Haley
Luego de salir del cementerio Simon me invitó a tomar algo, para subirme el ánimo. Pero no tenía ganas, y menos cuando mi cabeza estaba echa un lío por lo que había escuchado hacía unos minutos. Sabía que era una locura, pero mi mente se negaba a dejarlo pasar como si nada. De todos modos, ¿qué podía hacer al respecto? Si era cierto, ¿qué importaba? Estaba muerto, además, ¿por qué me hablaría a mí?
—Eh, tú —no hice caso, no me hablaban seguramente—. Sí, te hablo a ti, cuatro ojos —cerré los ojos rezando para que esas palabras no fueran dirigidas hacia mí y menos de esa chica en especial.
Pero como ya se dieron cuenta, soy Haley Dickens, y mis plegarias nunca son escuchadas, al parecer... Lauren Davis se acercaba hacia mí con los brazos cruzados y cayéndole lágrimas mientras que con su pañuelo blanco lo exhibía al mundo en su mano izquierda, ni se daba la molestia de limpiárselas. Al parecer quería que todos la vieran exhibiendo su dolor al muerto de Tyler.
Yo, al darme la vuelta y encontrarme con su mirada, sus ojos oscuros y sus pestañas largas, me intimidaba a cada paso que se acercaba en donde estaba.
Busqué a mi alrededor a Simon, pero este ya se había ido cuando me negué a acompañarlo. Estaba sola, desamparada; frente a la abeja reina, mientras sus súbditos me miraban con intriga esperando ver un espectáculo.
—¿Y... yy... o? —tartamudeé abriendo la boca para decir algo.
—¿Conocías a Tyler? —me cortó, soltándolo de una.
Sí, soy una chica inteligente. Creo que soy el mejor promedio de mi clase, pero para estas situaciones era como si cambiaran mi cerebro por el de una gallina. Me quedé en blanco, no sabía qué responder y sabía que el color de mi cara me iba a delatar en segundos. Por alguna extraña razón las palabras salieron de mi boca.
—Vamos juntos en Literatura, lo ayudaba de vez en cuando en los trabajos.
«¡¿Que qué?!», gritaba en mi interior sin creérmelo, pero mantuve la compostura. Estaba tensa y nerviosa, pero al parecer Lauren Davis se lo creyó todo, porque solo me dedicó de su tiempo unos pocos segundos, levantando sus cejas mirándome de arriba abajo, y luego se marchó dándome la espalda, y sus súbditos la siguieron sin darme la mayor importancia.
Cuando ya ni un ojo estaba puesto en mí, abrí la boca para soltar el aire que había quedado guardado en mis pulmones. La lluvia se había puesto más fuerte, y se me había olvidado que estaba en la entrada del cementerio mojada y con las gafas en la mano, ya que no podía ponérmelas con la lluvia encima. No tenía frío, pero sabía de todos modos que iba a tomar un resfriado.
—¡Haley! —gritó una voz familiar.
Miré hacia el lugar de donde provenía y vi a Alejandro conduciendo el auto de mi madre. Y está saliendo justo en ese momento con un paraguas a mi dirección. Esta también vestía un vestido negro, por supuesto ajustado.
—Perdón por el atraso. ¿Entramos? —me dijo esta cuando ya había llegado a mi lado.
Yo volqué los ojos, mi madre siempre vivía en otro planeta.
—Mamá, ya, se acabó.
—¿Cómo? Pero si son las... —miró su reloj que le colgaba en el brazo detenidamente—. Ah, malditos relojes con manecillas —se enfureció—. Lo siento, hija, mire mal la hora.
—No importa, estoy bien.
—Ay mi bebé, ven aquí —se me acercó y me rodeó con un abrazo maternal. Yo con toda mi fuerza me pegué a mi madre, necesitaba un abrazo en ese momento.
Mi madre era la única persona con la que podía estar de esa manera tras la muerte de Tyler, era la única que no sabía con exactitud que Tyler Ross no sabía que existía, en cambio con Simon no podía, ya que él no tenía ni la menor idea de mi amor hacia Tyler. En cambio, mi mamá sabía quién era, ya que ese día que me había hablado, ese primer día en la secundaria, fui corriendo a contárselo a mi madre. Y bueno desde ese día ya ni le hablé de él, pero ella se acordaba aún de ese relato hasta el día de hoy, porque ha sido del único chico que le he hablado además de Simon.
—¿Día madre e hija? —me susurró al oído.
—Día madre e hija —acepté apretándola más a mí. La necesitaba.
z Tyler
Qué conmovedora escena tenía enfrente de mí, madre e hija abrazadas. Yo estaba ahí, parado, mirándolas. No podía evitar pensar en mi madre. Mi tan preciada madre que no estaba en mi funeral. ¿Por qué? Porque había muerto por mi culpa el día en que nací.
No pude conocerla y menos después de su muerte. Cuando murió nadie me habló de ella, ni mi padre, ni Martha, ni James, ni Mark. Absolutamente nadie.
Por lo que no me quedó más remedio que aceptar que un cariño maternal no iba a formar parte de mi vida. «Y así fue», ironicé, ya estaba muerto.
Cuando estaba en el funeral, no pude evitar pensar en que si estaba muerto, ¿podría verla? Con todo lo que ha pasado estos dos días no me sorprendería en absoluto. Pero desgraciadamente, aunque estuviera, no sabría cómo reconocerla. No podría, porque no tengo ni la menor idea de cómo es.
Lo peor de todo esto era que estaba muerto, mi cuerpo estaba en ese ataúd. Porque tonto no era, cuando Haley se fue con Simon hacia la salida del cementerio se me ocurrió una idea. Entré al ataúd y ahí estaba, mi cuerpo perfecto, mi cara perfecta, mis músculos perfectos, mi traje perfecto. Blanco como el papel. Fue extraño, pero en mi situación todo lo era. Debía comprobar si había un cuerpo ahí. Y por desgracia ahí estaba.
Verse a sí mismo de esa forma era insólito, algo imposible de creer. Intenté unas cien veces, como había visto en una película, entrar en mi cuerpo. Quizás podía haber una posibilidad de revivir, salir de mi ataúd y bueno lo siguiente sería todo el cementerio corriendo y gritando como locos. Sin poder evitarlo solté una carcajada. Hubiera sido asombroso.
Pero como me ven, no hubo respuesta, no pasó nada. Entraba y salía, pero solo conseguía traspasarlo una y otra vez. Luego de rendirme, fui en busca de Haley, que estaba junto a Simon, hablando. Este quería llevarla a comer algo, pero esta se negaba. Cuando Simon por fin desapareció me acerqué a ella, comencé a hablarle como un idiota para tener su atención. Pero nada sucedía.