Mi amado asesino

4. Los orígenes de un asesino

Bajo las escaleras de prisa, hoy era la feria del pueblo, ya había algunos niños afuera con disfraces para pedir dulces. Mamá se encontraba arreglando su bolso para salir a algún lugar. Se detiene por un momento cuando me mira, pero después me ignora y sigue en lo suyo.

Me paro en el último escalón y me aclaro la garganta.

—Mamá...

—Habla Trulie llevo algo de prisa.

—Hoy es la feria del pueblo —eso es suficiente para llamar su atención— Hace unos días vi a Willa y Doreen. Me invitaron a ir con ellas.

—¿Estas segura? todo lo que ha pasado, creo que sería mejor que descansaras.

—Estaré bien, además tu siempre me animabas a que saliera con mis amigos.

—Cuando estábamos en Canadá, Tru.

—Solo déjame hacerlo, iré unas horas y volveré. Además, nos vamos mañana por la mañana estaré antes del amanecer. No hare nada peligroso, te lo prometo.

Me mira y suspira mientras se pasa las manos acomodándose el cabello, se para erguida y con una mano en la cadera y una expresión severa.

—Tengo que irme toda la noche para resolver los últimos tramites de la muerte de tu padre, así que confiare en que sepas cuidarte y no causes ningún daño o salgas lastimada ¿De acuerdo?

—Si, gracias mamá.

Se acerca a mí y con su mano me desordena el cabello y saca algunos billetes de su cartera que me extiende.

—Gástalo de buena forma.

—Gracias mamá, ve con cuidado.

Me da un abrazo y toma su bolso para salir cuando la bocina de un auto se escucha afuera.

—Es el taxi, debo irme. Deja cerrado todo y tu equipaje listo. Cuando venga nos iremos al aeropuerto.

Asiento con la cabeza y espero con una sonrisa hasta que la puerta se cierra y me quedo sola en la casa, me apresuro a subir a mi habitación. Tomo mi chaqueta y apago las luces de la casa. Salgo de casa y nunca había visto al pueblo tan alegre como lo veía ahora.

Antes todos se encerraban para estas fechas y si pedían dulces lo hacían más temprano cuando el sol aún estaba. Empiezo mi camino a la feria, era a más de seis cuadras hacia arriba en un viejo campo vacío donde había el suficiente lugar para poner todos los puestos y atracciones que pudieran divertir a los que llegaban.

Estaba indecisa si venir había sido lo mejor pero la verdad que el ambiente que se vivía aquí me contagiaba. Cuando voy llegando una Doreen bastante entusiasmada alza su mano para que pueda verlas y acercarme a ellas.

—Pensamos que no vendrías —Doreen es la primera en saludarme.

—Yo también —admito y saludo a Willa— pero volveré con mamá a casa mañana, me pareció que sería bueno pasar una última noche con ustedes.

—¿Vamos dentro? —Doreen y yo asentimos.

Las tres nos enganchamos al brazo de la otra para no perdernos entre tanta multitud.

—¿A dónde iremos primero? —las dos se quedan pensativas.

—Elige tu primero Trulie —me anima Willa.

—La verdad es que nunca antes vine aquí, no sé qué atracciones son las mejores o que tal la comida, elijan ustedes por mí.

Las dos se toman de las manos y sueltan un chillido de alegría.

—Escuchaste eso Willa, nosotras seremos las encargadas de que Tru tenga la mejor experiencia en su primera vez en la feria. —ambas me toman de los brazos— nosotras venimos cada año así que solo disfruta.

Dicho y hecho, en toda la noche no hubo un momento de aburrimiento, Willa estaba hambrienta así que nos paseamos por los puestos de comida, comimos todo lo que nos parecía bueno a la vista, Doreen hacia chistes que nos daban ataques de risa, se sentía como en los viejos tiempos.

Subimos a un par de atracciones que de pequeñas se miraban mortales, pero ahora al crecer parecía que nos quedaban pequeñas. Hablamos sobre los chicos que iban a nuestra escuela, muchos de ellos ya habían abandonado el pueblo y otros simplemente no tenían un futuro prometedor. Tanto Willa como Doreen estaban intentando tener una beca para una buena universidad en alguna de las grandes ciudades vecinas.

Willa saca su teléfono y nos saca una foto a las tres para el recuerdo, logro ver en su pantalla que el reloj indica las once treinta de la noche. Se estaba haciendo tarde para ir a dormir y levantarme temprano mañana. Las chicas también se miraban cansadas.

—Qué tal si vamos por una última atracción. —propone Willa que faltaba poco para que se durmiera parada.

—¡Eso es! Tru no se puede ir sin haber probado la mansión embrujada de Salem. ¿Qué te parece?

—Está bien, vamos.

Nos encaminamos a lo más profundo de la feria, donde casi empezaba el bosque, desde lo lejos se podía ver una gran mansión deteriorada, hace años que pertenecía a la alcandía y estúpidamente la usaban para alquilarla en festividades. Desde su interior se escuchan gritos y algunas luces locas divagan por el exterior para llamar a más clientes.

Doreen paga las entradas como un regalo de su parte, al entrar inmediatamente las puertas se cierran atrás de nosotras, todo estaba en completa oscuridad a excepción de la decoración que parecía brillar en lugares con poca luz.




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