No sabía qué hacer, estaba divida en demasiadas funciones mientras Fabio, mi esposo, se encuentra aplastado viendo el televisor.
Creo que solo necesito concentrarme en realizar las tareas hogareñas, pero no sé por dónde empezar. Tengo que lavar los platos del desayuno, lavar la ropa, limpiar la casa, hacer mercado, en fin.
En momentos así quiero llorar, quiero tener un poco de tiempo para mí, para poder reunirme con mis amigas en otro lugar que no sea el trabajo, quisiera que mi esposo me ayudara con las tareas del hogar, quisiera que mi esposo fuera comprensivo, amoroso, detallista, quiero que vuelva a ser conmigo el de antes, pero ya no sé cómo se logra eso. En realidad, estoy molesta, aburrida y cansada de él.
Trato de hacer lo que puedo rápidamente para que el día me alcance y poder descansar, mañana tengo que trabajar temprano.
Cuando termino de hacer todo, me dirijo a la sala para hablar con Fabio, lo veo muy concentrado en el televisor, tanto que no se da cuenta de que estoy justo a su lado.
Carraspeo con la intención de que me note, pero la mirada que me da no me gusta para nada, esa mirada siempre me hace bajar la cabeza, siempre que me mira como lo hace me siento poca cosa.
—¿Ahora que quieres? —pregunta enojado.
—Ammm, voy a ir al supermercado, ¿vienes conmigo? —aunque sabía su respuesta, no perdía nada con preguntar.
—No iré, estoy ocupado, ¿no ves? ¡Ah!, y al mercado incluye algunas botanas, vendrá mi hermano a visitarme.
—¿Erick va a venir?, ¿porque no me dijiste antes para preparar algo especial y recibirlo?, también para poder arreglarme estoy toda hecha un desastre—es terminar de decir eso y Fabio suelta la risa.
—Mujer, pero si tú eres el desastre, siempre estas espantosa, tan solo mírate, no sé en qué momento te pusiste tan fea.
—No sé por qué siempre me dices palabras tan horribles, ¿qué necesidad tienes de decirlas Fabio?, ya sé que no me ves nada atractiva, ni bonita. Estoy descuidada, pero todo es por ti, cuando me arreglaba igual no era suficiente, te daba igual.
Estaba al borde de las lágrimas, me sentía mal conmigo misma, pero más me dolía que las palabras de alguien más me acuchillaran por dentro.
Tras atender su teléfono y enviar un mensaje, se levantó del sofá y dice:
—Escucha, mi hermano acaba de llegar así que más te vale dejar de llorar y atiéndelo como debe ser.
Solo asentí, me fui al cuarto para lavarme la cara y ver si podía arreglar un poco el desastre que soy, pero cuando me vi al espejo me di cuenta de que la mujer en la que me había convertido no tenía arreglo. La verdad es que me sentía muy fea, sentía hasta inseguridad de verme al espejo, no era nada comparada a como era antes.
Así como estaba fui directo a la sala para saludar a Erick, mi cuñado, mi ex novio y mejor amigo de infancia. Solo me atreví a asomarme primero antes de hacer acto de presencia, jamás esperé verlo como está ahora, la última vez que lo vi era un flacucho y ahora que lo veo nuevamente es un tipo totalmente diferente e impresionante, pero con el rostro angelical que lo caracteriza, eso sí que no ha cambiado mucho.
—¿Y Livi? —escuché a Erick preguntar por mí, sentí como mi corazón se aceleró de inmediato.
—¿Aún la llamas así?
—Sí, ¿qué tiene? Se pudo haber casado contigo, pero el trato entre ella y yo no ha cambiado.
—Ya veo, da igual, seguro está arreglando el desastre que es ahora para venir a saludarte.
Odiaba en estos momentos a Fabio.
—Acabas de llamar a tu propia esposa… ¿desastre?
—Si, ella es… no sé como explicarlo en estos momentos, es horrenda y…
—Si vuelvo a escuchar salir de tu boca esas palabras tan denigrantes, juro que no te quedará ni un diente con el que puedas volver a sonreír.
Después de la clara amenaza de Erick solo se escuchaba silencio, me daba vergüenza verlo por cómo estaba vestida ahora, pero me llené de valor para poder saludarlo.
Solo di pocos pasos cuando su mirada se posó en la mía, de inmediato su espectacular sonrisa se hizo presente y no me quedó de otra que bajar la cabeza rápidamente.
—Ahí estas Livi…
Y ahí estaba Erick con su impresionante altura y porte, no pude evitar sonreírle como lo hacía antes.
—Hola Erick, sí que estas… cambiado.
—Sí y tú también lo estás—no esperé jamás de él un abrazo, pero cómo lo necesitaba.
—Olivia porqué mejor no vas y nos preparas de comer, tengo hambre—nos interrumpe Fabio con cara de pocos amigos.
Me separé de Erick sin decir nada y caminé en dirección a la cocina, ni siquiera pude interactuar con él, tengo muchísimo tiempo sin verlo y verlo fue como volver a respirar.
Estaba cortando un poco la cebolla cuando Fabio entró a la cocina, lo miré y se veía furioso.
—¿Puedes apurarte?, tengo hambre.
—Sí, en un momento les llevo algo.
—Y deja de abrazar a mi hermano, ¿o es que te sigue gustando?
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Editado: 07.01.2025