Mi Conocido Esposo.

ENCUENTROS

— ¿Gabriel D´Alessi?

—Él mismo, ¿quién pregunta?

—Mi nombre es Morelli, y mi compañero es Colvati. Somos amigos de Franco, su padre—. Gabriel los mira, nunca los había visto antes, tampoco escuchó a su padre mencionarlos.

—Disculpen señores — dice poniéndose de pie — pero mi padre, nunca me habló de ustedes.

—Si, lo sabemos. Pero, debido a lo acontecido con su padre, nos vemos en la imperiosa necesidad, de contactar directamente con usted.

—¿Lo acontecido con mi padre? ¿A qué se refiere? ¿A su muerte?

— No señor D´Alessi, no a su muerte, sino, a la forma en que murió.

—Señores, me van a disculpar, en estos momentos están operando a mi esposa, no tengo cabeza para nada más.

—Lo entendemos, ¿puede solo darnos quince minutos de su tiempo?

—Está bien, tomen asiento. ¿Primero díganme, de donde conocían a mi padre?

—Su padre, era miembro de nuestra organización secreta los Carbonari.

—Un momento. ¿Ustedes son, con los que mi padre se reunía los sábados en nuestra casa?

—Si señor.

—Muy bien, ¡¿En dónde estaban, cuando le hicieron todo eso a mi padre, durante toda una semana?!—. Grita Gabriel fuera de control.

—Cálmese señor D´Alessi. Tratamos de encontrarlo antes, pero no pudimos. Porque lo tenían, en el sótano de su casa. Nosotros fuimos, quienes lo rescatamos y lo llevamos al hospital, pero ya era demasiado tarde.

—¿En el sótano de mi casa? ¿En ese que está en el ala sur?

—Sí, ese mismo. Matamos a quienes lo estaban torturando, pero no pudimos averiguar hasta hoy, bajo de quien estaban trabajando.

—¿Hasta hoy? ¿Quieres decir que ahora si saben?

—Sí señor, son los mismos, que están tratando de destruir tu empresa, tenemos a dos de ellos.

—¿A quién tienen?

—A Esposito, que fue el que contactó a los asesinos que le hicieron eso a tu papá, y a Marino, que es el que más dinero ha sacado de tu empresa.

_ ¿Tienen pruebas que son ellos? Necesito, pruebas para llevarlos a la justicia.

—¿Eso es lo que quiere señor, llevarlos a la justicia? Nosotros, tenemos otros métodos de hacer justicia.

 —No, no quiero ese tipo de justicia. Si en verdad son amigos de mi padre, ayúdenme a desenmascararlos y sacarlos de mi empresa. También a Ricci, y su hija, a Bambilla y su mujer.

—Muy bien, eso haremos. Otra cosa Gabriel, ten—. Dice alargándole un sobre.

—¿Qué es eso?

—Es algo, que dejó tu padre con nosotros para ti.

—¿Mi padre dejó eso con ustedes? ¿Por qué?

—Es algo que hacemos, en nuestra organización. Guardamos cosas, para nuestros familiares, cuando no estamos. Tómalo, es de tu papá. Ahora nos vamos, cuidaremos de ustedes en honor a tu papá Gabriel. Si algún día, te interesa acercarte a nosotros, dentro hay un número, solo llama y di quien eres.

 

Los ve alejarse, mientras sostiene el sobre en las manos.

No entiende, por qué aparecieron ahora.

Hace muchos meses, que murió su papá.

¿Por qué vinieron ahora?

Abre el sobre para descubrir una llave, y una tarjeta de una caja de seguridad en un banco. Lo dobla y se lo guarda en el bolsillo, justo a tiempo, para ver al señor Rossi que sale sonriente del salón.

 

—¡Gabriel, todo fue un éxito! ¡Salió muy bien Eve, apenas le pusieron anestesia, y la operaron rapidísimo! Me demoré, porque empezó a despertar. ¡Ya está despierta, Gabriel quiere verte!

—¡¿De veras, mi Eve salió bien?!

—Si hijo, dale entra, es en esa habitación de la derecha. Toma, ponte esto. Es el salón de recuperación, pero muy pronto la vamos a sacar. ¿Salvatore se fue?

—No, salió a comprar café, pero se ha demorado un poco.

—Está bien, lo voy a esperar. ¡Gracias a Dios, que mi Eve está fuera de peligro! Pero dale apúrate, está desesperada por verte.

Gabriel se ha puesto todo un traje verde, que lo cubre todo, entra a donde le indica su suegro. Atraviesa la puerta, una enfermera le hace señas hacia donde debe ir, al entrar a la habitación, ve a Evelin todavía con oxígeno, ella le extiende una mano al verlo. Gaby corre la coge y se la besa.

—¡Gracias Eve, por estar bien, gracias por confiar en mí!

 —Acércate amor, me duele mi garganta, dice papá que es de la intubación.

—Sí, seguro que es de eso. ¿Cómo te sientes?

—¿Por qué preguntas eso? ¿No ves que estoy adolorida? ¿Te lavaste bien la boca?

 —¿Si me lavé bien la boca?

—¡Sí, te besó esa serpiente venenosa! Vete al baño, y lávate bien antes de besarme.

—Disculpa Eve, que no reaccionara a tiempo. Pero en verdad, quería estrangularla. Espérame, ya me lavo ahora. Ni cuenta me había dado linda, por el susto que me llevé cuando te desmayaste.




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