Mente fragmentada

Capítulo 22: Icairus Nyx

No podemos controlar lo que las personas dicen, pero sí, el cómo reaccionamos.

Los siguientes minutos pasan en un silencio tenso, Damían ha permanecido en silencio todo el tiempo, mientras Nicol habla con los doctores. En algún momento ambos terminan frente a mí, más ella que él.

–Katherine —comienza Nicol en un tono conciliador–, temo decir esto, pero Damían tiene razón.

¿razón de que? ¿de actuar de manera infantil en un hospital?

–Gracias –responde Damían.

Solo que no vuelvo a verlo, mis ojos permanecen en ella, esperando alguna respuesta digna.

—Pero eres adulta, sabes lo que haces y dejas de hacer —continua, se gira en dirección a Damían y arquea una ceja en su dirección.

Este entiende el mensaje que le trata de comunicar y abandona la habitación con pasos fuertes que resuenan en el cuarto. Ella vuelve a mirarme y no noto, el miedo brilla en sus ojos, la preocupación, pero también el instinto de autoconservación.

—Firmamos un contrato en el que se especificaba de que no podíamos decir nada a nadie, eso te incluye —continua y procede a morder su labio inferior con tal fuerza de que pequeñas líneas de sangre bajan por su mentón.

Ella toma mis manos entre las suyas, deslizando la yema de su dedo por mi mano.

¿Qué está haciendo?

Es cuando el entendimiento golpea mi cabeza. Está escribiendo en mi mano.

I-G-L-E-S-I-A.

Es lo que deletrea.

sus manos tiemblan ligeramente semejante a que acabara de decirme lo más importante del mundo, solo que para una persona sin recuerdos, esa palabra no tiene muchos significados. ¿Quiere que vaya a la iglesia? ¿De qué iglesia habla? ¿Acaso es una palabra encriptada? ¿Un acrónimo? quizás ¿esta alrevez? ¿ Es algo simbólico?

—No puedo decirte más nada que eso –-sentencia.

Algo en su rostro cambia, es como una mascara que ella se colocara.

—Aún así, deberías evitar a ese hombre, porque chico no es —continua, se arregla el cabello lentamente.

No entiendo como las personas esperan que viva con tan poca información brindada y aún obedezca a lo que dicen sin discernir.

–¿Por qué? —cuestiono.

—Él solo acarrea la muerte —sentencia su voz y rostro cambian tan repentinamente, pero también rápido como ocurrió, regresa a una normalidad.

Niego con mi cabeza.

—¿Por qué tengo que escucharte? —interrogó.

Ella permanece en silencio, sin quitar su mirada de la mía, no es algo propio de ella o eso creía.

—No tienes que hacerlo, al final del día es tu decisión, si la próxima vez mueres, no creo que vuelvas a regresar de entre los muertos una segunda vez —de una forma tan plana, sin emociones, cruda, expresa esas palabras.

Con esas últimas palabras se alejó de mi lado en dirección a la puerta, la observó marcharse, ¿qué debo hacer? solo tengo una pista y es una palabra, iglesia. No tengo idea de como contactar a ese idiota del que tampoco se su nombre. No tengo nada.

No se cuanto tiempo paso o donde estaba mi mente, pero en algún momento me dijeron que podía irme a casa, que si me sentía mal, regresará. Mis piernas se movieron más rápido de lo que imaginaba, algo en mi interior me inquietaba al salir del hospital. No importa que tanto doliera mi cuerpo, no podía quedarme aquí.

El aire de la noche golpea mi rostro adormeciendo algo en mi interior. Las personas pasan a mi lado, todos en sus propios problemas. Unas pequeñas bancas captan mi atención, me acerco a ellas sintiendo todo el peso de las ultimas horas recaer en mi cuerpo.

Otra ventisca de frio recorre el lugar y cierro mis ojos en respuesta, deseando y anhelando que algo cambie o por lo menos tener una respuesta.

las hojas crucen cerca de mí, debería abrir mis ojos, pero dudo que él loco desquiciado vaya a matarme frente al hospital.

—Eres muy confiada o tienes complejo suicida —cuestiona la mujer que se acaba de sentar a mi lado.

Esa voz me parece familiar.

Abro mis ojos lentamente encontrándome con la mujer del club que visite, solo que ahora está más abrigada.

—Heaven, ese es mi nombre —me explica abrigando sus manos en unos guantes que se asemejan a ser más caros que todo lo que cargo puesto.

—¿A qué debo el placer de estar acompañada con su presencia?

Una sonrisa asoma en sus labios.

—Katherine, me agradabas antes y aun me agradas, ¿quién iba a decir que aun sin recuerdos sigues siendo la misma? —más que una pregunta era una afirmación.

¿Realmente me querrá ayudar?

—Si tanto le agrado, dígame las cosas, claras, sin anagramas, incógnitas, solo deme respuestas –-le pido.

Estoy cansada de que las personas hagan preguntas que esperan que yo pueda responder.

Sus dedos tamborilean en el banquillo. Voltea a verme.

—¿Qué quieres saber? —cuestiona ella.

–Todo –dijo con obviedad.

Ella sopesa mi respuesta.

—Despierto a las cinco, mi esposo y yo hacemos un rapidito en el baño antes de ir a despertar a nuestros hijos… —la interrumpo de golpe, levantando mis manos.

—Eso no me interesa, sin ánimos de ofender —le explico algo horrorizada.

Otra sonrisa asoma en sus labios.

—Entonces se específica sobre lo que quieres saber, nadie te dará una respuesta sí no articulas una pregunta como debe de ser o si haces preguntas cerradas.

Santo, está mujer me corrige mi gramática.

—¿Quién es él? quiero saber su nombre —desearía que saliera en forma de pregunta, pero se siente más como una súplica.

—Icarius Nyx —murmuró—, irónicamente su apellido significa noche y su nombre es una mezcla de hielo y vuelo —me observa por unos segundos—, dicen que cuando nació de los labios de su madre, brotó esa palabra debido a su cabello blanco, reafirmó el nombre cuando contemplo sus ojos.

Icarius Nyx

—¿Solo te interesa saber su nombre? —-cuestiona ella ante la ausencia de palabras—, podrías preguntarme si es promiscuo, su signo zodiacal, su edad o si me he acostado con ella —sugiere.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.