Mi chico de las estrellas

7⋆.˚ Estoy aquí

꒰ Inea ꒱

Todavía siento frío, pero no quiero abrir los ojos. Resignada abrazo mi torso mientras permanezco quieta en la cama, tengo miedo y por alguna extraña razón no sé el motivo exacto de mi inquietud.

Probablemente porque anoche mi corazón abrió las puertas y dejó fluir cada pesar, lo asfixiante era que no deseaba atormentar a nadie con mis problemas. Aún más si no quería caer en la triste realidad de que seguía teniendo miedo a confiar. Sin embargo, Almond creó una visión diferente a lo que mis pensamientos no podían olvidar y me sentí bien entre sus brazos.

Y por un instante no quise pensar en nada más que la manera en como me abrazaba.

Peor aún, ahora no sabía cómo enfrentarlo. ¡Dios mío! Lloré durante horas sobre su pecho y lo mantuve sentado, en mi sillón, consolándome. Probablemente lo que más deseaba en ese momento era tomar un taxi e ir a casa a descansar, pero no, él no podía irse porque estaba atrapado conmigo. Y la mejor manera de pedirle perdón era si al fin me atrevía a dejar está cama.

Es solo que no podía, cada pequeño detalle de anoche aparecía en mi cabeza como un gran golpe a mi memoria. Y, aunque intentará evitarlo, mis mejillas enrojecen cuando más recuerdo su manera de mirarme. Era tan dulce y cálido que se sentía tan irreal.

Definitivamente debía dejar de fingir que estaba durmiendo.

Con pesar y flojera me pongo de pie. Visualizo mi cuarto, cayendo en la realidad de que todo estaba en su lugar y que no había destrozado nada en mi ataque de llanto. Las cortinas se hallaban corridas, el viento seguía adentrándose en mi habitación y pude entender mejor porque sentía frío. Fue cuando noté algo más, un extraño aroma rondando el lugar.

¿De dónde viene?, ¿Yen está aquí?

Salgo de la habitación con mis pantuflas chocando suavemente contra el suelo. Oigo desde la cocina el ruido de platos, cubiertos y pasos, son bajos, pero constantes. Y tengo la inexplicable sensación de qué están evitando despertarme.

—No es posible —susurro cuando finalmente me detengo bajo el umbral—. ¿Almond?

El extraterrestre se sobresalta, aprieta los cubiertos entre sus manos y gira para mirarme lleno de sorpresa.

—¿Estás bien? —pregunto

—Sí, me sorprendiste. Creí que seguías durmiendo, son las 9:30 de la mañana. ¿No quieres dormir un poco más?

—No, ya dormí suficiente

Almond asiente y deja los cubiertos en su lugar. Enternecida miro su rostro dándome cuenta de las pequeñas manchas de harina en sus mejillas y lo desordenado que lucía su cabellera dorada.

—¿Tienes hambre?

—¿Preparaste el desayuno tú? —inquiero, sus mejillas enrojecen mientras tímidamente aparta la mirada. No era necesario que respondiera, me dijo todo con eso—. Gracias, Almond

—Oh, no es nada

—Lo digo en serio. Te quedaste toda la noche conmigo, supongo que no dormiste bien por mi culpa

—Dormí bien —dice él, tranquilamente

—Pero supongo que tenías otras cosas que hacer, ¿no? Lo que menos quiero es que me mientas, Almond —hay silencio de su parte, me remuevo incómoda sintiendo que probablemente fui demasiado cortante—. Y realmente agradezco que te hayas quedado aquí, cuidándome. Es un gesto dulce

—Siempre puedes contar conmigo, Irina

—Gracias

Apartó la mirada cuando siento que mi corazón podría traicionarme en cualquier momento.

—¿Tienes hambre? —inquiere, dudoso y nervioso—. Preparé tostadas, café y huevos fritos. Yen me dijo que te gusta el desayuno clásico

—¿Estuviste indagando sobre mí con Yen?

—No, no, no pregunte muchas cosas en realidad. Sería muy atrevido si hago eso, pero quería saber más sobre tus gustos, así que ella me dio varios consejos

—¿Cómo ponerle mantequilla a las tostadas?

—¿Cómo lo sabes? —con un tierno gesto adornando su rostro pregunta

Una leve risa brota de mi garganta, no había disipado mis tormentosos pensamientos por la mañana como hoy, no de está manera. Y definitivamente Almond era la causa probable para mi tranquilidad.

Sus gestos son dulces, su voz intenta no esconderse con timidez tras cualquier titubeo y la forma en como me mira parece describir sus emociones a la perfección. Es nuevo, no había conocido a alguien así. Alguien que de manera natural pareciera ver el mundo con sorpresa y que se acercará a mí sin esfuerzo. Como si derribará los enormes muros que me esconden de la realidad.

¿Ese era el vínculo? Parecía ser más que un simple destino.

Me acerco a él y visualizo aún más las hornillas. Por la harina sobre el metal y en las mejillas de Almond sé que no solamente ha preparado un desayuno clásico, que esconde algo por la vergüenza manchando sus mejillas sonrojadas.

—¿Qué más hiciste? —él me observa y, por el titubeo de sus labios, parece no encontrar la respuesta correcta—. No te preocupes, te ayudaré a limpiar para que podamos tomar desayuno juntos, ¿te parece bien?

Almond asiente, volviendo a tranquilizarse.

Había pensado en muchas cosas antes, en caminos que debía tomar o decisiones que deseaba olvidar. Una de ellas me reconfortaba aún más que las demás y se había convertido en mi más profundo secreto. Yo quería una vida plena, como las familias que brillan en las revistas y te muestran el lado amargo de la soledad. Quería que alguien me enseñara el significado de afecto.

Alguien que no me traicionará.

Pero cuando el miedo es mayor, decides esconder cualquier deseo y prefieres fingir que no lo quieres para evitar romperte en mil pedazos. Así que decide simplemente verlo en los demás. Como Yen, amada por sus hijos y con una historia de amor que podría endulzar cualquier corazón.

Ella era excepcional inclusive cuando no podía decírselo.

—¿En qué tanto piensas? —me acomodo en la silla y sostengo la tibia taza de café entre mis manos, mientras no me atrevo a mirarlo

—En nada. ¿Por qué lo preguntas?

—Estabas muy callada cuando limpiábamos tu cocina —dice él con severa preocupación, noto también el constante movimiento de sus manos sobre la mesa—. ¿Te enojo que haya sido desordenado?




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