Mi ángel. Mi señor

Capítulo 5. Esto apenas está comenzando

«Sin tocarte, ya ardo en tu fuego despiadado.

Sin besarte me pierdo y me quemo en el tormento de tu infierno».

Lucas siente el latido acelerado de Noelia vibrar contra su palma mientras su mano sigue asegurada en la base de su cuello. Su piel es cálida, suave, y el leve estremecimiento que recorre su cuerpo es la confirmación silenciosa de que ha comenzado a rendirse a su control.

—No pienses —murmura junto a su oído— Solo siénteme.

La mano en su cuello, ejerce una leve presión, suficiente para recordarle que está bajo su dominio. Su pulgar se desliza con lentitud sobre la piel sensible, sintiendo su pulso acelerado, y la forma en que su respiración se entrecorta en respuesta a su toque.

Su boca se inclina hasta su hombro descubierto y deja un roce apenas perceptible, su aliento cálido le eriza la piel antes de presionar los labios sobre ella. Besa su hombro, lento, pausado, degustando cada milímetro. Sus labios se deslizan en una travesía ascendente, trazando un camino de fuego hasta la curva de su cuello.

Noelia exhala un suspiro entrecortado, su cuerpo se arquea en una entrega instintiva. Su piel reacciona bajo sus dedos. Pequeños escalofríos la recorren mientras él explora su cuello con lentas lamidas.

Desliza su otra mano por su brazo con calma, disfrutando de la suavidad de su piel. Recorre cada centímetro con paciencia, placiéndose de los pequeños estremecimientos que provoca en ella. Luego sigue por la curvatura de su espalda, baja hasta la pequeña cintura que encaja perfectamente entre su mano. La sujeta con firmeza, manteniéndola justo donde quiere.

Su boca sigue paladeando la piel de su cuello, besándola con devoción, sin perder el control del deseo que arde dentro de él. Siente cómo ella respira hondo, cómo se queda inmóvil cuando sus labios bajan, apenas rozando su clavícula. Su lengua deja un rastro abrasador que enciende sus entrañas.

Su mano desciende por su cintura, explorando la curva de su cadera con la punta de sus dedos antes de empezar a subir la tela de su vestido. Lo hace con la misma calma, casi exasperante. Ella se estremece, su respiración se vuelve más agitada. La falda se eleva lo suficiente para dejar al descubierto la tibia y suave piel de sus muslos, que recibe sus caricias con una ansiedad y anhelo que aumenta cada vez más.

Ella cierra los ojos y deja caer la cabeza hacia atrás, entregándole su cuello en un gesto silencioso de rendición. Él baja con suavidad la tira de su vestido, deslizándola sin ningún apuro por sus hombros. Sus dedos recorren su piel, explorando cada centímetro que queda al descubierto. La espalda de Noelia se arquea con cada roce, su pecho desnudo sube y baja con su respiración acelerada. Y, todo eso, lo complace y lo excita aún más.

El vestido resbala por su cuerpo y cae al suelo. La despoja de su ropa interior y se aleja apenas un instante para saborearla con la mirada. Su piel tersa, pura, vulnerable, brilla con la tenue luz de la habitación.

«Parece un ángel».

—Eres realmente hermosa… —susurra, con su voz baja, rasposa y una satisfacción oscura brillando en sus ojos—. Y eres completamente mía —sentencia contra su oído, disfrutando de la manera en que su piel responde.

Pasa la palma de su mano por su muslo, provocando que ella suelte un pequeño jadeo que intenta sofocar mordiéndose el labio. Él sonríe. Le gusta cómo ella responde, cómo su cuerpo le habla sin decir una sola palabra. Suavemente, dibuja líneas invisibles con sus dedos sobre su piel, rozando apenas. Siente cómo su respiración se vuelve más errática y su cuerpo se rinde poco a poco ante cada caricia.

—Respira conmigo —ordena con un susurro grave contra su oído, pegándola más a su pecho.

Ella trata de obedecer, pero su respiración sigue temblorosa y entrecortada. Inclina el cuello hacia un lado, ofreciéndose sin reservas, en un gesto de entrega que lo hace sentirse aún más dueño de cada una de sus reacciones y de ella. Los labios de él recorren ahora la curva de su espalda, dejando besos húmedos y pausados, que envían ondas eléctricas de placer a su entrepierna que se desborda en fluidos hirvientes.

—No te muevas —ordena, firme, innegociable—. Espera aquí.

Ella obedece, se queda quieta, pero en cuanto él se aleja, un escalofrío recorre su piel. La habitación se siente más fría, como si el calor hubiera desaparecido por completo. Su cuerpo, aún sensible por sus caricias, reacciona ante la ausencia con una palpitante punzada de deseo.

Sus sentidos se agudizan mientras escucha el leve sonido de sus pasos, tan suave que apenas puede percibirlos. Quiere moverse, girarse para buscarlo, pero se contiene. Cuando él regresa, no hace falta que la toque para que sepa que está detrás. Su sola presencia lo llena todo, atrapándola incluso antes de que su piel vuelva a sentir su contacto.

—Confía en mí —susurra, mientras con cuidado coloca una venda negra sobre sus ojos.

Ella siente la tela suave deslizándose sobre su piel antes de cubrir su visión por completo. La oscuridad la rodea haciéndola contener el aliento. Traga en seco y, por instinto, levanta las manos rozando con la punta de los dedos el tejido negro de seda.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 23.02.2025

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