Un bosque corrompido por la contaminación, los arboles secos y podridos son lo que encontraras si caminas por estos rumbos. Nada crece, solo dejando el mal les consuma desde antes de nacer. Los animales que entran son recibidos con los brazos abiertos de la muerte que gentilmente los abraza llevándose sus almas y dejando un cuerpo vacío.
Detrás de toda esa porquería, a cientos de kilómetros, teniendo que atravesar muchos caminos tristes que te pueden llevar a la muerde, allá a lo lejos, se alza un muro negro que mantiene los dos mundos completamente separados. Dentro se resguarda una utopía falsa con pisos de granito y mármol blanco, torres tan altas que logro ver aquí donde me encuentro, plantas criadas en cautiverio para solo embellecer sus vidas vacías. Esa es la ciudad Eloísa, uno de los últimos lugares donde se reguarda la vida ocultándose de su hermana la muerte, solo que nunca se aparto de su lado.
Desde un barranco miro ese lugar enigmáticamente engañoso, que se contradice a si mismo, donde el sinónimo de vivir es matar al otro. Años que he dejado ese lugar para vivir fuera con mi especie, donde las cosas no son tan distintas, la ley es el más fuerte sobrevive. Me limpio la boca con la manga, quitándome la sangre de la presa de Eloísa, un pobre soldado que no sabía a lo que venia.
Dejo que la brisa agite mi cabello como ondas de ébano que tratan de escapar al lugar donde desean estar, pero no es el momento. Me coloco el pasamontañas negro que cubre toda mi cabeza, el rostro lo cubro con la máscara dejando solo mis cuernos afilados libres. He dejado de usar las túnicas para usar un conjunto de abrigo con capucha, debajo de este una camisa de manga larga, en las manos guantes de cuero sin dedos y unos jeans con botas, todo de negro para ocultarme en este mundo luminoso.
Reviso la distancia con la mirada buscando más soldados para darle fin a su vida, sin embargo con lo que me encuentro es una ofensa al verte por aquí. Veo tu gabardina moverse con cada paso que das, te has acostumbrado a este terreno que parece que has crecido aquí. Con el alma hago que la tierra tiemble formando surcos en el piso. Lárgate de esté lugar, vete que aquí donde no perteneces, márchate antes que te arrepientas de tu decisión. No importa cuanto te amenace a la distancia siempre regresas a explorar estar tierras en busca de alguien...buscándome.
Nos miramos con la distancia de testigo, se queda quieto a las orillas de un seco bosque donde las ramas lo rodean tal brazos raquíticos, no puedo ver su rostro pero se que eres tú. Acércate para probarte, déjame sentir tu piel bajo mis garras. La brisa cambia bruscamente de dirección trayendo hollín consigo, esta se me mete al ojo y cuando los abro ya no estás, se ha alejado sin buscar una pelea, te hubieras acercado un poco y probar tu suerte.
Me acerco hasta donde estabas y allí en el cielo un rugido atroz rompe el silencio, en el cielo tu guardián pasa como una sombra ignorando que estoy aquí. Pronto nos veremos frente a frente y en ese momento podré estar en paz conmigo.