Stephanie
Me encuentro en completo silencio pensando cómo haré para ir a la fiesta, al mismo tiempo que desayuno, no se ve muy apetitoso el huevo revuelto, es que lo detesto, pero sé que es parte de mi castigo, mi madre es una bruja mandona, aun así la amo.
Mis padres y mi hermano comenzaron una aburrida conversación con el sexi hombre que se encuentra justo enfrente de mí, siempre me ha gustado, pero obviamente mi orgullo y dignidad valen más que él, además si le demuestro un poco de interés quedaré como una de sus amiguitas.
Mi amiga Priscila siempre me dice que él me mira con deseo, pero le dije que son ideas suyas, ¿Qué podría desear de una cría?, no tengo problemas de autoestima, es más lo tengo bastante alto, pero ¿Por qué se fijaría en una inmadura?, siempre ha dejado en claro que es lo que piensa de mí.
-¿No piensas comer?- la voz de mi padre interrumpe mi debate interno, pestañeo desconcertada, parece que me he perdido tanto en mis pensamientos que no me he dado cuenta de que han acabado sus desayunos, ahora mismo tengo cuatro pares de ojos en mí persona. Sonrió con cierto nerviosismo en su dirección, odio llamar la atención, y eso es lo que estoy haciendo.
-Yo...pues estoy llena.- digo bajando la vista a mi plato que continúa como lo han servido.
-¿Cómo podes estar llena si no has comido nada?- ahora es mi madre quien pregunta.- No te irás hasta que termines el desayuno, así que es mejor que comiences.- dice con voz autoritaria. Quisiera decirle que no lo haré pero al contrario, no replicó y comienzo a comer lo que más odio en el planeta tierra. Debo estar en la Universidad antes de las nueve, aún tengo tiempo pero de igual manera debo apurarme.
Estoy en segundo año, de la carrera de Derecho, me he enamorado de la carrera desde que tengo uso de razón, creo que la pasión por las leyes corre por mis venas.
Mis padres Julián y Margaret Becker, son los Abogados más importante en España, y no lo digo porque sean mis padres. Además, son una de las parejas más sólidas, tienen más de 35 años de casados, son tan lindos que me dan ganas de enamorarme. Mi hermano Alex Becker, también es Abogado, trabaja en uno de los bufetes de abogados de mis padres.
Mi sueño es poder trabajar con ellos, y seguir aprendiendo.
Cuando menos me doy cuenta, ya he terminado, por lo que salgo del comedor que para ese momento ya estaba solo. Ya todos se habían ido a sus respectivas actividades, mis hermanos fueron a la escuela en compañía del chófer. Mientras los demás, se encontraban en la oficina de mi padre.
Sí, David Williams además de ser el sexi mejor amigo de mi hermano es socio del bufete. Por lo que creo que también es parte de mi sueño.
Después de unos minutos, de caminar por las largas y tortuosas escaleras llegó a mi habitación, todo dicen que soy una perezosa, y tal vez estén en lo correcto, pero solo un poco. Lo que pasa es que me gustan las cosas fáciles, y soy de estar entusiasmada con algo para pasar a aburrirme en poco tiempo.
Me acerco a la mesa de luz, y agarró la tarea que tengo que llevar, siempre se me olvida por lo que la dejo aquí.
Al estar lista vuelvo a bajar por las escaleras, y me dirijo al despacho para despedirme. Cuando llego doy unos toquecitos en la puerta, para seguidamente escuchar un "pase".
-He venido a despedirme.- digo cuando ya me encuentro adentro, ahí se encuentran todos mirándome, pero hay una mirada que me pone nerviosa, él me está traspasando con sus ojos, me ve como nunca, con descaro, aunque todo parece indicar que soy la única que se ha dado cuenta.
-Bueno princesa, acércate.- dice mi padre sonriéndome a lo que le correspondo de la misma manera mientras me acerco para abrazarlo, y darle un beso en la mejilla.
-Yo también quiero un abrazo.- dice mi bella madre mientras abre sus brazos, sin pensarlo camino hasta ella que se encuentra en el sillón, y la abrazo dejando un cariñoso beso en su mejilla. Repito lo mismo con mi hermano, y me quedo helada cuando lo veo mirándome con una sonrisa que promete mucho.
-¿Para David no hay cariño?- pregunta mi madre. Asiento tratando de controlar mis emociones, y me acerco para repetir con él lo que con mi familia. No contaba que con tan solo un abrazo sentiría mi corazón acelerado, mis manos sudadas, mi cuerpo temblar, mis mejillas arder, su aroma es exquisito. Al abrazarlo sentí sus músculos bien trabajados, este hombre me traerá problemas. Le doy el beso en la mejilla y me aparto de inmediato, no puedo permitir que alborote mis sentimientos.
Ya han pasado más de veinte minutos, ahora mismo me estoy dirigiendo a mi clase de Ciencia Política, faltan unos cinco minutos para que empiece. Por lo que me apuro, cuando me doy cuenta que ya han llegado todos, me dirijo en silencio hasta mi asiento. Priscila estudia Filología, por lo que solo nos vemos en los recreos, por lo que tendré que esperar.
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Me estoy dirigiendo a la cafetería, ya ha terminado la clase he sacado un diez, es uno de mis defectos, me encanta tener las mejores calificaciones. Y no por ser engreída, es solo que me hace sentir bien conmigo misma.
Cuando veo a mi amiga en una de las mesas del fondo, sonrió para empezar a caminar en su dirección.
-Hola, ¿Estás lista para emborracharnos está noche?- pregunta mientras bebé su jugo de naranja. Yo no podría comer, por lo que esperare almorzar en casa.
-Estoy castigada.- digo haciendo una mueca.
-¿Qué has hecho esta vez?-. Pregunta a lo que solo me encojo en el lugar.- ¿Es que cuando vas a madurar?- dice.