Mi Desconocido Esposo.

2. EL DOLOR DEL PASADO QUE RESURGE

Decidí mantenerme oculta y escuchar hasta el final la conversación entre ellos, necesitaba saber hasta qué punto había sido engañada. Con el corazón roto y la confianza hecha añicos, continué escuchando desde mi escondite.

— ¡No es por eso! ¡Ella es muy buena chica! —siguió alegando Miranda y casi estaba convencida de que en verdad era mi querida amiga. Pero lo que siguió hizo añicos mi corazón. — Pero no te voy a negar, que también me agrada que me miren más a mí que a ella, ji, ji, ji...

— ¡Lo sabía! —exclamó Rusell, sintiendo que no estaba solo en su farsa de engañarme. — Yo estoy con ella porque me interesa su dinero y que me haga los trabajos. Mis notas han subido mucho desde que ella las hace.

Me quedé petrificada. ¿Qué dinero? Si nosotros vivíamos con lo mínimo que se ganaba mi padre en su trabajo en el hospital, casi sin dormir por las horas extras para ganar lo suficiente para no pasar hambre y pagar el alquiler, mi educación y todo lo demás. ¿De dónde había sacado la idea de que éramos adinerados? Me preguntaba mientras escuchaba a Miranda rectificarlo.

— ¿De qué hablas? La familia de Evelin no es rica.

— ¿No? —preguntó Rusell, confundido e incrédulo. — ¿Y ese carro de último modelo que tiene su papá? ¡Es carísimo!

— No lo sé. Pero te puedo asegurar que no son ricos. Ella vive con su papá en un apartamento en las afueras y pasan muchas dificultades, soy testigo de eso —siguió hablando Miranda— muchas veces le he tenido que dar mis sobras del almuerzo porque ella no ha traído.

— ¿Estás segura de eso? —preguntó todavía incrédulo Rusell, con un deje de desilusión en su voz. — ¿Quieres decir que he hecho el ridículo con esa gorda por nada?

— ¡Ella no es gorda, Russell! —protestó Miranda, pero soltó una risa.

No podía creer lo que escuchaba. Finalmente tenía la respuesta a mi pregunta sobre por qué el capitán del equipo de fútbol, el chico más popular y deseado de la escuela por todas las chicas, se había fijado en mí, la insignificante chica con frenillos en los dientes y a quien todos veían como gorda y despreciaban. El motivo era el dichoso carro de mi papá.

—¡Si lo es! —argumentó Rusell— ese cuerpo de ella no me gusta para nada, y es baja, es fea, con esos espejuelos que usa, y los puentes en los dientes. Sin añadir, que parece que nunca se peina, siempre trae ese cabello alborotado, metiéndoseme por todas partes. Nunca he podido besarla, porque me da asco —terminó de escupir todo lo que realmente pensaba de mí, lo cual me hizo un gran daño.

 Hasta ese momento, nunca antes nadie se había referido a mí de esa manera ni me había despreciado tan cruelmente por mi apariencia física. Sentía que me estaban destrozando mi autoestima, haciendo que me hundiera cada vez más en la desesperanza y la desilusión.

 Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mientras escuchaba esas palabras hirientes. Me sentía vulnerable y expuesta, como si todas mis inseguridades se hubieran confirmado de repente. ¿Era realmente tan fea como decían? ¿Era solo un objeto de burla y manipulación para aquellos que se suponía que me amaban?

 Mi corazón se llenó de un profundo dolor y tristeza. Me sentía traicionada por aquellos en quienes confiaba, por aquellos que deberían haberme protegido y amado incondicionalmente. La imagen que tenía de mí misma se estaba desmoronando, y me costaba encontrar algo de valor en medio de tanta crueldad.

— ¡Rusell! ¡No seas tan malo! —seguía para mi asombro defendiéndome Miranda a su manera. — ¡Es verdad que es un poco rara, pero ella no da asco! ¡Tú eres quien me da asco!

— ¿Ahora te doy asco? ¡Cuando te revolcabas conmigo, aunque era el novio de tu mejor amiga, no lo sentías! —la espetó atrás dejándome anonadada por lo último que había dicho como si fuera la estocada final a mi sufrimiento. El dolor que sentí ante la traición de ambos fue abrumador, apenas podía respirar. 

— ¡Suéltame, nunca más quiero volver a verte! —dice Miranda y se marcha, seguida por quien creía que era mi novio.

Salgo de mi escondite con el rostro empapado de lágrimas. Aunque en cierto sentido, Miranda ha sido mi mejor amiga desde que éramos niñas, no puedo ignorar el hecho de que se ha acostado con quien supuestamente es mi novio. Después de dos horas de llorar desconsoladamente, me dirijo a casa, donde mi padre ya estaba a punto de llamar a la policía debido a mi tardanza.

— ¿Qué te pasó, Eve? —grita corriendo hacia mí y al ver mi rostro descompuesto, me abraza contra su pecho— Ya estás en casa, hija mía. Ven, siéntate y cuéntame todo. Papá te ayudará.

Sí, ese es mi papá. El hombre más comprensivo cuando se lo propone. Me ha criado él solo desde que era muy pequeña. Mi madre desapareció cuando tenía dos años y nunca ha vuelto a aparecer. Papá nunca habla de ella y no tengo ni siquiera una foto suya. No tengo idea de quién pueda ser.

 Le cuento todo lo que me ha sucedido en un torrente de lágrimas. Le explico lo que Miranda y mi supuesto novio me hicieron, cómo me traicionaron y cómo me siento destrozada. Al final, le hago una petición.

— Papá, ¿podemos irnos hoy mismo a otra ciudad donde nadie me conozca? No creo que pueda seguir asistiendo a esa escuela.

Mi padre me mira con ternura y comprensión en sus ojos. Sabe lo mucho que me duele todo esto y está dispuesto a hacer lo que sea necesario para protegerme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.