Otro martes con un adiós escrito
Esta época del año era mi favorita, por primera vez en mi vida sentía mi corazón palpitar de amor. Cada martes lo esperaba con muchas ansias, estar en compañía y cerca de él me confortaba, aquel día estaba decidida a expresar mis sentimientos a Stefan; era el nombre de aquel psicólogo. Luego de aquel martes que permanecimos hablando por largas horas, recuerdo que él se acerco a mí y deslizaba sus manos sobre mis largos cabellos, nos mirábamos fijamente a los ojos... esa vez el me confeso su amor. Pero algo extraño sucedió; pude recordar el desgraciado pasado; llegaron a mi memoria imágenes como ráfagas, haciendo esto repudiar que me tocase... sin pensarlo yo corría hacia la cabaña, podía oír sus pasos apresurados detrás de mí, con una voz preocupada; gritaba ¡Espera! yo envuelta en lagrimas le dije que se marchara... Esa vez no pude evitar el miedo; comenzaron a llegar recuerdos de muchas viejas cosas dolorosas y el pasado robó nuevamente mi felicidad.
Al anochecer la oscuridad inundaba mi habitación, el fantasma que siempre me perturbaba se encontraba junto a mí, nuevamente, tal vez ya no me asustaba su aparición porque era algo habitual su presencia, lo único que yo podía hacer era observar, sumisa como destrozaba mis pertenencias que se encontraban en la habitación... quizás en mi corazón solo había espacio para aquel desgraciado fantasma porque cuando alguien deseaba ocupar un espacio el despiadado no se lo permitía, era como si los espantara sin piedad.
Desde entonces pasaron dos martes que no vi a Stefan, esto causaba en mí gran preocupación... era el cuarto martes de invierno; salí a esperar a Stefan con la esperanza de que volviera cuando de pronto veo sobre el tronco en que solíamos sentarnos; debajo de una pequeña roca, una carta de despedida. Él se había marchado para siempre y jamás le dije lo importante que fue en mi vida... tome la piedra que sostenía el papel lleno de melancólicas palabras y la tire con gran fuerza al fondo del río. Con amargo arrepentimiento me sentía, jamas había deseado con gran ansias regresar el tiempo. El llanto era mi único compañero, luego de que mi Stefan se fuera...
El invierno congelo aquella vez mis alas, no permitiendo que siguiera alzando el vuelo que con ayuda de Stefan una vez había logrado alzar.