble. Claro que pensé en tenerlos por siempre, pero no se lo comente, así que agradecía que se le hubiera ocurrido.
—Gracias tía. Quería preguntar si podrían ser permanentes, pero me atreví.
—Me lo imaginé, por eso los pedí permanentes por ti —parece que puede leerme la mente, pero amo eso —. Ahora póntelos de una vez, para que inicies el día sin esos feos lentes que ocultan tus ojos. Que si fuera tú, no escondería, porque dios, son tremendamente hermosos.