Esas palabras que pronuncia con tanta simpleza “no es lo que pareces” creo que al pronunciarlas, es por llegar al desespero total. Mis extremidades se vuelven tan pesadas como bloques amarrados a cada pierna mía.
—Katherine ¿nos podemos ir? —La voz de Ada llega a mi como un salvavidas.
No me giro, pero contemplo la desfiguración en el rostro de Linda, el como la angustia cambia a una mirada que se lee “envidia” una sin origen a mi parecer, pero presente.
El chico pasa una de sus manos a su hombro, dándole un ligero apretón. Una sutil acción que disfraza tantas cosas, ella tiene algo con él. Entonces ¿por qué se empeñan en no decirme la verdad? ¿por qué no me ayudan en lugar de ser un obstáculo? no decir la verdad también es mentir.
—Si, ya nos vamos —le respondo.
Me giro sintiendo la mirada de ambos clavada en mi nuca. Ada mantiene una seriedad en su rostro, es como un concurso de miradas cargadas de desprecio mutuo. Se siente como una guerra silenciosa entre dos mundos diferentes.
Por un lado está Linda con este chico y por otro lado está Damían, Nicol y Ada, porque se que ella permanece a ese grupo, no lo dice, pero lo hace de manera sutil, con sus acciones, pertenencias.
Mis piernas siguen igual de pesadas con cada paso que doy escalera abajo, ocurre la misma situación, muchos se nos quedan mirando, de manera sutil, de reojo, pero allí está, es casi imperceptible, pero lo veo. Esto es una guerra más grande de lo que preveo. Solo que ahora tengo mi teléfono desbloqueado. Necesito saber la verdad, más no estoy segura de quién será la persona que me dirá la verdad.
Siento un ligero toque en mi brazo.
—¿Cómo te fue? –cuestiona ella en un pequeño hilo de voz.
Medito sobre cómo debo actuar ahora ¿le cuento? ¿no le cuento? ¿Ella me dirá la verdad si se la solicitó? ¿o también me mentiría como el resto?
—¿Tú me conocías? —le pregunto.
Ella me observa en silencio, uno breve, pero perceptible, no es tenso, solo es abrumador.
—Si, no convivimos mucho, pero al ser amigo de Damian y Nicol, eras amiga mía —asegura y por extraño que parezca mis ojos arden y pican con las lágrimas que no quiero derramar.
Lo creo, solo que quiero otras clases de verdad.
—¿por qué no me dijiste nada? —arrojó la pregunta mientras caminamos por la calle.
¿dónde está el carro en que llegamos? cuestiono más para mi misma que para alguien más.
—No puedo arrojar toda tu vida en tu cara sin esperar una consecuencia en tu mente, es mejor que lo vayas descubriendo poco a poco o saques tus propias conclusiones sobre ciertos temas —Se detiene frente a una camioneta, no es la misma en que llegamos.
¿qué está haciendo ella? ¿acaso alguien nos llegó a buscar?
—Además antes eras diferente, no creías en ciertas cosas que pasaban, eras testaruda y está nueva versión tuya, es más abierta a su entorno, saca sus propias conclusiones –se encoge de hombros, mientras abre la puerta— me parece que llevas la situación muy bien.
Se sube al carro y no soy capaz de moverme del sitio donde estoy parada. Por lo menos me dijo la verdad, siento que es real lo que dice, pero también me oculta algo más ¿debo presionar? ¿Debo dejar el tema? ¿Qué debo hacer? la ventana se abre lentamente dejándome ver el rostro del rubio con el que yo quería hablar.
—¿Vas a subir o te tengo que subir? —cuestiona con cierta diversión que rompe con su fachada de seriedad.
Cruzo mis brazos.
—¿Me vas a contar la verdad? —le pregunto.
Una sonrisa brota de sus labios, moviendo ese lunar que tiene junto a la boca.
—Todo lo que quieras saber, siempre y cuando me corresponda esa verdad —de nuevo el tapujo.
Todos ellos tienen una moral muy extraña. Intento abrir la puerta de atrás, pero está cerrada. La ventana se baja lentamente, dejándome contemplar a Nicol con Ada, ambas con lentes de sol en pleno carro. Ambas sonríen con malicia.
—Está lleno atrás, solo queda el puesto del copiloto —afirma Nicol.
Esas pequeñas brujas. Me subo al asiento del copiloto sintiendo sus ojos clavados en mí espalda. Damían mantiene los ojos fijos en la calle e internamente le agradezco que así sea la situación.
Me recuesto observando como todo a nuestro alrededor desaparece, la música reina en el carro, cada uno escoge una canción diferente, pero lo que más capta mi atención es ese olor tan peculiar que envuelve mis sentidos ¿de donde vendrá? ¿será un perfume de carro? pero ese olor estaba en el otro carro.
Hasta que nos detenemos frente a una heladería, las chicas bajan prometiendo que van a traernos algo. Damian me observa, lo sé, siento sus ojos clavados en mí y las palabras de Ada me hacen cuestionarme ¿realmente quiero saber como era antes? es verdad que necesito descubrir qué pasó conmigo en ese año que estuve desaparecida, ¿quien me tenía en ese año? ¿donde estuve? ¿por qué alguien decidió cuidarme?
––Lanza las preguntas —me solicita.
observó como su iris se ve tan gris al igual que azul.
—¿Quién era yo antes? –se que la pregunta no tiene sentido.
Su mirada se suaviza de una manera que hace picar mis ojos y latir más rápido mi corazón.
—No puedo responder eso por tí –me asegura—, pero puedo decirte cómo era nuestra amistad, como nos conocimos, eso sí.
sus palabras lejos de ser duras, son suaves, casi tiernas.
—Necesito que alguien me confirme si lo que otros me dicen era verdad o no —le ruego sintiendo mi estómago anudarse.
Él toma mi mano entre las suyas, las yemas de sus dedos rozan el dorso de mi mano con ternura, siento el calor apoderarse de mis mejillas, pero lejos de sentir vergüenza, me siento en paz.
—Alfred, si, él era tu novio, pero terminaron una semana antes de los sucesos —afirma–, duraron como tres meses, hasta que decidiste ponerle fin, ¿que paso? nunca lo dijiste.
Un peso invisible se apartó de mi pecho. Alfred, que nombre tan peculiar, es triste que no sea tan agradable como el de Batman.
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Editado: 16.01.2025