Mente fragmentada

Capítulo 4: Ellos

El agua fría borra todo rastro de sueño de mi cuerpo, pero mi corazón se niega a latir como debería hacerlo. Las preguntas se aglomeran en mi cabeza, sin ser capaz de conciliar una respuesta a tantas preguntas sin sentido. Debo organizar lo que quiero saber, de mayor importancia a menos relevancia.

Linda me ofrece una falda de color lila acampanada, con un sueter blanco, llevo las mismas zapatillas que ayer cargaba. Si voy a describir la verdad, cualquiera sea esta, necesito organizar mi vida, empezando por mi ropa, dinero, mi documentación.

Nos retiramos, mientras viajamos en el coche, siento mi cabeza dar vueltas, no metafóricamente. Literal da vueltas a la par de mis pensamientos. Me siento cansada, es como si toda la energía que ayer poseía se fuera esfumando de mi cuerpo o tal vez fue un subidón. Quizás me voy a morir rapido.

—Llegamos —la voz de linda me trae de regreso a la realidad.

Estamos en lo que parece ser un estacionamiento. Autos más caros que todos mis órganos completos estacionados a nuestro lado. No conozco marcas, pero sé identificar cuándo debo alejarme de algo.

La grama cruje bajo mis zapatillas, debería sentirme mejor con el paso de cada segundo y de lo contrario, me siento peor. Nos adentramos en lo que parece ser ¿la universidad? con un estilo de castillo antiguo, con ciertos rasgos vikingos o tal vez es mi imaginación.

Las personas caminan de un lado al otro sin percatarse de mi presencia, algunos me empujan al pasar por mi lado. Esto es bueno ¿verdad? nadie me conoce, pero, se supone que yo estudiaba aquí. ¿acaso yo era el tipo de persona que pasaba desapercibida y que nunca notaste?

—Tengo una clase, esperame y cuando regrese vamos con el director —me informa linda alejándose.

Me dejo sola.

Está bien, no nací pegada a ella, pero hubiera preferido no quedarme en el medio del pasillo. De un momento a otro el pasillo quedó completamente desierto. Mis piernas como lo han hecho desde el día uno, me dirigen sin rumbo por el pasillo, pasando frente a diferentes aulas.

Me permito perderme en la infraestructura del lugar. Hasta que un campo capta mi atención, pero antes de llegar a esa salida, hay una pequeña puerta a mi izquierda que está levemente abierta. Un pequeño murmullo capta mi atención, una voz femenina que conozco… Linda.

—¿Qué hace ella aquí? dijiste que había muerto —se exaspera.

¿ella? ¿yo? que yo estaba muerta. ¿con quién habla? pensé que…

Solo que nadie le responde. Me giro sintiéndome aún más mareada de lo que ya me encuentro, apresuro mi paso concentrándome en caminar lo más recto posible. Mi corazón se desemboca, algo húmedo hace contacto con mis mejillas y termina en mis manos ¿estoy llorando?

Hasta que una brisa entra en contacto con mi rostro me permito desplomarme, mis piernas pierden fuerza y terminó sentada en la hierba húmeda. Cierro mis ojos, intentando calmar el extraño dolor que va en aumento.

Entonces ella está entre las personas implicadas en “mi muerte” y ¿por qué me ayuda? ¿porque no simplemente me da un veneno y listo?

—¿Qué debo hacer? —le pregunto a la nada.

—Pararte o se te enterraran más gravas en ese culo plano que tienes –-la agresividad en esas palabras logra que abra los ojos de golpe.

Una chica de cabello negro, corto por las orejas, me observa fijamente. Es como si le molestara. Va uniformada, con un saco corto, una falda tuvo y unas botas altas.

—Disculpa —murmuró.

Ella retrocede un paso, se cruza de brazos e inclina su rostro ligeramente de lado, observando.

—Deberías levantarte —sugiere con cierta irritación filtrandose de su voz.

Claro. Me levanto lo más rápido que puedo. Limpio mis piernas y si tenía razón, quede con graba pegada en las piernas, es más creo que algunas quedaron clavadas en mis nalgas. Lo que me faltaba.

Siento la mirada clavada en la mía observando cada una de mis acciones.

¿acaso ella y yo nos conocemos?

—¿Acaso nos conocemos? —cuestiono.

Ella se queja, se da la vuelta y comienza a caminar, sin mirar atrás, pero… que ser tan maleducado. la verdad que si pudiera, sería así.

—Vamos —grita ella.

¿a donde?

–¿Por qué iría con una extraña? —contraataco.

Tengo 25 no estoy en edad de que nadie me mande, menos ella. Se detiene por un segundo, se gira levemente.

—Por que te voy a invitar a comer un helado con oreja —se cruza de brazos.

¿sabe que? tiene razón, eso es un gran motivo para que mis piernas comienzan a moverse antes de que pueda razonar. ¿Mandar? que importa, me puede adoptar si así lo quiere.

La graba cruje bajo mis zapatos al caminar, la brisa corre y agradezco cada segundo. Quiero respuestas, tal vez ella sepa algo o simplemente llene mi estómago, en cualquier de los dos casos, no me quejo.

Lo que antes era una cancha se convierte en un estacionamiento, solo que este es diferente al que note al bajar del carro de Linda. Este destila exclusividad. Lo que era grava se convierte en una calle de concreto bien hecha, no como las que hacen en mi país.

Hay un hombre al final ¿estará cuidando los carros? eso es extraño. Sigo a la chica de cabello corto con mal humor. Ella se detiene frente a un carro negro con detalles rojos, grande, perfecto para alguien que sea grande.

Tiene tres aspectos, grande, caro y bello.

¿Debería subirme?

—Sube —me indica ella mientras se da la vuelta hasta el extremo del conductor.

Mis piernas obedecen antes de que pueda pensarlo mejor y terminó subiendo al asiento del copiloto, pero ella no está sentada a mì lado, está en la parte de los pasajeros. Muevo mi mano hasta la puerta con la intención de cambiar de asiento, cuando la puerta del pasajero se abre y entra un chico rubio.

—Te tardaste demasiado —se queja la chica con él.

Este solo sonríe como lo hizo en aquel restaurante. Trago en seco. Lo volví a encontrar o tal vez él me encontró a mi. No, no, eso suena muy pretencioso.




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