A la mañana siguiente sentía los besos de Erick en mi mejilla mientras me apretaba más contra él. No pude evitar sonreírle y mirarlo con amor.
—Buenos días, bella durmiente.
—Hola amor, creo que despertar así me va a encantar.
—Me puedo acostumbrar a esto fácilmente—observa mi rostro a detalle y dice—: hoy amaneciste super hermosa.
Sus palabras me sonrojan y él lo sabe, deja un casto beso en mis labios y se levanta de la cama como Dios lo trajo al mundo. Verlo caminar libremente por toda la habitación va a ser mi parte favorita del día.
Veo la hora y me levanto apresurada, solo tengo dos horas para llegar al aeropuerto. Salgo de la habitación para bañarme en el cuarto que estoy ocupando para adelantar, porque si me ducho con Erick no viajaré.
Salgo de la ducha prácticamente corriendo, me seco y me visto con lo primero que encuentro, un vestido ligero amarillo con diminutas flores de colores, tenis blancos y una chaqueta de jeans. Recojo mi cabello en una coleta alta con varios mechones fuera de ella, aplico un poco de corrector en mis ojeras, rubor líquido y difumino muy bien todo, sello con polvo suelto y en mis labios aplico un bálsamo con color.
No es como me gusta maquillarme ahora, pero a falta de tiempo tengo que resolver. Consigo mi perfume luego de buscar muy bien en mi cartera y lo aplico.
Cuando salgo de la habitación, Erick está frente a ella con una taza de café en la mano y un sándwich.
—Ni creas que vas a viajar sin comer absolutamente nada.
—Me encanta que me cuides—recibo la taza de café y el sándwich sonriente, para luego dejar un beso en sus labios—. Debo irme amor, lo comeré en el camino.
—Está bien. Te llevaré, ve caminando al auto.
—ok, señor mandón—me rio.
Erick viene detrás de mí con mis dos maletas, se siente bien tenerlo conmigo, me abre la puerta del copiloto para que suba y la cierra con cuidado. Por el espejo retrovisor veo como mi guapo novio coloca las maltas en la maletera y luego sube para poner el auto en marcha.
Vamos bien hasta que rompe el silencio.
—Amor he notado cómo te jodes en el trabajo, veo que son muchas horas y el pago no es muy bueno.
—Si pues, pero no he buscado otras opciones. Es lo más seguro que tengo por decirlo así y…
—Liv, creo que estas desperdiciando tu tiempo y tu vida en un trabajo donde tu jefe no te da ni las gracias por las horas extras que haces casi todos los días. Creo que puedes emprender, antes te encantaba hornear y escribir, ¿qué pasó con eso?
—Lo dejé, antes no tenía ni tiempo para mí, entre este trabajo y el inútil de tu hermano me consumía más. Además, no sentía tener un apoyo y a Fabio le detestaba verme haciendo lo que me gustaba.
—Livi, yo soy tu apoyo ahora, sabes que cuentas conmigo. Me encantaría verte haciendo lo que tanto te gusta. Piénsalo en todo este tiempo que estarás por fuera, prométeme que lo harás.
—Sí, lo voy a pensar, te lo prometo—expresé convencida.
—Eso me gusta, esa es mi chica.
Cuando llegamos al aeropuerto tuve que moverme rápido para hacer el check-in, menos mal no había tanta cola, pero debía despedirme de Erick.
—Amor llegamos algo tarde, estoy triste, quería quedarme un ratito más contigo.
—Ahora es cuando tendremos tiempo hermosa. Te voy a extrañar—me abraza fuerte y tras dejar un beso en mi cabello dice—: iré a verte pronto, te me cuidas, recuerda que te amo.
—Yo más a ti amor.
Tras fundirnos en un último beso y un abrazo, nos despedimos con la clara promesa de vernos pronto.
Las tres horas de vuelo me dejaron con las nalgas bien dormidas, cansada estoy, pero por toda la noche de sexo ardiente que tuve con mi hombre. No me arrepiento, reviviría una y mil veces esos momentos, pero ya siento extrañarlo como loca y apenas nos hemos despedido.
Mientras iba en el taxi, no paraba de estar nerviosa, no sé cómo mis padres vayan a tomar el verme después de tanto tiempo. Sé que me equivoqué, que no tenía que tomar una decisión apresurada, debía pensarlo, pero ya todo está hecho y no hay vuelta atrás.
Cuando el taxi me dejó en la dirección, cancelé la tarifa y bajé del auto con el corazón latiendo a mil, no puedo negar que tengo miedo de lo que puedan decirme mis padres, de que me rechacen luego de tanto tiempo. Mientras camino a la entrada las manos me sudan y me aferro a las maletas con fuerza, noto que mi madre aun sigue adorando las rosas porque tiene un pequeño jardín en la parte de adelante, toco la puerta varias veces, pero nadie abre y pienso que quizás no estén aquí.
Se me ocurre la idea de ir por el patio y es donde veo a mi madre sirviendo la mesa, mi padre está conversando con dos amistades, un matrimonio adulto como ellos.
No logro pronunciar ni una palabra cuando la mirada de mi padre recae en mí.
—¡Olivia, hija! —exclama mi padre mientras se levanta como cohete.
Mi padre está que no lo puede creer y mi madre no está mejor que él, ambos se acercan a mi y nos fundimos en un cálido abrazo qué me hace llorar.
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Editado: 07.01.2025