Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo cuatro

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

𝐆𝐈𝐎𝐕𝐀𝐍𝐍𝐀

◣◥◣◥◤◢◤◢◣◥◣◥◤◢◤◢

Suspiro melancólica mirando un poco las cosas en mi casillero, siento como alguien me empujo logrando que me golpee un poco con la puerta del casillero, observo a la chica que siempre me ha hecho daño por el simple hecho de que Abdel nunca le hace caso a ella.

— ¿Estás lista? — Aparto mi vista con lágrimas de mi casillero y Abdel las limpia con su mirada típica de enojo. — ¿Quién te hizo daño?, ¿quieres que lo mate?

— No es nada, solamente las fotos me dan sentimiento y el tener que dejar todo esto atrás. — Gruñe un poco al saber que miento, deja a un lado eso y se propone a mirar nuestro alrededor. — ¿Qué te he dicho sobre esos arranques?

Su mirada se dirige a mí de nuevo, algo que agradezco con una sonrisa.

— También me dejarás a mí por lo que quieres, ya no importa lo que haga. — Suspiro mirando su rostro, sus ojos me miran y solo hay tristeza en ellos. No pensé que a alguien en serio le fuera a importar que me iría, aunque siendo Abdel no es de sorprenderme.

— Te dije que te contactaría todos los días, yo no pertenezco aquí y tú sí. — Gruñe enojado. — No gruñas así te he dicho que es una falta de respeto.

— Lo sé.

— Siempre dices eso, Abdel.

— Sabes, tú siempre eres de saber todo, pero hay algo que no sabes.

Lo miro con más atención, sus palabras a veces son muy confusas para mí, por lo que únicamente guardo silencio, pero esta vez no quise guardar silencio.

— ¿Qué cosa es?, dímelo.

— No. — Ríe al ver mi rostro, siempre le he dado risa cuando me enojo, agarra las cajas en donde guarde mis cosas y comienza a caminar. — Solo enojarte te hace ver tierna, eres terrible enojándote.

Camino delante de él ignorando por primera vez los códigos, mi inseguridad comienza a apoderarse de mí cuando personas me miran y comienzan a murmurar cosas por mi atrevimiento.

Suspiro agachando mi rostro sin poder hacer nada como siempre, ninguna cosa es nueva en mi entorno, todo me hace daño.

Salimos de la escuela y alzo mi rostro mirándolo, trato de aparentar que aquellos comentarios no me dañaron, cuando estoy en lo cierto de que me hicieron trizas por dentro.

— Soy terrible enojándome, ¿cierto? — Asiente golpeando mi débil orgullo. — Bueno... no sé enojarme, pero si sé algo que te va a doler. Ya no abran más galletas.

No dice nada, aunque me mire con seriedad, nada más me ayuda a subir a su camioneta.

— Sabes...

Las risas se escuchan de las que siempre me hacen daño y guardo silencio, cobardemente me dejo llevar por mis pensamientos llenos de cuestiones sobre mí, no creo que nadie más aquí se sienta como yo.

☽♥︎☾

Agarro un costal de harina y le tiró poca encima a Abdel, corro agradecida de su idea para hacerme sentir bien. Las galletas son algo que me distraen de mis pensamientos mientras cocino.

— Ahora corre porque comeré conejo. — Trago saliva, su voz furiosa es algo que no puedo tomar a juego, por lo que comienzo a correr en el pequeño departamento.

— Por favor...— Niega, siento como tira de mi brazo jalándome a él y caemos al suelo juntos quedando yo debajo de él. — Por favor, déjame vivir por hoy.

Agarra con fuerza mi cintura, mi colita esponjosa sale por los nervios, el miedo que comienzo a sentir al ver como su mirada se llena de un brillo lila es algo que me impacienta, sé lo que eso significa.

— Lo siento, declinó esa oferta. — Gruñe asustándome aún más, su mano pasa por debajo de mi espalda tocando mi colita esponjosa. Sonríe enseñándome por primera vez sus filosos colmillos de Alpha que me congelan.

— Siempre he tenido curiosidad de tocar esa esponjosa colita que noto que te sale cuando sientes nervios, que provocara esto. — Cierro mis ojos comenzando a respirar con pesadez, él sabe lo que me provoca.

— A-abdel... no es bueno seguir. — Balbuceo, me mira a los ojos con una gran atención y tiemblo por la sensación de placer que se expande por mi cuerpo.

— ¿Qué harás?

Niego, su respiración se siente en mi cuello, por lo que asustada decido hacer lo mejor para mí en ese mismo momento.

— Giovanna, sal de donde estés.

De tan solo pensar en lo que pudo pasar si no me transformaba, escucho como suelta un gruñido acercándose más a dónde estoy y trato de guardar la calma. Mi nariz se agita por el miedo que siento dentro de mí.

— Puedo encontrarte con mi olfato, digamos que tu aroma es demasiado dulce para mí... — Hace una pausa que acaba con mi paciencia.— Como a ricos melocotones.

Brinco un poco hacia atrás cuando sus pasos se detienen, cierro mis pequeños ojos.

— Te doy tres para salir pequeña conejita. — Trato de confiar en que nunca me encontrará. — Uno... para la cuenta de... Tres...

Abro mis ojos por el aire que siento cuando el sillón desaparece, soy atrapada por él mientras tapa mis oídos para que no escuche el sonido del mueble.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.