Mi chico de las estrellas

28⋆.˚ Noche de películas

꒰ Almond ꒱

Más tarde ese día, un sorpresivo anuncio en la televisión llamó mi atención. En especial a Irina quien casi derrama su café al quedarse atónita mirando la enorme pantalla. Y no podía juzgar su reacción, ¿quién no estaría sorprendido de ver una maratón de Los juegos del hambre?

Tal vez eso me haría terminar la saga con mayor rapidez.

Pensé en la emoción que ese simple anuncio había causado en ambos. Sobre todo, por la inesperada cita que tendríamos está noche. Reunidos frente al televisor, sobre su alfombra favorita con los esponjosos cojines de respaldo, un par de mantas y un montón de chucherías a nuestro alcance. Chocolates, palomitas de maíz, bebidas frías y gomitas de ositos que Irina disfrutaba comer con lentitud.

Todo sería perfecto.

Sentado a su lado, con nuestros hombros rozándose, oliendo su colonia dulce, oyendo sus latidos, contemplando su sonrisa bajo la luz de la gran televisión. Sabía que pasaría la mayor parte de la noche completamente distraído, pero valía cada segundo verla, solo a ella.

—Deja de sonreír, señorito —la voz de Irina me despierta, la encuentro a mi lado, con un vaso extendido y las pequeñas medicinas en su otra mano—. Toma tus pastillas o tu madre acabará por enviarme a algún agujero negro

—Ella no haría eso —susurro con una sonrisa complicada, jugueteando con las pequeñas pastillas en mi palma tras recibirlas

—¿Seguro?

—Digamos que sí, confió en ella. No se atrevería a enviarte al espacio sin un traje espacial o una nave llena de provisiones

Irina ríe tan pronto me escucha bromear, sus mejillas rosadas no brillaban de la manera en como sus curiosos ojos lo hacían. Era como ver todas las galaxias reunidas en ellos, dispersos entre el polvo cósmico y las llamativas estrellas. Desearía poder describir, con todas las palabras posibles, lo hermosa que lucía.

De repente el aire tibio se atascó en mi garganta y la respiración se cortó de forma repentina. ¿Qué me estaba pasando?

Tosí e Irina dejó de reír, para mirarme con sorpresa.

—¿Tragaste las pastillas sin agua?

—Oh —gruñí—. Creo, creo.. Sí

Ella suspiró pesadamente.

—Almond —refunfuño y extendió el vaso de agua que debía tomar antes de lograr una muerte segura—. Bebe despacio, no me ocasiones un ataque nervioso ¿entendido?

Tras recuperar el aliento y pasar el medicamento sin ningún percance, su expresión se suaviza y volvió a sonreír. Noté el alivio en su mirada.

—Listo. Lo siento

—¿Mejor? —pregunta, ignorando mi disculpa—. Procura no volver a distraerte, Almond. ¿En qué tanto pensabas?

En tus ojos.

En ti.

—En que quiero comer mucho chocolate está noche

Ella me lanzó una incrédula mirada, con aire gracioso y comprensivo.

—Yo también, pero no exageres. Esa caja de chocolate debe ser repartida entre los dos

—¿En dos?, ¿lo repartiremos con una tijera?

—No, graciosito. De 48 bombones, 24 son tuyos y los otros 24 son míos. Así quedamos empatados y sin contratiempos de por medio. Es un modo fácil de evitar peleas

—¿Y qué pasa si quiero más de 24?

Irina cruza los brazos, desafiandome con la mirada.

—Primeramente, ¿por qué deberías tener más de 24? Recuerda que en tu estado no es bueno comer mucho dulce

—Es noche de cine —me quejó

—Lo comprendo, pero tu salud es primero. Así que no te quejes y quédate con esa cifra o… Te quito 10 bombones como castigo ¿quieres eso?

—No, prefiero un desafío

—¿Un desafío para obtener más chocolates? —inquiere, asiento completamente seguro de mi respuesta—. Presiento que eres un glotón

—¿Glotón? No, solo me gusta el chocolate

Y enrojecí sintiéndome tímido y pequeño. Existían algunas cosas que no podía admitir frente a ella, pero era inevitable. Mis palabras fluían como el agua hacía los ríos, Irina hacía que todo se volviera tan simple y cálido.

—Claro, te gusta el chocolate —su respuesta fue suave, me dejó perplejo la forma en que su desafiante mirada desaparecía por un sentimiento inusual. Sorpresivamente sacudió sus manos por el polvo invisible y tomó el vaso vacío—. Apagaré la luz, tramposo

Reí.

Y pude ver la comisura de sus labios elevarse en medio de la oscuridad.

El sonido de los cojines se oyó por un prolongado tiempo y ya acomodados sobre la alfombra se instaló un misterioso silencio entre los dos. Me sentí asombrado de mi creciente manía por escucharla, mirándola de vez en cuando, deseando que ella dijera algo o, mejor dicho, buscando la manera de iniciar una conversación.

Me obligué a retroceder, confundido. ¿Acaso había dicho algo fuera de lugar? Tal vez no debí bromear sobre el desafío de los chocolates.

Podría ser la causa más efectiva para que Irina no dijera ninguna palabra y se concentrará en los anuncios que llenaban el espacio informativo del canal, pero no estaba completamente seguro. Era una tontería pensar en tantas inseguridades, porque todas ellas se instalaron en mi cabeza mientras seguía escuchando solo su respiración.

—Demonios… —refunfuñé, demasiado alto para mi gusto

—¿Quién te enseñó tal lenguaje, Almond? —pregunta sorprendida

Visualizó sus ojos rápidamente, bajo las únicas luces que nos acompañan.

—Fue Max

—Era de esperar que él te enseñará ese tipo de palabras —comenta, con un deje de humor

—¿Son palabras prohibidas?

—Algo así, es solo que no te veo expresándote de esa forma. Pero si quieres hacerlo, está completamente bien, Almond

—No, ahora me arrepiento de haber dicho eso

Irina rueda los ojos, sin romper el aire gracioso y tranquilo.

—Bien, bien, entonces ¿qué otras palabras te enseñó Max?

Abró los labios, sorprendido por mis propios pensamientos.

—Son difíciles, es mejor no responder esa pregunta. Creo que él tiene un largo vocabulario y prefiero no imitarlo, al menos que sea necesario




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.