Sabia desde un principio que no podía pasar desapercibida tanto como me gustaría, pero también debería de resultar exagerado para cualquiera que todo un salón fije su mirada en la nueva especie que ha entrado al zoológico.
O tal vez no.
Piénsalo Emma, eres como una jirafa en medio de la jaula de los leones.
Sacudiendo distraídamente mi cabeza, evite cuidadosamente cada ojo indiscreto en mi cuerpo, y fije mi meta en la solitaria mesa al lado de la ventana. Cuando me senté los murmullos comenzaron una vez más, pero esta vez, tenían un matiz diferente.
Suprimí el hormigueo que comenzaba a extenderse por mi piel, por mas curiosidad que tuviera sobre lo que susurran no debería inmiscuirme.
Se normal Emma.
Con una profunda respiración logre calmar esa sensación, pero tal vez hoy me levante del lado equivocado de la cama, o quizá simplemente el mundo no puede ver vivir tranquilamente a un bicho raro como yo.
Una sombra se había proyectado en algún momento sobre mí.
Levantando la cabeza mis pupilas se encontraron con un par azul. Inesperadamente, lo primero que llego a mi cabeza fue la imagen de las playas de Miami, a las que una vez fuimos como una escapada con mis amigos de New York, aun recuerdo como Will tubo que pedir permiso por tres días y prometer muchas cosas a Laura y Roth antes de que me dieran permiso, y aunque no estaba tan emocionada en un principio, en el momento en que mis ojos vieron el basto mar, quede cautivada.
Lamentablemente, ese sentimiento reencontrado se hizo añicos cuando las pupilas azules mostraron un dejo de burla.
- ¿No me escuchaste? -hablo el grácil león que hace unos minutos pensaba podía dirigir un grupo de modelaje- Quítate, estas en mi asiento.
Siempre había pensado que la gente de este lado del mundo era un poco mas amable, o por lo menos con mas modales, por lo menos así eran las personas que había logrado conocer desde que nos mudamos, pero parece que para todo hay excepciones.
Con mis labios torcidos, sin querer ocultarlo hice un gesto exagerado de mirar alrededor del asiento, cuando terminé entrecerré los ojos y lancé una mirada desafiante hacia el león que parecía cada vez más impaciente.
- No veo tu nombre -dije mientras me recostaba lánguidamente.
Inmediatamente, sentí como la melena del león exploto. Alce una ceja preguntándome que tan poco temperamento debería de tener para explotar por tan poco.
¡Tks!, un buen rostro arruinado por una mala personalidad.
- Parece que ha llegado una “gran” dama a nuestro instituto -dijo mientras su rostro se acercaba lentamente al mío, en un gesto que nadie pensaría como intimidad- Puedo enseñarte algunas reglas no escritas que te ayuden a mantenerte viva hasta la graduación.
Siempre he sabido que mi constitución es diferente a la mayoría de las mujeres y nunca me ha molestado ser considerada grandota por mis fuertes brazos y piernas, es algo a lo que me acostumbre con el tiempo, por lo que su significativo “gran” no me impresionó ni un poco, pero tal vez este chico tenía verdadero talento en pronunciar palabras que podían dar en la diana.
A pesar de saber que sus palabras no tenían ninguna amenaza real, que solo era intimidación entre adolescentes, nunca había podido controlar la reacción de ese hormigueo ante una leve amenaza.
Sentía como las puntas de mis dedos comenzaban a temblar en anticipación.
En un arrebato, me levante bruscamente, casi estampando esa bonita cara contra mi cabeza. Dando un paso adelante, sujete bruscamente su bien arreglada camisa acercando una vez más nuestros rostros.
- Adelante, te escucho cariño -me encontré hablando como un gamberro, estoy segura de que, si Will me escuchara, estaría saltando de felicidad al ver cuanto ha influenciado en mí.
No se puede evitar, tenia que encontrar la forma más inofensiva de defenderme y evitar una reacción aun peor. Por supuesto, no podría decir que mis acciones eran realmente inofensivas, pero funcionó.
En el momento en que vi la sorpresa reflejado en esas pupilas la inquietud bajo mi piel se calmó y con ello me encontré sin saber que hacer con mis manos. Torpemente desvíe mi mirada y justo cuando afloje mi agarre de esa obvia costosa camisa, otra mano se interpuso entre nosotros.
Dando un paso atrás mis ojos se encontraron con el otro león. A diferencia del primero, este tenía dos gemas verdes, como esmeraldas brillando con estrellas doradas dentro de él, atrayéndote a caer en su gentil mirada.
- Lo siento, creo que mi tonto hermano ha sido lo suficientemente grosero como para merecer una paliza, pero aun así creo que podrías arreglarlo con una disculpa -a pesar del obvio intento de alejar de los problemas a su hermano, este león tenia un temperamento más gentil y racional.
- Ah, no… descuida, yo también me exalté por muy poco -dije mostrando una ligera sonrisa y dando un paso atrás, mostrando claramente mi intención de terminar esta tonta escena, ya que, tardíamente pude sentir como varios pares de ojos veían con diversión el drama que se estaba desarrollando de este lado.
Volviendo a sentarme lance una ligera mirada hacia el frente del salón, asegurándome de que el maestro aun no haya entrado y visto esta absurda escena el primer día de clases.
Que memorable primer día.
Gemí por dentro, porque sabia que esta escena se me perseguiría por bastante tiempo, solo ver a esos dos orgullosos leones es suficiente para darme cuenta de quienes son los chicos populares a quien todos siguen.
Afortunadamente, los murmullos cesaron cuando el maestro entro, fue como el director de un teatro, cerrando al fin las cortinas para acabar con el acto.
Sin poder evitarlo las esquinas de mis ojos siguieron los movimientos de esos dos leones mientras se sentaban en el otro extremo del salón, tal vez demasiado consciente de su entorno, el león de ojos azules capto mi mirada y soltó un bufido.