Mi ángel guardián. Segunda Parte

Capítulo 2 Tic-Toc

Haley

Estaba en pleno ataque nervioso, sentía cómo mi mano apretaba mi boca en un intento de que el grito no se me escapara. ¡MARK ROSS ESTABA CON UN ARMA! Unas lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, y ni sabía por qué. Quizás debía ser el asombro y la inquietud a la vez.

Mis piernas temblaban, y estaba segura de que me iba a desmayar, pero si lo hacía Mark quizás podía verme y a saber qué podía hacerme con la pistola que aún sostenía con sus manos. Más lágrimas y más temblores acechaban mi cuerpo. Esto era mucho para mí.

—Haley, aguanta un poco más, ya se está yendo —la voz de Tyler al menos me transmitió tranquilidad. Y es que quería salir a buscar a la policía en ese momento.

Sentí cómo los pasos de Mark se iban alejando de las gradas hasta que al cabo de poco ya habían desaparecido por completo, cosa que no me calmó. Solo hizo que pudiera sacarme la mano de la boca para soltar un grito, aunque leve. No quería que Mark volviera. Me eché al suelo, sosteniéndome al césped, y las lágrimas comenzaron a caer simultáneamente.

—Ty-ty-tyler —tartamudeaba— es-es-ta estaba c-con u-n-a —no podía ni terminar de hablar.

—Tranquila —se puso a mi lado, desde donde me observaba atentamente—, mírame —no le hice caso y desvié la vista mientras me caían más lágrimas—. ¡Joder, Haley, mírame! —gritó, y le hice caso, a lo que noté que él estaba tan afectado como yo.

Ahí caí en la cuenta de que para Tyler era aún peor, puesto que se trataba de su propio hermano.

—¿Qué va a hacer con la... pistola, Tyler? —pude decir cerrando los ojos y esperando la respuesta.

Lo miré fijamente y noté que estaba atando cabos, hasta que por fin soltó la respuesta. Una que me hizo abrir los ojos de golpe.

—Creo que va a matar a Aaron Grey.

 

Tyler

Sí, tenía que ser así. ¿O para qué más iba a necesitar una pistola? Aaron Gay, ese era su objetivo. No me cabía la menor duda.

—Tenemos que evitarlo —Haley seguía tirada en el césped, pero ahora las lágrimas ya se las había limpiado con su mano, y estaba mirándome, atenta—, no podemos dejar que mate a Aaron Grey.

Yo no respondí, sino que desvié la vista.

—¿Tyler? No me digas que...

—¿Que qué? ¿Que si tengo unas ganas tremendas de darle un disparo directo al rostro? —hubo un silencio, en el cual Haley no dijo nada, por lo que proseguí—. Si una cosa he aprendido desde que me he convertido en esto es a no mentir. ¿Quieres la verdad? Pues me muero de ganas de matar a ese maldito hijo de puta.

Nuevamente el silencio nos envolvió, y Haley me miraba intentando averiguar si estaba hablando en serio. Y yo se la devolví sin indicios de que se tratara de una broma.

—¿Quieres matarlo? ¡No puedo creerlo! —esta se levantó apresurada sin darme tiempo para explicarme—. ¿Cómo quieres volver a la vida pensando de ese modo, Tyler? Sigues siendo el mismo, no puede ser... ¡Dime que estás bromeando! —me exigió, a lo que hubo un silencio en el que nuevamente me dio la espalda mientras respiraba profundamente.

—Vamos, Haley, ponte en mi lugar. Él me mató y ni paró el coche, solo siguió su maldito camino sin importarle nadie más que él mismo.

Esta se dio la vuelta hacia mí, mirándome frunciendo el ceño. Soltó un bufido, incrédula.

—¿Lo culpas por ser igual que tú?

¿Qué? Aaron Gay era lo opuesto a mí.

—¿De qué hablas?

—Vamos, Tyler, ¿no hubieras hecho lo mismo? No puedes culpar a alguien de algo que tú mismo hubieras hecho en su lugar.

Haley me miraba directamente a los ojos y una lágrima se le escapó. Yo, por mi parte, me quedé ahí, quieto como una piedra. Y es que lo último que dijo Haley me había dejado sin palabras. «No puedes culpar a alguien de algo que tú mismo hubieras hecho en su lugar». ¿Me creía capaz de algo así?

 

Haley

—¿Qué te sucede? —Marie me miraba atenta mientras yo alzaba la vista de mi libro, el cual leía debajo del árbol. Nuestro árbol.

—Nada. ¿Por?

—Estás rara. Además, ¿desde cuándo que no vienes a almorzar? 

Desde que me di cuenta de que Tyler Ross se había vuelto un asesino despiadado. Y desde que Mark Ross anda con una pistola guardada debajo de su chaqueta. «Es que no quiero que me dispare cuando le dé la gana», me dije, con unas ganas tremendas de decírselo a Marie. «Y esos dos Ross iban a estar en la cafetería, así que paso».

—No tenía hambre —me encogí de hombros sonriendo forzadamente para que no notara mis nervios.

—Me hubieras avisado, este día ha sido una completa mierda —se sentó junto a mí, colocándose como un indio mientras sacaba una barra de chocolate de su sostén—. ¿Quieres?

Yo abrí los ojos, olvidándome del arma, de Tyler y de Mark.

—¿Qué haces con chocolate ahí?

—No quería perderlo, además apenas se siente.

Ni me resté a responderle. Sin evitarlo una sonrisa escapó de mi rostro y ladeé la cabeza. Y es que Marie Acuña era un chiste.

—Ni te imaginas todas las chicas que han ido detrás de Simon. ¡Es que ni tienen vergüenza! Parecía que iban a quitarse la ropa en cualquier momento para atraer su atención —Marie volcó los ojos.

—Vamos, si es guapo. Además, ¿qué chica no se enamoraría de Simon? —agregué, ganándome una sonrisa traviesa de mi amiga, que me extrañó—. ¿Qué? ¿Qué pasa?

—Nada, solo un consejo... Cuando te lo diga, te obligo a darle una oportunidad. ¡Es que se ven geniales juntos! —dijo parándose de inmediato sin siquiera darme la oportunidad de preguntarle de qué iba eso—. Necesito ir a buscar al estúpido y arrogante de Ross. No te vayas sin mí, que voy a cenar a tu casa, hoy.

—¡Ei! ¡Marie Acuña, no te vayas! —le grité, pero esta solo miró hacia atrás mientras corría, riendo, dejándome sola.

¿Qué quería decir con eso? No me digas. Simon... ¿Y yo? No, no podía ser. En eso, un recuerdo sacudió mi mente.

 

—¡Simon Adams, el ganador del juego ha salido al fin! —aplaudieron la mayor parte de la mesa, a lo que miré a mi lado, donde Simon estaba sonriendo amigablemente, como siempre, pero algo sonrojado.



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 16.04.2020

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