Mi chico de las estrellas

4⋆.˚ Tiempo

—Wow, te ves tan hermosa

Detengo mi camino cuando la dulce voz de Almond se hace oír, alzó la mirada y encuentro esos grandes ojos atentos a cada uno de mis movimientos. 

—Y tú muy elegante

Sus mejillas enrojecen mientras mira su ropa, repasando si tal vez había exagerado con mis palabras. Aunque no fuera así. Llevaba una clásica camisa blanca de manga corta, un pantalón de vestir color café y una pulsera roja en su muñeca. ¿De dónde sacó la ropa?

Diría que más allá de verse completamente elegante, el brillo a su alrededor era el toque perfecto para notar su incansable inocencia.

—Gracias —lo oigo decir

Sonrío y mi corazón enloquece al ver su tímida sonrisa.

—Entonces, Almond, ¿quieres que te lleve a tu casa o prefieres un taxi?

—¡No! Quiero ir contigo —se apresura a decir—. Digo en tu auto, claro. No me gustaría viajar solo al trabajo —juega con sus manos, completamente inquieto

—Bien, te llevaré

Satisfecha paso a su lado y entró a la cocina, el dulce aroma del café por la mañana eleva mis ánimos. Sobre todo, si se trataba de la preparación especial de Yen.

Su cálida sonrisa me recibe y pronto soy envuelta por sus regordetes brazos. Y a pesar del tiempo mi disgusto por está clase de afectos se disipó cuando la conocí, además, era poco probable que Yen escuchará mis inexplicables quejas. En simples palabras, me acostumbre a su sobrenatural cariño.

—Buenos días, Irina —chilla contenta—. ¿Ves? Te dije que el color amarillo te queda fenomenal

Mira el vestido que llevo puesto, su elección por supuesto, y me encojo al sentir todavía la mirada de Almond detrás de mí. La atención no me gustaba, mucho menos que mi atrevida vecina me haya regañado por vestir colores tan apagados durante mis primeros meses viviendo aquí. Yen siempre decía que la vida debía estar cargada de alegría y no de amargura. 

Así que un día tomó mi mano, su tarjeta de crédito y me llevó al centro comercial más cercano. Ese día terminé con ropa nueva en mi armario y un profundo deseo realizado. 

Despierto sintiendo sus manos acomodando mi cabello con delicadeza.

—Desayuna y luego podrás ir al trabajo 

—No me perdería por nada del mundo tu café, Yen —halago, ella mueve la mano a gusto con mis palabras—. Además, hoy seré chofer de Almond 

El susodicho ríe en la entrada de la cocina, todavía sonrojado.

—Esa es una buena idea, pero ¿por qué no lo llevas mejor contigo a tu trabajo? Estoy segura que le gustará probar una de tus creaciones —pregunta y noto su apacible voz intentando convencerme

Abro los labios, sorprendida.

—Creo que Almond tiene trabajo —digo rápidamente, intentando no enredarme con mis propias palabras

—En realidad pedí permiso para faltar una semana —giró y miró fijamente al adorable alienígena. Él permanece petrificado y siento que no estoy dominando mi sorpresa—. Esto es importante, Irina. Para nosotros simboliza algo especial, así que nos tomamos en serio la tarea de acercarnos a nuestras almas gemelas

—Lo entiendo —susurro—. Pero ¿no tienes otras cosas que hacer?

Él niega y alzó la bandera blanca.

—Lo sabía, por eso creo que conocerse es mucho mejor ahora ¿no? —Yen inquiere, mirándonos a los dos

Pero probablemente por la timidez ninguno supo qué decir y ella lo entendió.

Al poco tiempo estábamos sentados alrededor de la acogedora mesa, con café caliente humeando de las tazas y un gran plato repleto de tostada. Era mi parte favorita del día, porque la creatividad en la cocina de Yen llegaba a otro nivel. Sin embargo, aún con el paladar a gusto y nuevamente declarándome amante de su comida, todavía sentía que algo no encajaba. Era el repentino silencio de Almond.

Asentía o negaba, repetidas veces sin pronunciar ninguna palabra. Bebía su taza de café con lentitud mientras Yen hablaba sin parar. 

¿Qué le ocurría?, ¿lo incómodo de alguna forma mi comportamiento?

Suspiro y miro su rostro, el calor de aquella taza enrojece su rostro como un leve rubor. Y puedo notar otros detalles, realmente no me había dado cuenta de su manía por relamer sus labios cuando estaba nervioso ni los mechones rebeldes de su cabellos acariciando su pequeña nariz. ¡Por los dioses! Esta no era yo, no era mi forma de concentrarme en los detalles, sobre todo, si había sido la primera en aburrirme con las historias de amor, aunque en el fondo deseará enamorarme de la persona correcta.

Carraspeo cuando Almond encuentra mi mirada sobre él, bebo el café tibio y finjo que no estoy al tanto de su sonrisa.

— …aunque no lo creas, es demasiado terca

Salgo de mi ensueño al escucharla, sé que Yen está hablando de mí.

—¿Te quejas de mí?

Ella asiente sin ningún tipo de culpabilidad.

—Irina te adoro, pero no podemos negar que eres muy terca. Y quiero que Almond esté listo para cualquier tipo de batalla que puedas darle con tu personalidad —está bien, acabo de ofenderme. Ruedo los ojos y ambos ríen—. Te lo dije, molesta es adorable

—Lo he notado —dice el alienígena

Ese era un juego sucio. Trago saliva cuando una pequeña sonrisa asoma de sus labios.

—Entonces, Almond, tienes mi aprobación para cuidar y adorar a está chica. Y no te atrevas a lastimarla porque yo puedo acabar contigo con una sartén en la mano

—¿Ahora eres Rapunzel?

—Soy una princesa, Irina —dice ella, con esa misma actitud coqueta—. Ahora, escucha, ve con cuidado. No tardes en llegar a casa, tu seguridad es primero

—No lo haré, prometo llegar a salvo. Además, iré a recoger a Mayonesa en la hora del almuerzo

—¿Mayonesa? —Almond pregunta, incrédulo e interesado

—Es mi gato, está en el veterinario. ¿Quieres conocerlo? —pregunto

Él asiente y mi corazón vuelve a enloquecer.


 

 

 

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