Metamorfosis

CAPÍTULO 2

—Pienso que la corbata no debería de ir con este uniforme —Jana se queja mirándose al espejo e intentando arreglar su corbata en la posición correcta— se ve ridículo con este uniforme.

Se rinde con las manos a los costados y una expresión de derrota.

Su hermano se ríe y se acerca para ayudarle.

—Te he explicado varias veces —le saca de encima para rehacerla— y hasta ahora has aprendido —le riñe.

—No tengo tiempo para eso, James —pone mala cara— odio las corbatas. 

Le hace algunos nudos y cruzados que necesita la corbata para ser hecha y al cabo de unos minutos ya está terminada.

—Listo —le termina de acomodarla— vez lo fácil que es.

—Fácil tu vida —pone muecas cuando se ve el espejo y como le ha quedado— James, a lo largo del día creo que voy a terminar sacándola. Me ahogo con esto —la jala un poco a un costado.

Su hermano rueda los ojos.

—Si es regla de la escuela mantenerla todos los días, no podrás.

—Ni me lo digas.

—¿Has leído las reglas básicas? —le pregunta.

Jana le sonríe mostrando los dientes.

—He… no. En otra ocasión será.

James negó con la cabeza en señal de desacuerdo.

—Toma desayuno antes de irte. No quiero que te andes desmayando —le dice a la vez que está buscando su mochila de cosas que lleva para el trabajo.

—Que dramático, por Dios.

Jana se sienta y la mesa está llena de frutas que su hermano todos los días le hace. Desde leche con cereales hasta fruta picada más jugo.

Los dos se sientan a comer y James es quien revisa su celular por si valla a tener alguna notificación o noticia de suma importancia.

A estas primeras horas de la mañana los dos hermanos ya están despiertos porque uno; el mayor tiene que ir a trabajar en la biblioteca y dos; la menor tiene que ir a su nueva escuela. Es por eso que Jana se estaba quejando de la corbata ya que nunca la había utilizado con insistencia.

James es experto en hacerle los nudos ya que cuando era joven era el primero en utilizarlas, se decía que se veía guapo utilizando aquellas.

Jana termina de comer la fruta que hay en un recipiente pequeño y lo pasa con su jugo, en especial de sandía.

—James… —una preocupada Jana menciona a su hermano.

Él termina de comer para después limpiarse con un mantel.

—¿Qué pasó?

—Tu… ¿crees que está vez irá todo bien en la nueva escuela?

Su hermano deja de hacer lo que estaba haciendo y le presta atención con un notable ceño fruncido.

—Claro que sí, Jana —manifiesta—. ¿Por qué lo dudas?

—Es que… no quiero que vuelva a suceder lo que la última vez pasó. Tampoco quiero que acaben mal las cosas.

—Nada de eso volverá a pasar. Fue un pequeño descuido y está vez no dejaré que nadie se acerque a ti. Todos te recibirán bien y además no saben quién eres, así que no deberías preocuparte por ello.

Jana solo asiente.

—Cruzo los dedos para que sea así.

Lo que más le preocupa a ella es no ser bien recibida por su nueva escuela, ya que serán nuevas personas sin ningún conocido y no quiere ser rechazada por nadie.

En especial cuando tendrá menos compañeros que los de antes. Su hermano la matriculó a una escuela a unas dos cuadras de su casa, cómo también se cambiaron de casa para que la escuela no esté tan lejos. 

La quiso poner en un lugar no tan lejos de la casa ya que la antigua quedaba a unos 30 minutos del antiguo hogar.

Es lo que hablaban Emma y Jana hace unos días, sobre este tema, nueva escuela, nuevos amigos y una nueva oportunidad para su vida.

—Debo de llegar temprano, no quiero ser la última en ingresar y que todos me vean —se levanta de la mesa recogiendo su plato y llevándolo al fregadero.

—Ve temprano, yo termino de arreglar todo —le anima— y recuerda que todo saldrá bien.

Ella le da una sonrisa de oreja a oreja y se termina de alistar para ir a la escuela.

Va a su habitación por sus cosas y colocando en su cuello el pequeño medallón dorado que su hermano le regaló cuando era pequeña. 

Se mira por última vez en el espejo y esboza una suave sonrisa animándose a ella misma.

«Todo irá bien, Jana. James y Emma te han dicho lo mismo».

Avanza hasta su tocador y se detiene abriendo el último cajón de abajo y saca una pequeña libreta con un lapicero de color azul. Se sienta y empieza a escribir en él.

«Con las esperanzas de que cambien las cosas para generar emociones positivas y no causar nada grave».

Termina con un punto y lo vuelve a guardar debajo de ropa que ya no usa.

Esta libreta le ayuda a expresar aquellos pensamientos que no puede decir o que se le hacen difícil manifestarlos. Lo está empezando a usar ya que es nuevo. El último que tenía lo había llenado todo completo con palabras negativas que a ella misma la estaban mortificando así que empezó con algo positivo. 




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