En el amplio sofá de su sala mirando al frente se encuentra Adrian Grant con una sensación de abatimiento inconmensurable, realmente le ha afectado el último encuentro con su hijo. De pronto el teléfono de casa suena, el hombre se pone de pie con un presentimiento en su corazón y se encamina hacia el teléfono; sin embargo, antes de que pueda responder su joven esposa toma el teléfono y responde.
– ¿Diga? ¿En qué puedo ayudarle?
–Buen día, estoy buscando al señor Adrian Grant, ¿Puede comunicarme con él?
–No estoy interesada, gracias–responde la joven dando por terminada la llamada.
– ¿Quién era, cariño?
–Del banco pero dime, ¿Qué es lo que te sucede? Te ves muy triste.
–Lo mismo de siempre.
–Cariño, deja de pensar en Viktor, nosotros te necesitamos y…
–Viktor es mi hijo y cuando consiga hablar con él para explicarle todo, se sentirá feliz, ya lo veras.
–Adrian, Viktor no hará nada de eso, ya deja ese tema, por favor, la próxima vez puede ponerse peor y lastimarte gravemente.
Guardando silencio Adrian se encamina de vuelta a su habitación, realmente se siente agotado de todos sus intentos fallidos por obtener el perdón de su hijo, « ¿Por qué actué de esa manera? ¿Cómo pude lastimar tanto a mi hijo?» piensa mientras su mente viaja a ese día. Laura había sufrido un accidente después de su última discusión en la que Adrian le comunicó que comenzaría los trámites para su divorcio y ella sumamente afectada salió de casa en su automóvil conduciendo a gran velocidad. Adrian al conocer la noticia del accidente de su esposa fue consumido por la culpa por lo que decidió no presentarse en el hospital, se encontraba solo en casa cuando el timbre sonó anunciando una visita, Adrian abrió la puerta encontrándose con los brillantes ojos verdes de la joven novia de su hijo, una señorita verdaderamente dulce y encantadora.
–Señor Grant, disculpe la molestia busco a Viktor, he estado llamándolo pero no ha atendido a mis llamadas, es urgente que pueda hablar con él.
–Mi hijo se encuentra en el hospital, Keira.
– ¿Qué le sucedió? ¿Cómo se encuentra?–cuestiono la joven preocupada.
–Tranquila, él se encuentra bien esta acompañando a su madre que ha tenido un accidente.
–Oh, señor, lo lamento mucho, ¿Se encuentra usted bien?
– ¿Tienes tiempo? Me haría bien hablar con alguien.
–Por supuesto que sí–respondió la joven sonriendo con amabilidad.
La joven ingresó y con paso grácil avanzó hasta la sala, ambos tomaron asiento en el sofá y comenzaron a conversar, Adrian realmente necesitaba hablar con alguien y esa joven resultó ser excelente escuchándolo.
–No debe continuar culpándose, señor, no tiene sentido, es usted un hombre maravilloso, atractivo y joven, merece tener la oportunidad de ser feliz, el accidente de la señora es lamentable pero todo pasa por una razón–expresó la joven mirando los ojos de Adrian y tomando su mano.
–Eres muy dulce, Keira, gracias por la conversación me has hecho sentir mucho mejor–replicó con una sonrisa mirando con ternura a aquella joven frente a él.
La joven sonrió y tomando por sorpresa a Adrian unió sus labios a los de él, lleno de sorpresa le correspondió dejándose llevar por la emoción del momento, hacia tanto tiempo que no se sentía bien con alguien. No fue consciente de lo que hacía hasta que la puerta de su habitación se abrió dejando ver en la entrada a su hijo con una clara expresión de dolor y decepción, Adrian fue capaz de ver a través de la mirada de su hijo todo el odio que sentía hacia él en ese momento. El hombre intentó alcanzar al joven; sin embargo, no lo consiguió, todo empeoro con el joven tras la muerte de Laura y en especial cuando sabiendo el gran problema que le causó a la joven decidió unir su vida a la de Keira como única solución posible.
Volviendo a su presente Adrian se recuesta sobre su cama, «Soy un verdadero miserable, ¿Cómo puedo esperar que me perdone? Yo no me puedo perdonar y menos me perdonará al enterarse de todo; sin embargo, debo tratar, si llego a faltar solo él puede cuidar de ellos.» piensa sintiendo que su cabeza comienza a doler.
Trabajando de manera tranquila se encuentra un joven de treinta y dos años, de cabello castaño claro, amables ojos color miel adornados por unas largas pestañas, labios delgados, rosas y definidos, expresión dulce y carácter soñador. De pronto, su teléfono personal suena, al mirar el identificador se sorprende y con una sonrisa desliza la pantalla para responder.
–Me pregunto, ¿A que se deberá el milagro de esta llamada?–cuestiona llevando a sus labios la taza de café americano que tenia sobre su escritorio.
– ¿No somos amigos acaso? Únicamente deseo invitarte a cenar, hace mucho que no salimos juntos.
–Pero que honor mas grande, ¿Dónde y a qué hora?
Una vez que se han puesto de acuerdo para salir a cenar esa noche, el joven da por terminada la llamada y vuelve su atención a su trabajo, « ¿Qué será lo que tramas, mi querido amigo?» se pregunta mientras mueve su cabeza de manera negativa, si ha llegado hasta donde se encuentra se debe precisamente a que siempre va un paso adelante y siempre escucha a su intuición.
En Watkins Technology, Ryan Snyder avanza por el pasillo con paso tranquilo, llega hasta la oficina de la asistente de Viktor sorprendiéndose al encontrar en el interior a una persona y no cualquier persona, si no, a la joven y dulce Leily Black, Ryan ingresa en la oficina cerrando la puerta detrás de él, avanza hasta posarse frente al escritorio dirigiendo su mirada a la joven que se encuentra enfocada en la agenda de Viktor, «Nunca imaginé que verla siendo asistente de Viktor me haría sentir feliz.» piensa sin poder controlar la sonrisa que se ha apoderado de su rostro.
–Me alegra verte, Leily, ¿Cómo fue que decidiste volver?–cuestiona sin ocultar su sorpresa.
–El señor Watkins se disculpó y me pidió volver–responde con una sonrisa mirando a Ryan que se encuentra frente a ella.