Mi garganta me arde, quema. Cada respiración es una tortura, el viento frío me desgarraba tanto por fuera como por dentro. Mis piernas protestan de dolor más y más. Mis músculos se tensan con cada movimiento. El crujir de las ramas que voy rompiendo delatan mi ubicación. Pero no importa, lo único que se es que debo seguir corriendo, porque, si no lo hago, será mi fin, terminare igual que ellos. No quiero. Las lagrimas comienzan a brotar una vez más. Tengo miedo, mucho miedo. Comienzo a recordar la cara de mi madre hace solo unos minutos, y su ultima palabra “huye”. Y lo hago, lo estoy haciendo, pero no se si pueda continuar. El frio cala mis huesos, la adrenalina se esta yendo de mi sistema. Estoy cansada y ya no puedo correr.
Delante de mi solo puedo ver arboles y una delgada capa de nieve que irá aumentando en las próximas horas. La luz se ha ido, y no recuerdo en que momento fue, no se si fue cuando comencé a correr o antes de eso. No lo sé. Y no me importa.
A lo lejos veo un árbol marcado de un rojo lumínico, un rayo de esperanza asoma, se que estoy cerca del puente que mi familia construyo, si logro pasarlo estaré bien. Obligo a mis piernas acelerar más, necesito llegar. Voy girando alrededor de los arboles intentando perderlos, pero en vez de eso tropiezo con una raíz. Caigo y golpeo mi quijada, mi visión se vuelve borrosa, el dolor se esparce y me sofoca. Saboreo la sangre en mi boca. La cabeza comienza a doler, me obligo a ponerme de pie, pero vuelvo a caer, todo da vueltas. Y mi corazón se para por un momento cuando los escucho.
- ¡¡Ahí está!! – grita uno de ellos, reconozco su voz, se quien es, el amigo de papá y la persona que corto la garganta de mi madre.
- Rich es solo una niña – le ruega Sara, la única persona en todo el pueblo que intento ayudarnos, la mujer que me ayudo a huir.
- ¡¡Cállate!! Tienes suerte de que no te hagamos lo mismo que ellos por ayudar a esa cosa.
Su amenaza me llena de rabia. Quiero golpearle, quiero hacerle lo mismo que él hizo a mi madre. Pero no puedo, no puedo hacer nada contra él. Huir es mi única opción, me arrastro por unos centímetros hasta poder recuperar el equilibrio. Cuando me levanto y comienzo a correr, otra vez vuelvo al suelo.
Pero esta vez es porque me han derribado.
Siento como esta persona me envuelve en sus brazos, el aire se escapa de mis pulmones, jadeo y pataleo intentando liberarme de esta monstruosa fuerza. El pánico se apodera de mí.
- Maldito monstruo, quédate quieta – murmura con ira mi captor.
Lo único que puedo hacer es retorcerme y chillar en busca de mi liberación. Él me estampa contra el suelo y retuerce mis brazos, comienzo a gritar.
Las lágrimas, mocos y sangre se mezclan en mi rostro, hasta que comienzo ahogarme por los mismos. Escucho los pasos de alguien más, y sé, que es mi fin. No pude escapar, ellos harán lo mismo conmigo.
No quiero. No quiero. No quiero.
De pronto la abrumadora fuerza que me tenía inmóvil se va. Me levanto lo más rápido que puedo, y veo como dos siluetas están forcejeando en el suelo a solo un metro de mí.
Mi corazón se inunda de un sentimiento inexplicable cuando diviso a Sara. Es la mujer más leal que he conocido, ella forcejea con el hombre que me tenía presa.
- ¡¡Corre Emma. Corre!!
Me doy cuenta de que tendría que haber estado corriendo. Hago lo que ella me dice y corro.
Volteo mi cabeza y la veo a ella debajo de ese hombre, la luz de la linterna ilumina su rostro cuando es forzada a levantarlo, él la sostiene del cabello y tensa su cuello. Se lo que va a venir después. Sara me sonríe, y dice algo que no puedo entender, después el cuchillo de ese hombre le desgarra la garganta. Ella comienza a escupir sangre, ahogarse con ella.
Cierro los ojos y me impulso otra vez, ahora voy saltando entre las rocas y raíces, hasta que al fin llego al puente. Comienzo a cruzarlo, el viento azota mi cara. Cuando al fin logro estar del otro lado, ya no tengo fuerzas, no puedo correr más. Por donde vine veo las luces de las linternas.
Me apresuro y tanteo una de las esquinas del puente y al fin encuentro la manija que buscaba, jalo de ella con las ultimas fuerzas que me quedan, y después de unos segundos el puente comienza a caerse, se desmorona y ya no hay nada que conecte este lado con el de ellos.
Sonrió, pero no me siento feliz.
Le doy la espalda al lugar en el que crecí, y a las personas que me arrebataron todo.
***
No sé por cuanto tiempo he caminado, tengo hambre, sed y mucho frío. Mis dientes castañean sin parar. Huelo fatal, la sangre se ha secado en mi rostro. Estoy cansada y tengo sueño, pero se que si me quedo dormida moriré por el abrumador frío, necesito encontrar cobijo pronto, ya que no siento los dedos de mis pies.
Intento envolver mi cuerpo con mis brazos con la vana esperanza de reunir un poco de calor. Sigo caminando mientras intento que mis piernas no se queden enterradas en la nieve. Miro al cielo y no veo ninguna estrella. Y solo ahora me doy cuenta de lo sola que estoy, me siento vacía, quiero que el tiempo regrese unas horas atrás, cuando todo seguía igual. Cuando mi madre peinaba mi cabello y me daba una taza de chocolate, cuando despedimos a mi padre que iba al pueblo a comprar unos ingredientes para el pastel que íbamos a preparar todos juntos, cuando mi hermanito comenzó a llorar por haberse lastimado la rodilla, cuando mi madre nos aseguraba de que a papá se le había hecho tarde y que el regresaría.
Cómo me gustaría regresar antes de que todo esto pasara.
Pero esto solo es un deseo vano, algo que no va a suceder por más que quiera. Las lágrimas salen, pero son pocas, creo que me estoy secando. Las ramas se rosan entre sí por el viento, creando una especie de música, de cierta forma me agrada, por lo menos tengo algo más que escuchar que no sea mi forzosa respiración.
La nieve ha aumentado y me es más difícil seguir caminando, mis piernas se unden en lo profundo de esta cobertura blanca. Debo levantar mi rodilla hasta mi pecho para seguir caminando, y duele por lo entumecida que estoy, noto como el frío me afecta cada vez más. Me aferro de los árboles para sacar mis piernas de la nieve y seguir caminando.