Por las noches era difícil que durmiera; ruidos y el llanto nuevamente de la chica no me lo permitían, hasta que llena de ira derribe las cadenas oxidadas que mantenían cerrada la misteriosa puerta, la habitación guardaba un piano pero algo más se encontraba era la joven a la que escuchaba llorar... estaba en una silla de ruedas solamente me observo con una mirada melancólica y salio de la habitación la seguí hasta la playa y pude ver cuando se levanto; se dirigió al mar y desapareció entre las olas...
Al amanecer creí que todo fue un sueño pero al ver la puerta de la habitación abierta me convencí que todo había sido real...
Tome un plumero y comencé a quitar el polvo que cubría al viejo piano, por un instante creí haber olvidado tocar pero estaba equivocada... las horas pasaron mi corazón latía de felicidad al saber que las hermosas notas sonaban tan perfectas y no por ser un piano costoso sino porque yo podía lograr hacer manar estas lindas armonías... por primera vez me sentía feliz; hacia mucho tiempo que no me sentía de tal forma...
Al terminar de tocar tome el plumero; limpie las habitaciones, cada espacio de la casa hasta dejarla impecable y al pintar las paredes desgastadas el fantasma que me atormentaba quiso impedirlo pero no pudo lograrlo...
Al anochecer mientras dormía los desgraciados fantasmas llegaron quisieron sacar la felicidad que incrusto la música en mí, comenzaron a arrojar los objetos de mi habitación pero armada de valor abrí las ventanas y puertas; los eche, por fin de mi lado, no fue fácil porque mientras luchaba para sacarlos dejaron en mí cuerpo muchas heridas... Al librarme de ellos; al amanecer la luz del sol irradiaba cada espacio de la nueva casa que quise hacer para mí...
Ahora era libre de cualquier desgraciado fantasma, libre como una pequeña ave.
Quizás mañana quieran volver los viles fantasmas a mi vida pero de una cosa si estoy segura, jamas les permitiré hospedarse...