Mi chico de las estrellas

33. Para siempre

Almond

En realidad no habría ninguna cena. Y me costó mucho convencer a Damián de que siguiera al pie de la letra está mentira. No muy convencido se detuvo a interrogarme durante más de una hora, cada una de sus preguntas buscaba afirmar mi promesa de que no sería capaz de lastimar a Irina. Y había hecho más que un juramento, le conté mis sentimientos por ella, lo que provocaba en mi corazón y en cada rincón de mi alma, lo que significaba su llegada a mi vida.

Tras un silencioso asentimiento de cabeza, Damián aceptó sin refutar.

Así que finalmente el día llegó. Irina miraba a la distancia, contemplando los grandes edificios y escuchando con atención el bullicio nocturno que nos rodeaba en aquella carretera. Sonreía, con su cabeza recostada en mi hombro.

Su perfume volvió a endulzarme, tranquilizando mi inquieta postura.

¿Cómo no estar inquieto? En tan solo unos minutos estaría a sus pies, con ese brillante anillo queriendo robarse la atención de sus ojos, contemplando esa mirada tierna y aquella pregunta derritiéndose en mis labios. Debía volver a pensar en las miles de palabras que deseaba contarle a mi amada Irina en nuestro camino. Y esperaba no olvidar nada.

Rogaba que fuera así.

Anoche el espejo de mi habitación fue testigo de mi nerviosismo. Imagine a Irina frente a mí, tan bonita como siempre, esperando a que dejara de guardar silencio. Me moví con cautela y di un respiro cuando estuve de rodillas ante ella. Mi corazón habló en ese instante, Irina sonrió y la gran pregunta se hizo escuchar, pero la ansiedad me mantuvo despierto toda la noche. Fue el ruido del reloj mi único compañero.

Cada instante que vagaba dentro de mi propia imaginación, valió la pena. Fue reconfortante.

Observé a la preciosa luna, brillando sobre el despejado cielo, agradecí su esplendor en está noche tan especial. Le sonreí esperando que entendiera mis sentimientos y volví a inhalar el aire fresco preparándome para nuestra fortuita llegada.

Damián giró con delicadeza el timón adentrándose en una tranquila calle y con una corta mirada desde el retrovisor se detuvo frente a la pintoresca casa de mis padres.

—Hemos llegado —comentó, con aburrimiento. Aunque sonaba más a una advertencia de su parte—. Es tu turno, Almond

—Graci…

—Pero si lo arruinas, si algo sale mal, si te atreves a lastimar a mi hermanita, hoy te enviaré de vuelta al espacio sin traje ni una nave espacial. Lo entiendes ¿verdad?

Solo atine asentir ante su abrupta, y amenazante, interrupción.

Damián desaparece por el sendero de piedra y el aire dentro del auto se vuelve aún más denso. Debía ser porque la interrogante mirada de Irina no dejaba de escudriñar mi rostro. Y esperaba que mi nerviosismo no fuera demasiado evidente.

Suspiro, no sería tan difícil decírselo. Jugueteo con mis dedos, esperando no ser regañado.

—Es una sorpresa, no puedo revelar más información

—¿No era está una cena?

—No, bueno sí, pero eso sucederá después de… algo

Irina cruza los brazos, con evidente sospecha.

—¿Esto es una trampa de tu parte? —inquiere

—Es, mejor dicho, una sorpresa

—Entonces… ¿Lo planearon todos ustedes?

—Sip, todos nosotros. Ha sido un trabajo en equipo

—¿Hasta tus padres, mi hermano?, ¿Yen?, ¿Max? —susurra, completamente asombrada. Asiento con lentitud—. ¿Por qué planearon esto?

—Ya te lo dije, es una sorpresa

—¿Vas a regalarme un monumento?

—¿Monumento?, ¿eso es lo que deseas de regalo? —Irina ríe y mi corazón se desborda por su ternura

—No, es una broma. Lo siento, quería romper el hielo

—Eres realmente buena para las bromas

—Creo que es un talento oculto

Ella luce relajada y yo tan nervioso.

Toma mis manos con delicadeza, sus dedos se entrelazan con los míos y un profundo suspiro se derrite en mi boca ante su tacto.

—Está bien, tú ganas. No preguntaré más, ¿ahora me llevas a ver mi sorpresa?

—Por supuesto, pero no seas impaciente ¿sí?

—¿Por qué?

—Quiero ir paso a paso

Ella no dice más, me regala una de sus traviesas sonrisas antes de alejarse por la puerta. Cuando finalmente estamos fuera del auto, bajo el estrellado cielo azul y aquel frío viento acariciando nuestras mejillas, es el enorme jardín el encargado de robarse la atención.

—Esto es completamente hermoso…

—Lo sé, es el jardín amado de mi madre —susurro—. Ella misma ha cultivado cada flor que ves aquí, se guío de varios jardineros especializados. Sin embargo, solo pidió consejos. Es un gran logro ¿no lo crees? Deseaba que al llegar te sintieras en el paraíso

—Hizo un gran trabajo. Tu madre es sorprendente

—Igual que tú

Irina ríe con dulzura.

—Coqueto

Vuelvo a sostener su mano y la guío con delicadeza por el camino planeado.

Nos recibe pronto la soledad del lugar, se escuchan las ramas de los árboles crujir en cada corriente de aire. Entre ellas, enredadas con precisión, pequeñas luces cuelgan alumbrando aún más el jardín. Irina se derrite ante lo que ve murmurando anonadada.

—Son como pequeñas luciérnagas —susurra

—Estaba seguro que te gustarían

—Gracias, Almond

—No me agradezcas, siempre voy a estar dispuesto a todo por ti —ella se estremece, en silencio, sin dejar de sonreír—. ¿Quieres saber algo más?

—Por supuesto

—No solo estoy dispuesto a hacerte feliz, quiero ser tu confidente, tu amigo, tu amante, absolutamente todo. Aún más deseo sostenerte cada vez que me necesites. Anhelo admirar tu bonita sonrisa por las mañanas, escuchar tus historias por las tardes y luego soñar contigo por las noches mientras te tengo entre mis brazos

—Eso es tan dulce

—Creeme, quisiera describir cada cosa que deseo hacer por ti

—Tenemos mucho tiempo ¿no? Y, aunque se acabé el día, mañana, pasado, en un mes, el tiempo no se acabará para nosotros




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