Mi Conocido Esposo.

INTRODUCCIÓN

— ¡No quiero salir, Eve tiene que entenderme, yo nunca la traicionaría de esa manera! —. Grito tratando de zafarme del agarre de mi suegro que me arrastra con él fuera de la habitación.

—Gabriel hazme caso hijo, tú vas a ver que Salvatore le cuenta todo y ella te va a creer después.

— Pero señor Rossi, Eve y yo prometimos que nos escucharíamos primero antes de sacar conclusiones erróneas. Ella confía en mí. Debe haber visto cuando yo la empujé lejos de mí a esa desgraciada.

— Lo sé hijo, pero aun así. Con los miedos de Eve, ya sabes.

— Ella ha cambiado mucho. Es otra.

—Mejor vamos a tomar un café.

— No, no quiero moverme de aquí. En estos momentos, no me va a pasar nada por la garganta créame.

— ¿Qué hacía esa mujer aquí? ¿Salvatore dijo que también estuvo con él?

— Si, la conoce como María y se acostaban.

— ¿Se acostaban?

— Sí, eso fue lo que dijo Salvatore, que ella se le metía en la cama estando conmigo. Y al parecer Bambilla, la recogía todos los días en la escuela. ¿Cómo pude ser tan ciego?

— A lo mejor, no estabas realmente enamorado de ella Gabriel. Más bien te gustaba su compañía, puede ser que llegara en un gran momento de soledad para ti y ella llenó ese vacío.

— Si, eso mismo fue. Yo más bien sentí, que ella llenó un gran vacío que dejó mi madre al morir. Nunca tuve celos de ella, ni deseos de ir más allá de los besos. Tampoco me molestaba si dejaba de verla por días, podíamos estar hasta un mes sin besarnos.

— Pues hijo, eso no era amor. ¿Qué diferencias sientes ahora con Evelin?

— Con Evelin, es todo tan distinto. Muero por besarla, por verla, por abrazarla y cuidarla. Cualquier cosa como esta de ahora, siento que mi corazón quiere salir de mi pecho asustado por perderla. La amo, con todo mi ser señor Rossi.

— Me alegro de que sea así hijo. Me parece que Eve está despertando ya, vamos a escuchar que dicen.

Nos acercamos a la puerta, no sé que hacer, estamos parados aquí afuera.  Escuchando la conversación de mi Eve, con Salvatore. Mi suegro y yo, sonreímos al escuchar lo que dice, estamos a punto de entrar, cuando escuchamos los gritos de Salvatore.

 

— ¡Gabriel, Gabriel, señor Rossi, algo le pasa a Evelin!

 

 

 




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