Mente fragmentada

Capítulo 8: No

Una semana debería haber sido suficiente para volver a una normalidad O por lo menos encontrar una. En su lugar me siento igual de perdida Solo que la diferencia es que ahora tengo todas mis horas ocupadas con la universidad, que amenaza con consumir mi cuerpo en el proceso. A tal punto que he dejado en segundo plano todo lo ocurrido con el teléfono el cual aun no logro desbloquear.

Pensé en buscar a Damían o Nicol, pero ninguno ha aparecido en la universidad, eso debería haber sido una respuesta, pero ¿es buena o mala? ¿Con qué intención me entrego mi teléfono? ¿que me asegura que ese es mi teléfono? hasta llegué a la posible conclusión de que él era mi pareja, pero me he equivocado en el proceso.

En su lugar estoy dando vueltas entre las migajas que alguien que el universo me proporciona. El director con su extraño mal humor se dirigió hacia mí, entregándome mis pertenencias, regresando mi beca y todo lo que me pertenece a excepción de mi memoria, de mis recuerdos, los cuales siguen en blanco, con leves tapices que buscan llenar los vacíos.

—Katherine —susurra, Ada desde su cama.

Me giro en su dirección, mientras cierro mi cuaderno. la habitación está oscura a excepción de mi lámpara de mesa que ilumina el escritorio.

–Dime –susurro de la misma manera que ella.

Ella me observa en silencio, la luz de la luna se filtra por la ventana y estoy decidida a comprar unas cortinas oscuras, no puedo dormir con tanta luz.

—Mañana, debes ir a buscar respuestas —asegura por lo bajo.

No estoy segura de lo que ocurrió, pero ella descubrió que no tengo recuerdos, lo hizo desde el primer día que compartimos habitación. Creo que es bueno, pero a la vez es malo. Quiere decir que cualquiera que me observe por un segundo sabrá la verdad, una de la cual cualquiera se puede aprovechar.

—Lo sé —aseguró sintiendo mis ojos cerrarse en el proceso.

Me levanto con mi cuaderno, lo guardo bajo mi almohada. Empecé a llevar un registro de todo lo extraño que me sucede, las personas que aparecen al igual que lo que pienso sobre ellas. Todo desde ese teléfono. Definitivamente, marcó un antes y un después en mi laguna mental.

—¿Quieres que te acompañe? —se ofrece.

La pregunta es ¿quiero que alguien vaya conmigo? ¿a donde debo ir? tal vez a aquel lugar que fui con los chicos, una parte de mi siente que debo evitar ese lugar, la otra quiere ir en busca de más respuestas.

—No estoy segura —me sincero.

La ultima vez que fui con alguien ese idiota me trato mal, parecia conocerme, talvez si voy sola, pueda darme alguna respuesta.

—Mañana lo decides y me avisas —asegura mientras se arropa hasta el cuello.

Observó la luz, revelando un espectáculo casi invisible: diminutas partículas de polvo que flotaban perezosamente en el aire, moviéndose como si bailaran al ritmo de una melodía inaudible. Las partículas parecen suspendidas en el tiempo, capturadas por la luz, creando una atmósfera de calma y quietud. Es como si el aire mismo respirar, y cada pequeño grano pareciera contar una historia de su viaje silencioso por la habitación. mientras lucho con mi mente, que viaja constantemente a ese momento con Linda.

Esa breve conversación, el miedo impregnado en sus ojos, esos que me causan más dudas que aciertos. Necesito alguien en quien confiar y no se a quien elegir.

La noche me arropa, sin embargo, no calma el torbellino en mi mente. Debo iniciar unas prácticas en el hospital más cercano, aunque no me siento preparada. Le pedí a Ada que me hiciera un examen de conocimiento general sobre mi carrera, mi puntaje fue casi perfecto, lo seguí haciendo cada vez más específico sobre ciertos temas y seguí igual.

Pero la idea de tratar con pacientes, no me anima mucho. Con cada segundo que pasa, afianzo mi creencia de que es posible que quiero dirigir mi carrera a un ámbito investigativo. Las personas son complicadas, más cuando son pacientes y estos no quieren hacer caso.

Cierro mis ojos, sintiendo una melodía merodear por mi cabeza, no tiene principio ni fin, es suave, semejante a una caricia débil a mis neuronas, calmandose en el proceso. Hasta que la oscuridad me consume.

—Sabes que lo hago por tu bien —murmura alguien, solo que no soy capaz de ver nada.

Es como si mis ojos fueran cubiertos por una venda de tela. Abro mi boca con la intención de preguntarle a que se refiere, cuando siento un pinchazo en mi brazo. Mi corazón se ralentiza cada vez más, hasta volverse un ritmo débil, pero constante.

Abro mis ojos de golpe, sintiendo mi corazón martillar con fuerza contra mi caja torácica. La respiración me falla, mi cabeza duele en el proceso. Giro mi rostro hasta encontrarme con Ada quien está desayunando una barrita de cereal.

—Despertaste, ya era hora —se queja—, son las 9, ya abrió el local y puedes ir —me avisa.

Las siguientes horas transcurren demasiado rápido para mi gusto. Intenté quitar el dolor martilleante de mi cien con agua fría, sin embargo, fue en vano. De tal manera que mi apetito se cerró por completo y heme aquí ahora, de vuelta al mismo lugar al que prometí no volver.

El edificio antes deslumbrante, ahora se levanta de una manera imponente, causando escalofríos. Mi mente me traiciona, pidiéndome que no considere esto.

—Deberías entrar en lugar de observar el edificio, el sol solo aumentará tu jaqueca —me informa Ada.

Al final le pedí que viniera conmigo.

—Debería –repito.

Ambas entramos, mis piernas cobran vida propia hasta dirigirse a las escaleras y cruzo mis dedos para que nadie las esté limpiando en este momento. Agradezco al universo, cuando las veo sin personal de por medio. La jaqueca aumenta con cada escalón que subo, quizás esa sea mi señal para desistir.

Pero desde que atravesé esa puerta, algo es seguro, no me iré, sin respuestas. No hay vuelta atrás.

Ada se adelanta, subiendo las escaleras de dos en dos y una parte de mi le gustaría que se caiga, para que deje de inventar, pero mis malos deseos son en vano, ya que no hay gritos de su parte. Me detengo a tomar aire en un piso, cuando un olor familiar a comida inunda mis fosas nasales.




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