¡Suficiente! Gritaron mi corazón y mi cerebro al mismo tiempo, por fin estaban de acuerdo.
Mi decisión está tomada, renunció a tí. Tú me dices que no aceptas mi decisión, que yo nunca te amé. Y pensar que yo nunca deje de amarte, solo deje de insistir en algo que me está matando.
Me diste seis meses hermosos, llenos de esperanzas, lleno de besos, abrazos y cariños. Me enamoradas con cada palabra que salía de tu boca.
Al séptimo mes, tuvimos nuestra primer discusión, lloré incondicionalmente. Aquél día de nuestro cumpleaños y al día siguiente, sentía que me derrumbaba si no tenía a mi lado. Tú sabías que me tenías a tus pies, abandoné mi rutina de cada día, deje de lado mis actividades, amistades, deje de cursar y por si fuera poco reducir mis horarios laborales. Deje mi vida, solo para complacer te y estar más tiempo a tu lado, me entregué muy rápido a tí, y eso lo sé ahora, pero tú lo sabías desde un principio.
Me usaste y me moviste como una marioneta a tu beneficio.
Te hiciste el enojado y ofendido, para que yo me sienta culpable. Decidiste irte te viajé, con un amigo y una amiga. Aquellos días que estuviste fuera de la ciudad, yo me quedé encerrada en casa, atenta al celular, esperando mensajes nuevos tuyos. Tus mensajes llegaban a la madrugada, reproches y excusas.
Al pasar dos semanas, volviste a la ciudad, nunca supe que habías hecho ó que podrías haber pasado en esos días que te fuiste, solo se que volviste y estabas muy contento y alegre. Eso fue lo único que me importó.