Me desperté por el sonido de la puerta, no quise abrir los ojos, tenía un sueño tremendo, como si no hubiera dormido en semanas. Pero estaba durmiendo en el suelo, así que no tuve más opción que levantarme. Abrí los ojos y me di cuenta de que esta no era mi habitación, ni la de James, ni Mark. Esta no era mi casa. ¿Qué sucedía?
Los recuerdos de ayer llegaron justo en ese momento en mi mente, el partido, el baile, la fiesta y la carrera donde esos malditos bastardos nos habían hecho dar vueltas por la calle. Me revisé al instante el cuerpo a ver qué me había dejado, pero estaba perfectamente. Me llevé la mano en la cabeza, donde me acordaba que había sentido un dolor terrible. Pero como había dicho, estaba perfectamente.
Todo debía de haber sido un sueño, nada del accidente debía haber sucedido. Seguramente me había acostado con esta chica... Descarté eso de mi mente, por una extraña razón estaba vestido con mi traje de la fiesta. Me encogí de hombros, quizás me había quedado dormido antes de acostarnos.
Miré a mi alrededor, la habitación era pequeña, con una cama al medio de dos plazas. Unos cuantos pósteres de... no tenía ni la menor idea. Una repisa con libros, muchos libros. Fui hacia su escritorio para ver una foto que estaba en un marco puesta en la pared, en esta se podía ver a una niña pequeña, con sus dos padres, por supuesto. Esta debía de tener en la foto unos once años, su pelo color negro, más bien café oscuro y sus ondas no se notaban mucho, ya que lo llevaba corto, de cierta manera podía percibir con tan solo verla que era una foto familiar feliz, no forzada, como las cientos que colgaban en su casa, donde en todas yo, Mark y James teníamos que sonreír obligatoriamente para disimular que éramos una perfecta familia. La chica tenía unos ojos azules claros, me la quedé mirando intrigado, Esa debía ser la chica de la habitación donde me había despertado, sin lugar a dudas.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, me giré para ver a esa chica que estaba entrando con paso rápido. Me quedé boquiabierto. Era pequeña, pero con la toalla que tenía alrededor del cuerpo podían verse sus curvas y sus piernas, que no estaban nada mal. Después su cabello castaño oscuro, ondulado y mojado, le caía por la espalda, lo tenía largo, no como en la foto, y sin olvidar que no era una pequeña de once años, sino una adolescente que parecía ser un año menor que yo.
Esperé ahí, regalándole mi mejor sonrisa, pero esta ni se dignó a mirarme y fue hacia su armario.
—Hola —dije acercándome finalmente hacia ella, pero esta miró hacia los lados y se encogió de hombros volviendo a su trabajo y haciendo un desorden su armario.
¿Qué estaba sucediendo? Me quedé ahí parado detrás de ella, pero esta hizo como si no existiera.
—Soy Tyler Ross, no recuerdo muy bien lo que sucedió anoche. ¿Podrías ayudarme?
La encaré mirándola directamente a los ojos, pero esta estaba muy ocupada en su armario. Me sentí ignorado, algo que nunca antes me había sucedido y sentí cierta desesperación dentro de mí. Esta ya al tener su ropa se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.
Cuando esta estaba moviendo el picaporte para salir de ahí, fui hacia ella y quise cerrar la puerta para que me diera respuestas de lo que estaba sucediendo. Horrorizándome al instante tirándome al suelo. Tenía que estar loco, esto no es posible. No es posible, no es posible, no es real. Solté un chillido pasmado.
Me quedé en una esquina mientras la chica salía de la habitación sin ni siquiera echarme un vistazo. Levanté mi brazo y miré mi mano, que hacía unos segundos había tratado de cerrar la puerta, pero en cambio esta la traspasó como si fuera una especie de fantasma.
Mi corazón iba a mil y no entendía qué sucedía. ¿Qué me estaba pasando? Estaba horrorizado, asustado. Esto debía ser un sueño, traté de pellizcarme, pero fue en vano. Traté de calmarme, mi respiración estaba agitada. Comencé a pensar en todas las opciones posibles y la única que quedó como la más cuerda era que mis hermanos me habían montado una broma como las que muestran en televisión.
Comencé a reír mientras gritaba que ya era mucho, que los había descubierto. Pero solo había silencio, un silencio que me puso nervioso.
—Vamos, chicos, que la broma ya la descubrí —gritaba mientras me paseaba de un lado a otro, exasperante. Los iba a matar cuando los viera.
Luego de unos minutos en los que miraba la puerta me animé a intentarlo de nuevo. Me acerqué con las dos manos para abrirla. Para mi sorpresa mis manos la traspasaron como una de esas películas de los X-men donde estoy seguro de que había una chica que podía traspasar las paredes.
Oh no, era un mutante. Me horroricé mirando mis manos a punto de tener un infarto. Pero si lo era, necesitaba ir a la casa del profesor... ¿Cerebro? ¿Pero dónde? Los nervios me comían y no sabía qué hacer, pero necesitaba salir e irme a mi casa, me sentía perdido. Inhalé y cerrando los ojos corrí hacia la puerta teniendo la esperanza de que iba a chocar contra esta y todo iba a volver a la normalidad. Pero en cambio la traspasé sin sentir absolutamente nada.
Estaba en un pasillo pequeño, caminé hacia el vestíbulo. Al pasar por la puerta del baño vi a la chica secándose el cabello ya vestida. Le eché una última mirada y me dirigí hacia la puerta de entrada. Está cabreada conmigo o realmente además de mutante soy invisible.
Traté de abrir la puerta de salida como un acto reflejo, pero nuevamente la traspasé como si mi piel fuera trasparente. Salí hacia fuera, era sábado por la mañana y el día no era tan caluroso como pensaba, pero yo no sentía nada. En cambio, estaba perfectamente. No tenía ni la menor idea en donde me encontraba, el barrio se veía peligroso y pobretón. Caminé por la calle buscando a algún taxi para que me llevara a casa, no me tenía mi celular en mano. En la calle la gente me ignoraba, pero me resultó extraño que las mujeres ni me echaran un vistazo. ¿Qué estaba sucediendo?