꒰ Irina ꒱
Intento moverme con rapidez, pero mis pies se enredan y terminó aterrizando en el suelo. Mi torpeza parece nunca desaparecer, aún más si intentaba que el perezoso señor, de cara larga, corbata arrugada y mirada terrorífica, no se divirtiera desde el interior del ascensor de mi caída. Y diablos, ni siquiera logré subirme.
Suspiró y miró la hora en el reloj de mi celular.
Todavía quedan 10 minutos para llegar puntualmente al almuerzo con mi hermano. Unas horas antes Yen me había regañado por no presentarlo como era debido, quiso que planeáramos un cena elegante y lujosa en la gran sala de su casa está misma noche, pero logré hacerla cambiar de idea. Aunque eso no significaba que el plan quedaba descartado, solo había sido aplazado para otro día. Uno donde no me sintiera tan cansada.
Y es que mi tiempo se acortaba, llenado por las horas en el trabajo, los desayunos con Yen, la entrega de pedidos por la mañana, las visitas en el hospital a Almond y los almuerzos con mi hermano. Inclusive el libro que había empezado a leer se mantenía todavía en la misma página sin esperanza de ser tocado pronto. Creo que aún faltaban muchas cosas por hacer.
O recordar.
Pero eso no me preocupaba, no estaba ansiosa ni nerviosa, era todo lo contrario. Se sentía tan bien, como si todo a mi alrededor volviera a cobrar vida. ¿Así era la vida en realidad?
Con una sonrisa, las rodillas limpias y los tacones bajos en su lugar me dirijo hasta la última mesa en el restaurante. Mi hermano, con ese porte elegante y atractivo, atrae un par de miradas, pero él ignora cada una de ellas y se centra en el paisaje exterior. Luce pensativo, mucho más relajado. Y tan pronto como sus ojos me ven, una enorme sonrisa adorna sus labios.
—Llegaste a tiempo, ¿todo bien?
Sus brazos me acunan contra su pecho y ese cálido gesto enrojece mis mejillas. Se siente inexplicable.
—Sí, aunque casi llegó tarde
Damián me ayuda a tomar asiento, antes de mostrarme su dudosa y preocupada expresión.
—¿Por qué?
—Me caí justo cuando estuve a punto de subir al ascensor, dentro había un hombre barrigón y ni siquiera fue capaz de ayudarme —refunfuño—. Además, creo que perdí el hábito de usar tacones
—Pues para evitar accidentes no es necesario vestir tan elegante para nuestros almuerzos, hermanita
—Lo sé, pero… Mira este lugar, es tan malditamente lujoso. Inclusive huele a perfume caro y yo solo uso colonia de limón
—¿Te sigue gustando esa clase de colonia? Pensé que ahora serías amante de los frutos rojos
Niego, ofendida.
—Son excelentes para los perfumes o cremas aromáticas, pero no para mí. Mi colonia a limón es irremplazable
Sus ojos brillan antes de añadir.
—Sigues siendo la misma —susurra
—¿La misma niña llorona?
Damián niega.
—No, la misma pequeña y adorable niña que me abrazaba cuando había tormenta. La misma que amaba el pastel de chocolate que le traía después de clases, ¿lo recuerdas?
—Era un pastel hecho por dioses
Reímos, como hace mucho lo hicimos.
—Concuerdo contigo
Y se siente tan nostálgico, sentarme frente a él, ver su tímida y brillante sonrisa mientras hablábamos de algo inusual. Como ahora, recordando los pasteles de chocolate que mi hermano me traía a escondidas después de su horario escolar. Encendía mi pequeña lámpara bajo la cama y abrazando mi peluche favorito lo esperaba. Para minutos después tenerlo a mi lado, con el cabello desordenado, saboreando las pequeñas fresas y el glaseado extra. Riéndonos de algo.
Siendo solo nosotros dos contra el mundo.
¿Qué debía sentir ahora esa pequeña niña al verme tan libre y tranquila?
Podría ver esto, lo pequeño y tímido que era mi mundo antes de crecer. Antes de siquiera aceptar que ya no estaba sola y que todo lo malo podía desaparecer cuando un rayo de luz atravesaba tu coraza.
Segundos después, evaluamos el catalogo de bebidas y postres. Mientras que mi hermano prefiere un capuchino y un pedazo de pie de limón, yo elijo un enorme trozo de tartaleta de fresa acompañado de un fresco vaso de jugo de fresa.
Aunque en estos momentos quisiera beber la más grande botella de agua.
—¿Cómo se encuentra Almond? —inquiere, interrumpiendo mis pensamientos y bebiendo de su capuchino con elegancia
—Mucho mejor, creo que estará en el hospital unas tres semanas más, los doctores quieren que recuperé sus fuerzas por completo y la herida sané. Eso también implica un largo proceso de alimentación, pero el sistema de los alienígenas funciona diferente al de un ser humano. Estoy segura que se recuperará pronto
Ve sus ojos dudosos, siento la calma en los lentos movimientos de sus dedos sobre la porcelana. Es como si volviéramos a ser vulnerables tan solo por un momento.
—¿Y cómo te sientes con todo esto?
—Bien, no te preocupes por mí. Yo estoy siendo muy fuerte…
—Sabes que no es necesario mentir, Irina
—No lo estoy, me siento mucho mejor viendo como lo asfixiante ha pasado. Además, todavía tenemos que hablar de ti —Damián lame sus labios, nervioso
—¿Qué quieres que te diga?
—¿Cómo te sientes?
—Mejor
—Sin mentir —regaño y pronto ríe
—Bien, bien, tú ganas. Me siento algo triste, es un proceso difícil
—Bueno, no he pasado por un divorcio así que no sé qué decir al respecto, pero… —me detengo, tomando un profundo respiro
—Tal vez que pasarás más tiempo conmigo
—¿De verdad quieres que diga eso? —Damián asiente, entusiasmado—. Bien, pasaré más tiempo contigo, hermano
—Añade algo más
—¿Qué cosa?, ¿qué eres el mejor del mundo o qué eres el hombre más guapo del universo? Porque si es así, tendríamos dos postulantes para ese puesto
Damián abre los labios, se nota su sorpresa y mis sonrojadas mejillas son la propia evidencia de que no estaba lista para decir algo así. O, mejor dicho, para confesarlo.