Mi ángel guardián. Primera Parte

Capítulo 5 La hija y la madre

Tyler

No tenía ni la menor idea de por qué había acompañado a Haley a ese lugar, en realidad no sabía a dónde se dirigía, pero al ver la iglesia enfrente de mí no pude evitar volcar los ojos y preguntarme: «¿En serio?». Porque ya había asistido a mi propio funeral hoy, luego el evento de mi padre y ahora esto. Tenía que ser una broma.

Igual no tenía de qué quejarme, el agotamiento ya no era parte de mi vida. No estaba cansado físicamente, pero mi cerebro estaba que se me salía de la cabeza. Solo quería tirarme en un sillón y ver una película. Había llegado tarde a casa de Haley, ya que su madre iba en la mitad de la película esa de comedia, por lo que aproveché de tirarme un rato, aunque solo fueron unos minutos, ya que cuando escuché la ducha no lo dudé ni un instante. Una sonrisa triunfante se posó en mis labios. Al menos había ventajas de ser invisible.

Haley seguía ahí observando la iglesia, como quien mira una obra de arte. Sí, lo era. Pero no para tanto. Esta era enorme, era de arte gótico. Lo habíamos pasado en historia el año pasado. Esta era de piedra con largos picos hacia arriba. Sus ventanales de círculos con escenas bíblicas destacaban y le daban un aire algo infantil. Por alguna razón me gustaban.

Por fin Haley empezó a caminar para entrar. Dudé un instante en si entrar o quedarme afuera. Pero tenía que usar mi cerebro. Estoy muerto y soy un espíritu fantasma que vaga por la tierra, y ahora tengo la oportunidad de entrar a una iglesia. Si había un lugar más adecuado para encontrar respuestas, ahí era.

Además, Haley era la que se había encaminado hacia ahí. Esa chica era bastante impredecible, quién diría que el mismo día de mi funeral estuviera ahora entrando a una iglesia. Se podía decir que no era un chico miedoso, pero entrar a esa iglesia me ponía los nervios de punta. No sabía qué iba a encontrar ahí, ni tampoco estaba seguro de si alguna respuesta encontraría. Pero algo dentro de mí me decía que ese era el lugar. Ahí era donde pertenecía.

Arrastré mis pies hacia la entrada, Haley también estaba caminando lento. Dudando si quería hacerlo o no. Yo estaba igual que ella. No estaba seguro. Tomé todo el aire que pude y corrí como loco para traspasarla de una vez, si iba a hacer esto tenía que hacerlo de una. O si no, me arrepentiría. Pero no entré, aunque cueste creerlo.

Al impactar mi cuerpo en la puerta enorme que tenía enfrente, sentí un dolor tremendo en mi torso, cuello y cabeza. Caí al suelo rebotando por el golpe. Solté un grito por el dolor que sentí en mi cuerpo. Fue chocar contra un muro. Así de simple.

Mientras seguía lamentándome y llevándome una mano en donde me había golpeado entré en razón. No había traspasado la puerta, me había golpeado contra ella. Como cualquier ser vivo. ¿Vivo? ¿Era posible? Empecé a hiperventilar.

Sin dudarlo me enderecé y fui nuevamente a la puerta. Con la mano temblando, la coloqué en la puerta. Pude sentir el tacto de mis dedos con la puerta de madera. Sentía, sentía como mis dedos la tocaban, no la traspasaban. Intenté hacerlo, pero no. Era como debía ser. Haley todavía no entraba, se había quedado mirando una estatua que había al costado. Yo me acerqué a ella, llevándome una desilusión. Intenté tocarla, posé mi mano en su hombro, pero la traspasé. ¿Qué estaba sucediendo?

Me volví hacia la calle corriendo nuevamente, no entendía nada. Me puse en mitad de esta y cuando vino un camión hacia mí, cerré los ojos y dejé mis brazos extendidos. Y como me lo suponía, no sentí nada. Al abrir los ojos, el camión ya había desaparecido a lo lejos. Seguía siendo invisible. «Quizás me lo había imaginado», pensó mi subconsciente, pero me negaba a creerlo.

Fui hacia las puertas de la iglesia, y nuevamente el mismo resultado. El tacto era evidente, no traspasaba esas malditas puertas. Luego fui hacia las paredes de piedra, al intentar cruzarlas chocaba contra ellas estrellándome en el muro. Lo intenté una y otra vez. Y el resultado era el mismo. ¿Cómo podía suceder que era invisible ante todo menos ante esa iglesia?

Volví a las grandes puertas y traté de abrirla, pero algo sucedía. La puerta no se movía. Usé toda la fuerza que mis trabajados músculos de deportista me daban, pero fue en vano. Esas puertas no se movían, parecían pegadas al piso.

Cuando Haley se acercó en donde estaba, abrió la puerta como cuando uno toma una servilleta. Solo la tiró hacia atrás y ahí estaba. Me quedé ahí, intacto, viendo cómo la silueta desaparecía ante mis ojos. Haley había entrado y yo como un idiota no alcancé a entrar junto a ella, quedándome afuera. Estupendo.

Miré hacia mi alrededor, no tenía ni la menor idea de cómo iba a entrar ahí. Intenté unas cuantas veces más entrar, pero cada vez que corría hacia los muros me chocaba contra estos. Y luego de eso me quedaba como un enfermo sintiendo el tacto contra la muralla, no era mi culpa. Me había acostumbrado a no sentir el tacto de nada más que mi cuerpo estos últimos tres días y, ¿qué haría otra persona en mi lugar? Esto era lo único más cercano a una experiencia de un ser vivo que me había pasado. No podían culparme por quedarme como un niño pequeño tocando las puertas sonriendo como un idiota.

Luego de aburrirme de eso, pude notar que en el edificio de al frente había un gimnasio, y más de unas chicas iban entrando con ropa deportiva. Al menos sabía que en ese gimnasio no era necesario usar la puerta y podía deleitarme en el vestidor de chicas. No lo dudé y me encaminé hacia ahí, al menos tenía una distracción mientras esperaba a Haley que saliera de la iglesia.

 

Haley

Ya estaba dentro, me había sido difícil tomar la decisión de entrar. Pero lo había hecho. Me encaminé hacia uno de los bancos de madera más cercanos y me senté. No sabía cómo empezar, no sabía qué hacer. Miré hacia el altar, que estaba enfrente, y mis ojos se volvieron al Jesús crucificado.

Tanto él había hecho por mí y como le había pagado devuelta. De todas formas no era una mala persona y lo sabía. Me comportaba en clases, sacaba buenas notas, trataba bien a mis compañeros —aunque ese trato no era mutuo—, hablaba con mi madre y me comía toda la comida. Por lo que había que decirlo: no era una chica mala. Pero de todas formas me sentía algo vacía por dentro, me sentía como si no encajara en mi vida. Pero aquí dentro, aquí en la iglesia, todo eso quedaba de lado. Ya no era la nerd cuatro ojos, ratona de biblioteca. No, no lo era. Era una persona como cualquier otra. Miré hacia mi alrededor y había unas cuantas personas en lo mismo que yo.



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 15.04.2020

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