Damon
Jalo el gatillo apuntando cerca de su pecho sintiendo el típico jalón en mi brazo que las primeras veces te desestabiliza pero a estas alturas solo es un ligero movimiento por la fuerza con la que se dispara la bala.
De inmediato mi hermana suelta un grito de dolor y su camisa se empieza a manchar de a poco por la sangre, los hombres la sueltan dejándola retorcerse en el suelo por el dolor y me obligo a apartar la mirada serio, poniendo atención a el hombre que me cito.
–Listo, así o más claro –cuestiono aventándole con cuidado la pistola, obviamente con el seguro puesto, no soy estúpido.
Los ojos del hombre que desconozco totalmente su nombre brillan de una manera maquiavélica observando a mi hermana sufriendo en el suelo como si fuera la cosa más satisfactoria y tras unos minutos donde solo la observa entretenido y sonriente me voltea a ver asintiendo.
Viejo enfermo.
–Perfecto, considérate oficialmente parte de los Lébedev, uno más de la familia –informa orgulloso de estar añadiendo a otra pieza al tablero de esa asquerosa familia –ahora en más serás protegido tal como ellos a mí –señala a los gorilas con una sonrisa de suficiencia.
Lo miro serio esperando algún gesto para entender que bromea pero lo dice enserio y sin querer evitarlo una sonrisa torcida de pura burla adorna mi rostro.
–Puedo solo, no necesito a nadie que me cuide –doy por zanjada la conversación sobre esa estupidez.
Por favor como si yo, Damon West, necesitara un par de más músculos que cerebro para cuidar mi espalda, no soy... Gretchen, estoy entrenado desde pequeño, no conozco la duda o miedo a la hora de acabar con quien se atraviesa en mi camino, a mí nadie me derrota, ni hoy ni nunca.
Simplemente no pasara, además que no me conviene ni un poco tener a su gente cerca, vigilando mis pasos para que no me ocurra nada, es una tontería entre más lo pienso.
Me doy la vuelta saliendo del oscuro callejón caminando en dirección de la acera del frente a paso lento para escuchar lo que hablan antes de volverme sordo a lo que hablen por la distancia.
– ¿Qué hacemos con ella? –indaga alguno de los gorilas.
–No me importa, solo dejen su cuerpo ahí, después de asegurarse que haya dado su ultimo respiro y su corazón el ultimo pulso, ¿queda claro? –ordena y su voz se vuelve cada vez más lejana.
No es difícil suponer que está yéndose también por donde llego, contrario a donde yo me dirijo, esto resulta cada vez más sencillo.
Me quedo doblando la esquina del callejón, distrayéndome con cualquier cosa en silencio para poder escuchar cada palabra o sonido en el callejón.
Luego de un par de minutos habla sobre mi hermana uno de los hombres y es cuando mi atención se concentra en ellos
Solo confírmenlo y váyanse –pienso para mis adentros.
–Está hecho, la mocosa ya no respira –se queda un momento en silencio, buscándole pulso supongo –no hay pulso tampoco, acabamos aquí.
– ¿Seguro? No quiero morir por tu equivocación.
–No soy idiota, sé que si por un jodido milagro la niña sobrevive los muertos seremos nosotros, soy doctor y si te digo que no hay pulso, me crees, cuando también seas doctor me cuestionas –responde molesto y tras eso se van.
Por precaución me quedo alrededor de diez minutos más en mi escondite, no me arriesgare que regresen o me vean realizando lo que hare, todo se pondría en riesgo, pero necesito hacerlo.
Regresar por ella.
Me asomo con cuidado para asegurarme y cuando veo despejado todo camino hasta donde esta Jen, pobrecilla, espero sepa que fue por el bien del plan.
La levanto con cuidado recargando su cabeza en mi pecho y cuando llego a mi auto me encargo de atarle en el pecho un pedazo de tela para detener el sangrado, acaricio su pelo pidiendo que me perdone por esto en silencio. Abrocho su cinturón y le doy vuelta al auto entrando al lado del conductor, cuando me aseguro que no va a ir colgando su cabeza Jen enciendo el auto emprendiendo camino hasta la organización.
...
Juego distraídamente con la daga que me regalo mi padre en alguno de mis cumpleaños cuando era chico, es tan elegante, hasta la fecha tiendo a llevarlo conmigo solo por precaución, no soy fan de usarlo, es demasiado bonito como para ensuciarlo con sangre de gente simple, lo suficiente estúpidos como para estar en contra de los míos.
No vale la pena, así que es un adorno más en mi cuarto, me gusta tomarlo y juguetear con él, practicar puntería o solo observarlo, es tan llamativo, con su mango negro tallado con tanto cuidado para formar líneas y formas tan simples pero es un detalle que lo vuelve único, en la parte baja del mango una cabeza de tigre creado con oro lo decora y la hoja... tan brillante, impoluta, deslumbrante en conjunto de todo.
Pero lo que más significado le da es el grabado en la hoja, una frase que se ha vuelto el lema de mi familia.
"Nunca es demasiado tarde para luchar por aquello que nos importa".
Me criaron con esa frase y cada día tiene más sentido, siempre hay tiempo para dar el último golpe, la gente tiende a rendirse cuando ven que todo se viene abajo, pero esta tan mal esa idea, es cobarde, casi estúpido, siempre habrá un camino, una puerta, una ventana o una pared que hay que derribar, las cosas se buscan, si solo esperas mala noticia, nunca lograras nada.
Siempre hay tiempo para ayudar a quienes aprecias simplemente, no tiene mucha filosofía la frase, es simple el comprenderla.
Suspiro dejando en su base la daga, es hora de trabajar, estando tan cerca no debería estar sentado mirando por millonésima vez el arma.