Observó el teléfono entre mis manos. Algo dentro de mi teme abrirlo y descubrir algo que tal vez no quiero descubrir. La otra parte racional me dice que lo haga, de una vez por todas descubra la verdad que tanto necesito, llenar los agujeros en mi mente, saber por que no recuerdo nada, ¿qué pasó conmigo el año pasado? ¿por qué todos creían que estaba muerta? ¿realmente lo estuve? Quisiera fiarme de mi instinto, ese que me decía quién era esa persona en mi vida, pero después de esas breves palabras de Linda.
¿realmente puedo confiar en alguien o simplemente malinterprete toda la situación? si le pregunto ¿me contara la verdad o mentira? ¿que me afirma una cosa u la otra? nada, esa es la respuesta.
Las personas pasan por el pasillo de la universidad, unas cuantas voltean a verme, mientras otras simplemente ignoran mi existencia, no los culpo. La universidad tiene la capacidad de disociarse del resto de la vida.
Con esa señal del universo, guardo el teléfono en el bolsillo de mi falda.
No se quien soy, no se quienes son, pero quizás sea la oportunidad de comenzar de cero. Una pizarra en blanco no puede ser tan mala ¿o si?
—Hola, disculpa que te moleste —la voz de una chica me sobresalta.
Me giro encontrando una mujer alta, delgada, de cabello color miel, con unas ojeras que me identifico al instante.
—Disculpa que te asuste, pero podría hacerte unas preguntas —pregunta en un tono casi inaudible—, te prometo que no es para nada malo, es mi trabajo de tesis —afirma.
asiento.
—Claro.
Ella saca una tablet de su maleta.
—¿Eres estudiante? —cuestiona.
–Si, o mejor dicho lo será —afirmó. eso me dijo Linda.
—¿Cuántos años tienes?
—25 —la confianza con la que hablo, me gusta.
Pero si me llega a preguntar sobre algo más de mi vida, me temo que quedare en blanco. Ella me brinda una pequeña sonrisa, sigue haciéndome preguntas por los próximos quince minutos, sobre mi alimentación, estilo de vida, horarios de sueño, vicios, medicamentos, cosa que agradezco cada minuto. Ella termina con un suspiro de cansancio.
—Te lo agradezco mucho —responde.
—No hay problema, se lo difícil que es hacer un trabajo de tesis sin morir en el intento —contestó, cosa que le saca una sonrisa aún más visible.
Ella se aleja unos pasos y me dedico a pensar en ¿a donde debo ir? ¿donde se supone que debo ver a linda? ¿A qué hora debía verla? nunca lo dijo. Hasta que la chica se acerca nuevamente.
—Si tienes alguna pregunta o duda sobre la universidad no dudes en soltarlas —extiende su mano en mi dirección— mi nombre es, Ada, de paso me puedes encontrar en la biblioteca institucional de lunes a sábado, hasta las 8 de la noche —afirma— es más, si quieres puedes venir conmigo y asi conoces el lugar.
—Claro, te lo agradecería.
Comenzamos a caminar en medio del pasillo, había tantas personas diferentes, la diversidad cultural es notable, en contraste con el aura que emana el lugar. Es como si contara una historia de la que muy pocos conocen. Una antigua, de esas que aparecen en adaptaciones cinematográficas.
Hasta que nos detenemos frente a unas puertas inmensas de roble antiguo, talladas en el centro con un ramo de flores que no conozco. Ada empuja la puerta como si no pesara, tal vez es ilusión óptica su peso.
Al entrar, el aire tiene una fragancia terrosa y ligeramente dulce, como madera vieja y papel envejecido por el tiempo. Se perciben notas de humedad suave, que evocan la sensación de haber permanecido intactos durante décadas o incluso siglos. El aroma del cuero desgastado de las cubiertas de algunos libros se mezcla con el polvo fino, creando una atmósfera de nostalgia. Es un olor profundo, casi místico, que invita a la contemplación ya perderse entre las páginas.
—Vamos —me pide, caminando entre las diferentes mesas de estudio.
Algunas ocupadas, otras vacías. En su mayoría chicos coqueteando con la persona que tienen a su lado.
Hasta que nos detenemos en la mesa más alejada, con una pequeña lampara de color dorado que da la sensacion de ser antigua. Ella se sienta y yo la imito. Definitivamente este lugar es magnífico. Digno de un cuento de hadas.
—Primero que nada, déjame felicitarte, no es sencillo entrar en esta universidad, son demasiados examenes —me explica Ada.
¿demasiados exámenes? la pregunta correcta es ¿cuánto sufrirá mi bolsillo? ¿quedará roto? ¿A qué nivel de quebrado estamos hablando?
—Las aulas están divididas por carrera universitaria —me explica mientras saca sus pertenencias de su maleta—, además a veces hacemos actividades entre todas las carreras —se detiene mientras observa el fondo de su maleta.
Levanta la maleta en el aire inspeccionando, hasta que uno de sus dedos traspasa el interior de su maleta, hasta el exterior.
—Ni modo, tendrá que sobrevivir —dice más para sí misma que para mí.
Me voltea a ver con una sonrisa cansada.
—¿Qué te falta de la tesis? —cuestiono.
Su rostro se desfiguró en una mirada de horror y desagrado.
—Están analizando mi anteproyecto –me explica.
pero ¿porque recoge datos si todavía no está aprobado?
–Eso es para adelantar y no morir en el intento –pasa sus manos por su rostro con cierto cansancio— pero preguntame algo más, por favor.
–No se que preguntarte —me sincero.
Ella se recompone, se para recto y su espalda truena en el proceso. Así dicen que los jóvenes somos más sanos, creo que nuestra longevidad será menor que la de nuestros ancestros. Llegar a los cuarenta es un regalo del mismísimo cielo, para nuestra condición física y mental.
—Hay cuartos en el campus —me explica.
—Asombroso —susurro.
Ella asiente con emoción.
—Pero no todos son aceptados —la tristeza es evidente en sus palabras y rostro— el director es muy quisquilloso con quien está en esas instalaciones.
—Oh —murmuró.
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Editado: 16.01.2025