Se sabe que durante muchos años, en el pueblo de Santa Cecilia de la Cruz cerca de Santacruz Meyahualco en la alcaldía Tláhuac, Ciudad de México, hay una tradición llamada el consentido. Gracias a que, por contactos de la UACM, plantel San Lorenzo Tezonco, universidad donde actualmente estudio, y algunos compañeros que viven cerca de la zona, pude ser testigo de esta ceremonia.
Para dar más contexto, el consentido es algo que nace del sincretismo de las dos culturas, azteca y española. Claramente como en todos los pequeños pueblos, la iglesia interviene en muchas de las actividades para poder mediarlas.
El 7 de diciembre de 2018 comenzó un nuevo ritual donde Fernando “N” de diez años, sería el consentido en esta ocasión. La forma en que esto funciona es haciendo una rifa en la cual las madres participan para que sus hijos sean el consentido de este año. La madre de Fernando “N” fue la afortunada, y por un año su hijo fue premiado con juguetes, paseos a parques de diversiones, comida para todo un año, y por supuesto, dinero con el cual ella ha podido terminar de construir su casa que estaba en obra negra. Así Fernando “N” ha vivido a sus doce años una infancia que pocos niños mexicanos podrían presumir. Hoy Fernando “N” fue a la iglesia del pueblo a agradecer junto a su madre quien no para de llorar y abrazar a su hijo. Los pobladores de Santa Cecilia de la Cruz me han comentado que están felices por haber ayudado a Fernando “N” en este último año. Por otro lado, muchos niños del pueblo dicen que no quieren ser escogidos, pues piensan que ser el consentido es algo muy difícil ya que el pueblo al darte todo, también espera mucho de ti.
Fernando ha engordado desde que fue escogido. En este momento su peso es de cien kilos. Mucho si tomamos en cuenta su edad y que mide menos de un metro.
Después de la misa, Fernando será llevado a la casa del Doctor Hernán Pérez, titulado en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y poblador originario de Santa Cruz. Él se encargará de revisar la salud de Fernando y checar los exámenes de sangre para descartar cualquier enfermedad. Después le inyectará una sustancia a base de escopolamina la cual adormecerá a Fernando hasta que sus signos vitales desaparezcan.
De ahí llevarán el cuerpo de Fernando “N” al carnicero, quien se encargará de hacer un tratamiento para suavizar la carne y cortarla en pequeños pedazos para el pozole de las celebraciones del nuevo sol. Cada parte servirá para el banquete, menos la cabeza, ya que esta será mandada a la funeraria donde le harán un trabajo de embalsamiento, y así después ser guardada en una vitrina.
En un ritual de despedida, la madre de Fernando “N” llevará la cabeza a una sala especial del pueblo, donde convivirá con los consentidos de años pasados.
Nota: Fernando es el consentido número cuatrocientos.