Siempre supe que mi vida sería una mierda.
Y siempre supe que mis desgracias vendrían a raíz de mi sangre, ya que de niño mi cabeza estaba infestada de piojos; esos malditos bichos, los detesto.
Desde que tengo uso de razón, la gente me ha dicho que mi sangre es una bendición e incluso un milagro, ya que soy donante y receptor universal, pues mi grupo sanguíneo es ABO Rh nulo, lo que las personas de este mundo llaman:
«Sangre Dorada»
Pero más que ser una bendición, es una terrible maldición.
He sufrido una cantidad de accidentes que es ridícula e irreal.
He donado sangre incontables veces; podría quedarme seco muy pronto.
Incluso, extraños con actitudes sospechosas me han pedido mi sangre, al considerarla, según ellos, una fuente de juventud eterna y un gran manjar.
Nunca los tomé en serio, y eso era todo lo que había pasado, pero...
Pensar que llegaría a este extremo, en el que alguien realmente haría hasta lo imposible por tener mi sangre, es...
Para ponerlos en contexto: actualmente estoy viviendo con mi novio/secuestrador, Steinev, que resulta ser un vampiro.
Lo sé, suena loco, y también puede parecer que sufro del síndrome de Estocolmo. Pero si ustedes vieran a ese hombre, estoy seguro de que no solo me entenderían, sino que también querrían quitármelo; Gatas rompehogares.
Supongo que, para que puedan comprender lo que digo, debemos retroceder unos cuantos años.
~∴Ocho años antes∴~
—¡Despirta, idiota!—
Esas eran las palabras que Leonie, mi mejor y única amiga, me gritaba.
Yo conocí a esa chica en una cata de vinos en Italia hace más de tres años, y desde entonces ha sido mi amiga y la persona que más me complica la vida, pero aún así la quiero mucho, ya que siempre está conmigo y da unos consejos increíbles. ¡No parece que la desgraciada tenga veintitrés años, parece una anciana!
Ella me gritaba y me sacudía de un lado a otro como si estuviera preparando unos malditos huevos revueltos, pero lo hacía porque yo me encontraba desmayado en la barra del bar.
—¡Idiota!—
A pesar de sus esfuerzos por despertarme, seguía sin responder, ya que realmente no podía escuchar a esa imbécil, pero es tan pendeja que no se da cuenta de que la gente borracha y desmayada no puede oír con claridad.
—¡Dagobert, despierta de una vez, maldito alcohólico de mierda!—
Exclamó con todas sus fuerzas mientras me pateaba la pierna, dejándome aturdido.
—Cállate un ratito—
—Estoy ahogando mis penas con alcohol—
Le dije mientras me frotaba la pierna, que me golpeó la muy desgraciada. La hija de puta es fuerte, incluso más fuerte que yo, y tiene la mala costumbre de agredir a los demás con facilidad.
Leonie me dio un golpe en la nuca como si quisiera enviarme al otro mundo, y no, no me refiero al mundo gay porque ya lo soy, sino al mundo de los muertos.
A veces me pregunto si realmente me quiere o si lo que quiere es matarme. Bueno, lo importante es que dio ese gran golpe preciso mientras me reclamaba, como si fuera mi puta madre.
—Entiendo, en serio lo hago, pero... ¡A las 2:36 de la tarde! ¡Eres un jodido alcohólico!—
—¡La hora no importa, Leonie! Siempre es un buen momento para beber—
Tomé mi copa y la vacié hasta el fondo. Hice una seña al bartender para que rellenara mi vaso de nuevo y dirigí mi mirada a Leoni, quien parecía molesta; de hecho, estaba muy cabreada.
Ella tenía sus ojos fijos en mí y ni siquiera tuvo que decir una palabra para que me sintiera presionado a contarle lo que había sucedido. Así que decidí soltarle la verdad; es en serio, ni siquiera puedo tener un solo secreto porque ella siempre se sale con la suya y termina enterándose.
—¡Está bien! Lo diré—
Ella sonrió complacida, pidió un whisky sin hielo y me miró con esa espeluznante sonrisa que tiene. Yo di un trago a mi copa de vino y suspiré.
—Esos tipos raros volvieron a aparecer y a decir sus estupideces. Realmente no me molesta tanto que me aborden en la calle, pero ya me tienen harto—
Con un solo trago vacié mi copa y pedí otra, dejando escapar un suspiro mientras apoyaba mis codos en la barra. Es irónico, porque a mi alrededor las conversaciones son ruidosas, la música del bar retumba y las paredes oscuras parecen resaltar aún más mi desgracia, pero cerca de la barra solo estábamos nosotros dos y el silencio se había apoderado del lugar.
Leoni no decía nada, y al llegar mi copa llena, continué contándole lo asquerosa que había sido mi vida en las últimas semanas.
—Y lo peor es que últimamente hasta me siguen a mi casa, al trabajo y a todos los lugares que frecuento—
Ella me miró y luego dirigió su mirada hacia su vaso, el cual tomó y se terminó de un solo trago. Al golpearlo con fuerza contra la barra, pasó su brazo por mis hombros y me dijo, muy seria
—Eso suena mal. ¿Quieres que me haga cargo de ello?—
Yo simplemente giré los ojos ante tal idiotez, como si ella pudiera hacer algo al respecto. ¿Acaso se cree una gánster o algo así?
—Nah, solo necesito un trago, o mejor dicho, unos cuantos, para poder tranquilizarme—
—Créeme, tu hígado debe de odiarte— Me dijo mientras literalmente me empujaba la cara contra la barra y me quitaba la copa de la mano.
Después de mucha lucha y un gran forcejeo, logré soltarme de su agarre y la tomé del brazo —¿Qué haces? ¡Devuélveme mi querido vino!—
Lamento informarte esto, pero tu copa ha sido confiscada. Después de expresarme esas palabras tan horribles y desgarradoras para mí, se dirigió al bartender y le ordenó que no me sirviera ni una bebida más. Y, como si tuviera control absoluto sobre él o lo hubiera lavado el cerebro, el bartender obedeció de inmediato.