Mi amor prohibido

Capítulo 28: Sentimientos a flor de piel.

Stephanie

 

    Me preocupa el silencio de David, sé que no se llevaba bien con su padre, es más últimamente estaban enfrentados, pero sé que le ha dolido su muerte, y le entiendo yo estaría igual.

 

    Cuando mi suegra me explico todo lo que estaba sucediendo, corte la llamada no sin antes despedirme, para seguidamente acercarme a mi novio que no lucia mejor que minutos atrás. 

    Solo pude abrazarlo tratando de mostrarle mi apoyo, ya que no soy buena para consolar. Estuvimos abrazados durante unos veinte minutos, hasta que de pronto se separó de mí como despertando de un profundo sueño, me miró con culpa y entonces comprendí, el cree que si lamenta la muerte de su padre me estaría traicionando ¿Cómo me enojaría por tal cosa?

 

-¿Irás?-pregunto en un susurro mientras acaricio sus cabellos. Hace media hora que estamos recostados, y él me abraza como temiendo que me escapara de sus manos, y yo por mi parte solo reparto caricias por su cabeza con la intención de tranquilizarlo.

 

-No, no sé...-dice en voz baja.

 

-Es tu padre.-digo, bueno mejor dicho era.

 

-Sí, pero mi padre se metió con la mujer que amo.-explica e inmediatamente agarro su rostro con ambas manos para que me mire.

 

-No importa, sé que te duele y está bien, al fin de cuentas es tu padre y tú eres un hermoso ser humano, lo raro sería que no te afectará.-le digo con voz suave.

 

-Me hubiese gustado tener una mejor relación con él, pero no se pudo. Iré, no puedo dejar a mi madre sola en estos momentos.-dice al tiempo que se sienta en la cama.

 

-¿Pue... puedo ir contigo?-pregunto tartamudeando.

 

-¿Estás segura?-pregunta cauteloso, a lo que asiento de inmediato, es mi momento de apoyarlo y lo haré.-Bien, no te lo propuse porque creí no querrías... gracias a mi padre terminaste en la clínica.-dice lo último sintiéndose culpable.

 

-Lo sé, pero no iré por el sino que por ti y por tu madre.-aviso.

 

-Bueno, siendo así me daré una ducha rápida y después nos iremos.-me informa para seguidamente levantarse de la cama con dirección al baño.

 

    Me levanto suspirando, me encamino hacia el ropero para sacar ropa acordé a la situación.

   Una vez, estoy vestida me acerco al tocador que es donde tengo un poco de maquillaje, me aplico base tratando de ocultar los golpes, ahora resulta que iré al velorio de la persona que me mandó a matar. Lo haces por el hombre que amas.-me recuerdo.

   Cuando escucho que apaga la ducha agarro un pequeño bolso para guardar lo necesario, y en el momento que sale ya me encuentro lista, él me regala una pequeña sonrisa que devuelvo de inmediato. Al darme cuenta de que solo lleva una toalla mi rostro se tiñe de carmín.

 

-¿Enserio?-pregunta divertido, pero ni así veo ese brillo en sus ojos, está triste eso se nota a leguas.

 

-No sé a qué te refieres, cariño.-digo haciéndome la desentendida.

 

-Lo dejaré pasar.-dice para dirigirse al ropero.

 

-Yo... iré a la cocina.-digo tragando grueso, es guapísimo, pero no es momento de pensar en eso.

 

-Ven, conejito.-escucho que dice cuando estoy por cerrar la puerta por lo que vuelvo a ingresar a la habitación para acercarme a él.-Gracias, mi vida.-dice para seguidamente abrazarme por tercera vez en el día.

 

-No agradezcas.-le digo.-Te amo, y estaré siempre para ti.-aseguro.

 

-Te amo, amor.-dice separándome unos centímetros y para así  quedar cerca de mis labios, sin perder tiempo nos besamos. 

   Es un beso lleno de angustia, y cómo no si en menos de dos días han pasado tantas cosas. Nuestras bocas se mueven en sincronía con desespero, queriendo sentirse como si fuera la última vez.

 

-Debemos irnos.-digo con la respiración acelerada cuando nos separamos. El asiente despacio para seguidamente volver a su acción de buscar ropa, salgo de la habitación para dirigirme hacia la cocina.

 

  El señor Williams sufrió un atentado, ya que el avión en el que venía explotó cuando estaba por aterrizar, y lamentablemente no quedo nada más que cenizas.

 

-Vamos, cariño.-escucho a mis espaldas por lo que termino de tomar el agua que me había servido minutos atrás.

 

    Salimos del departamento con nuestras manos entrelazadas, con destino al estacionamiento.

 

-Permíteme.-dice refiriéndose a ayudarme a subir al auto, es tan cariñoso incluso en los malos momentos.

 

-Gracias.-digo ante su acción.

 

-Bien... estoy listo, si tú estás a mi lado todo es más fácil.-dice mientras se acomoda para empezar a manejar.

 

-¿Siempre juntos?-pregunto al tiempo que agarro su mano libre y la aprieto sutilmente.

 

-Siempre juntos.-asegura.

 

-¿Lo prometes?-pregunto cómo tonta, pero necesito que lo prometa.

 

-Lo prometo, amor de mi vida.-promete y siento como mi corazón salta de la alegría.

 

    No es que haya olvidado lo que mi madre... O mejor dicho mi tía me ha confesado, fue un golpe duro enterarme que soy prima de mis hermanos, es de loco ¿De qué más me enteraré? En definitiva, soy la hija bastarda del respetado Becker ¿Con qué moral se meten en mi vida?

  De todas formas, es un tema que lo pensaré más detenidamente en otro momento, ya que ahora mismo mi cabeza está hecha un enredo.

  Luego, de unos minutos llegamos a lo que supongo es la casa de sus padres, y es que aquí se velarán sus restos. 

  Cuando estaciona el auto, recuesta su cabeza en el volante y escucho como suspira con pesadez.

 

-¿Estás bien?-pregunto preocupada.

 

-Sí, solo dame un minuto.-pide y por lo mismo me entretengo observando por la ventana dándole su espacio.-Ante el mínimo inconveniente nos vamos.-me avisa y yo asiento sin saber que decir.




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