꒰ Irina꒱
La sala de emergencia se volvía cada vez más pequeña a mi alrededor, tanto que me costaba respirar. Pero tal vez era la sensación de que algo andaba mal, de que ya no podía dejar de ponerme de pie y mirar a través de ese cristal el solitario pasillo que nos separaba.
Había roto en llanto y fueron los brazos de mi hermano los que me consolaron durante largos minutos, cuando finalmente me repuse solo pude tomar asiento, limpiar mis mejillas y esperar, aunque los minutos continuarán volviéndose largos. Podía ver el reloj moverse y la angustia en la profunda mirada de Damián. Es solo que nada llamaba mi atención, excepto lo que se ocultaba tras esa puerta.
Debía esperar o correr, todo giraba y no hallaba una respuesta.
—¿Quieres descansar un poco?
—Realmente no, deseo seguir esperando
—Han pasado horas, Irina. Aún no has comido, yo esperaré en tu lugar —miró sus ojos y siento esa llamativa pena desbordando en él—. No quiero que tu salud se compliqué por todo esto
—Estaré bien, lo prometo
Pero sé que una sonrisa no sirve en este momento.
Damián suspira y asiente completamente abatido. Su mano no suelta la mía ni se aleja, se mantiene a mi lado impresionado e impaciente. Extrañaba tanto su presencia a mi alrededor. Ese olor característico, la profundidad de sus ojos y lo cálido que llegaba a ser su voz llamando mi nombre, todo me hacía ir a mis recuerdos hasta mi niñez.
Donde solo estábamos nosotros dos.
—¿Cómo te sientes ahora? —pregunto—. Con tu divorcio, a eso me refiero
—Oh, mejor. Creo que algún día conoceré a la chica indicada
—¿Todavía tengo esperanza de ser tía?
Damián sonríe, con ternura y timidez.
—Por supuesto, solo espero no ser tío pronto porque no estoy listo para eso
—No creo tener hijos, no sé cómo amarlos
—Irina…
—No sé lo que significa esa clase de amor, Damián. ¿No te has preguntado alguna vez cómo serás cuando seas padre?
—Mucho mejor que él, eso tenlo por seguro
—¿Y si lo lastimas? —inquiero
Dudo demasiado, lo sé. Pero son preguntas que simplemente me ahogan.
—Nunca me atrevería a hacer eso. Lo amaré incondicionalmente, haré lo que nuestros padres no pudieron hacer. ¿Y sabes por qué estoy seguro de mi respuesta? Porque hice esa promesa y no pienso romperla
—¿Crees que Almond se equivocó?
—¿A qué te refieres? —se muestra dudoso
—Conmigo, al elegirme. Yo siempre me siento insegura de mi futuro, tal vez estoy ocasionando que él no pueda ser completamente feliz. Soy como una piedra en su zapato
—Pero él no lo ve así, Irina
—¿Ahora te agrada?
Él ríe, embelesado todavía por la angustia y la pena.
—Como te lo dije, lo pude ver. Y estoy completamente seguro que eligió a la compañera ideal
Sonaba como una respuesta que Almond diría si estuviera aquí, sentado a mi lado y mirándome con esos brillantes ojos.
Pero no estaba aquí y eso incrementaba aún más mi tristeza.
—Saldrán pronto, solo espera —susurra mi hermano
Minutos después, la esperanza de sus palabras se cumplió.
Una mujer alta, de antenas verdes, brillantes ojos, una belleza sin igual salió por esa puerta. Su mirada me encontró en una esquina de la sala de emergencia. Se me hacía conocida como si ya la hubiera visto por algún lugar, pero no era así. Porque esa mujer tenía la ternura de Almond reflejado en su pálido rostro.
Se detiene frente a mí mientras me pongo de pie ansiosa por escucharla.
—¿Eres Irina?
Asiento.
—Sí, soy yo. Dígame ¿cómo está?, ¿se encuentra bien?, ¿puedo verlo?
Una tierna sonrisa se forma sobre sus labios.
—Él se encuentra a salvo, salió bien de la operación. Y, aunque perdió mucha sangre, es fuerte
—Eso es un alivio —susurro—. ¿Significa que podré verlo pronto?
—Por supuesto que sí, solo quería hacerte una pregunta
—¿Una pregunta?
—¿De verdad lo amas?
Damián aprieta mi mano y también la observa, curioso por sus palabras.
¿Qué clase de doctor preguntaba algo así? Bueno, eran de la misma especie, comprendían los sentimientos que el vínculo causaba en ellos. Aún así, con el corazón demasiado acelerado, el calor envuelve mis mejillas y me siento tan tímida que no hay respuesta de mi parte. Y ella ríe, llena de ternura y paciencia.
Eso me hizo retroceder confundida y estupefacta.
—Usted…
—No necesitas responder, lamento haber sido irrespetuosa. Mejor te llevaré ahí, él desea verte
Le doy una mirada fugaz a mi hermano y la sigo por ese largo pasillo.
El aroma a medicina llena mis fosas nasales, escuchó nuestros pasos y pronto me envuelvo en un traje azul siguiendo los protocolos que la hermosa mujer me indica antes de detenernos frente a una puerta marrón.
Tiemblo tan ansiosa por entrar. Cuando la puerta es abierta lo primero que veo en la habitación es su rostro adormilado sobre una esponjosa almohada. Sonríe y me mira, como si hubiera esperado por mí desde hace tanto tiempo. Delgadas lágrimas comienzan a correr por mis mejillas y entonces me acerco hasta que puedo escuchar su voz suave en mis oídos.
—Almond…
Toco su rostro con suavidad, comprobando que es completamente real. Aunque supiera, con tan solo verlo, que lo era. Era Almond, mi adorable alienígena. El chico rubio que apareció en mi puerta pidiendo mi mano en matrimonio, aquel que decía cuán valiosa era para él, ese mismo que me hacía remecer con tan solo tocarme.
—Estoy bien, ahora con mucha más razón lo estoy
Sus ojos brillan y yo me derrito por él.
—Lo lamento, debí haber estado más atenta
—No fue tu culpa —susurra—. Fue algo inesperado
—Eso no significa que debías ser herido, yo realmente… —sollozo y la vista se me nubla sintiendo mi corazón estrujarse—. Yo realmente no quería perderte
Sus dedos se enroscan alrededor de mi muñeca y siento esa tibia caricia sobre mi piel, mientras yo me mantengo a su lado, sentada, llena de miedo, pero mirándolo con alivio. Porque él estaba bien, porque no lo había perdido y mis mayores miedos se desvanecieron, mejor dicho, se escondieron en lo profundo de mi pecho. Ahí donde nadie podía escucharlas hasta que algo más pasará y llenarán mis pensamientos de dudas dolorosas.