En esa esquina dejaré miles de sabores, Pero ninguno como el tuyo y el mío. Tú con tu vainilla francesa, y yo, Con mi delicioso chocolate belga.
Ambos son europeos, pero nada que ver Con nosotros, con el sentimiento de saborear La combinación de ambos en uno solo, En un solo día, donde nos sentamos uno al lado del otro en un silencio absoluto.
Allí, con nuestras manos bajo la mesa, Nos decíamos los sueños, sin saber el futuro, Un futuro tan pasajero que no nos dimos cuenta En qué momento pasaba el tiempo.
No pudimos detener las manecillas, sí, ellas, Aquellas que pasaron volando sin detenerse, Sin observar que nuestro sabor se derretía, Se mezclaba en uno solo, y por siempre, Quedaría congelado a nuestro regreso.
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