Haley
Me llevé una mano a la otra por décima vez, tocándome los dedos. ¿Cómo había sido posible? Él estaba muerto, su cuerpo estaba pudriéndose en un ataúd bajo tierra. No podía ser real. Levanté la vista para ver a la mata de cabellos rubios, que estaba disimulando ver la televisión a mi lado, pero al igual que yo me echó una mirada aún sorprendido.
Y es que luego del contacto físico que tuvimos lo intentamos nuevamente. Pero nada. Fue igual que siempre, solo que había una diferencia: lo que sucedió fue muy distinto a esa vez que sentí su mano en mi hombro.
Con algo de disimulo moví mi brazo para colocarlo en su cuerpo, a ver si resultaba. Pero en el momento en que debía sentir su brazo junto al mío lo traspasé. Como si fuera una imagen colocada en un proyector. Solté un suspiro, frustrada.
—Vamos, no te desanimes —este ladeó la cabeza curvando sus labios—, al menos pude abrazarte. ¿No?
Carraspeé rezando para que mis mejillas no se encendieran. Pero, sin ningún éxito por la carcajada de Tyler, me levanté del sillón en busca de agua para refrescarme.
—Es raro. ¿Por qué? ¿Por qué justo en ese momento?
—¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué tú? ¿Por qué no otra? ¿Por qué no estoy muerto? ¿Por qué solo tú puedes verme? Vamos, Haley, sabes que no tengo ni la menor idea de la respuesta ni del porqué de todo lo que nos está sucediendo.
Asentí con la cabeza, ya que tenía razón. No teníamos ni idea de lo que estaba sucediendo.
—Recuerdo cuando sentí tu mano, fue algo rápido, un leve apretón. Pero esto fue algo muy... diferente —reflexioné.
—Dímelo a mí. Sentir por fin a alguien que no fuera yo mismo fue... —este intentaba encontrar las palabras— ...extraño —cerró los dedos, apretando el puño—. Sentí... como si... —¿Cómo si qué?—. No importa.
Iba a seguir insistiéndole, pero la puerta del departamento se abrió de golpe, y mamá entró, apresurada.
—Y llegó por fin —me burlé, fulminándola con la mirada.
Ya era domingo, y ayer al volver caminando con Tyler esta no apareció, y era bastante tarde. En fin, al menos llegó a desayunar.
—Cuida la lengua si quieres volver a ver tu celular —me amenazó sin siquiera mirarme.
—¡Vamos, mamá, devuélvemelo! —le supliqué acercándome.
Pero pasó corriendo a su habitación sin mirarme, cerrando la puerta de golpe. Terminé de comerme los cereales, para irme a estudiar pero antes me acerqué a Tyler, que estaba con la cabeza cabizbaja.
—Mírame —le pedí, y se demoró en subir la vista, ya que al parecer estaba en otro mundo—. Sé que es fuerte todo lo que has sabido, pero me tienes a mí, tienes a Kyle, tienes a tus hermanos. Y tu padre y Roy te quieren un montón.
Este soltó una carcajada bastante fría que retumbó en mis oídos, erizándome los pelos.
—Cuando alguien miente con algo así, Haley, significa que le importas una jodida mierda.
«Otra vez con esto», me repetí en mi mente. Desde que Tyler me contó todo lo que había escuchado con Fernando y Roy su ánimo estaba entre el humor y la ironía a la vez. En simples palabras: había estado desde ayer por la noche con su humor negro, que al principio era pasable, y lo entendía. Pero ahora ya se estaba volviendo cansador.
—No, estás equivocado —negué—. Uno miente con algo así cuando quiere tanto a una persona que no tiene el valor de decirle la verdad para no lastimarla.
Se quedó en silencio, mientras yo rezaba para que no fuera tan testarudo y aceptara de una vez que su familia le quería.
—En algunos casos, pero créeme que no es el mío —este se levantó del sillón, yo lo miraba atenta—. Sé que habíamos quedado en que te ayudaría a repasar para el examen, pero tengo que ir a ver a Kyle —su tono de voz fue cortante, lo que me dejó aturdida.
No sabía por qué, pero sentí como si me clavaran un cuchillo por la espalda. Y es que él había dicho que Kyle era aburrido y prefería pasar el rato conmigo antes que con él. ¿Y ahora se iba a verlo? ¿Se había enojado conmigo?
Lo peor era que no quería dejarlo ir, quería que se quedara aquí. Tyler iba acercándose a la pared para salir, y yo abrí la boca.
—Te acompaño —esas dos palabras, al salir, hicieron que me arrepintiera al instante. ¿Qué iba a hacer yo ahí? Se dio la vuelta al instante, encontrándose con mis ojos azules y yo con los suyos grises. Sabía que este no se lo tragaba. «¿Haley Dickens quiere ir a ver a Kyle Reyes? No me lo creo».
—Vamos, entonces —dijo mostrando una curvatura en el labio con una leve sonrisa.
Yo estaba sorprendida, ya que esas dos palabras no me las esperaba para nada del mundo.
Tyler
—Ven, es luego de este pasillo a la derecha —le señalé a Haley mientras doblábamos por los pasillos del hospital.
Paré al notar que su presencia ya no estaba junto a mí. Me di la vuelta hacia ella, que había sido acorralada por una enfermera. Me acerqué cabreado, ya que era la tercera vez que la paraban desde que habíamos llegado.
—Señorita, se lo repito. La hora de visitas aún no comienza.
—¿Un minuto? —le suplicó, aunque más bien sonó como un suspiro agotado. Y es que en realidad Haley no estaba haciendo mucho esfuerzo.
Y la entendía, no tenía ganas de acompañarme a ver a Kyle. En realidad, me había sorprendido que hubiera accedido a venir conmigo. Pero a la vez también me había puesto tremendamente feliz, ya que con toda la mierda que ahora pasaba por mi cabeza al menos prefería ir acompañado. Así podía olvidarme de todo lo que había pasado ayer, en esas verdades en que intentaba no pensar. Si no me adentraba en ellas menos daño me hacían. Eso es lo que había decidido, lo mejor era ahorrárselas y de ese modo luego iba a olvidarlas.
Por eso quería venir a ver a Kyle, ya que si él no sabía lo que había ocurrido no iba a mirarme como Haley para darme unos sermones de que todo el mundo me ama. Si me amaran no me mentirían, así de simple. Eso era lo único que había aprendido hasta ahora: no confíes absolutamente en nadie.