Mi dulce de melocotón; Libro uno (ver.2022)

Capítulo once

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Quería esconderse entre los brazos de su Alpha, sentía miedo, todos los miraban, estaba sofocada en un pánico total. Su autoestima nunca ha sido buena, y el que algunos rían y la miren no ayuda a su estado actual, escuchaba cada cosa que dicen sobre ella y por ver que está de la mano del Alpha.

Sabía que no había sido buena idea haber ido con su Alpha a esa "cita", en ese lugar, en una manada donde juzgan a todos por no estar en sus estándares.

Quería ser normal y salir sin miradas, pero no podía. Todos la odiaban sin razón aparente y solo por ser coneja. ¿Por qué su especie es odiada? No comprende por qué tanto odio a una especie que no se mete demasiado con más fuertes a su rango. Lo que ella no entiende es que siempre los más débiles como los conejos terminan siendo pareja de un Alpha, todos envidian esa suerte bruta.

— Tranquilízate, la película ya acabará. — Trato de calmarse, suspiro nerviosa al escuchar de nuevo esas burlas, podría ser paranoica, pero no se sentía tranquila con eso.

Su Alpha la miro con una mirada suave, quería que su conejita estuviera tranquila y que no le importara lo que otros decían de ellos. Sabía que tendría que poner sanciones contra la discriminación de especies, y castigar fuertemente a algunos en esta misma sala, recordándoles lo que le hicieron a su conejita.

La observo salir del lugar tratando de tapar su rostro entre sus manos y gruño con fuerza, causo que todos en la sala se congelaran y fue hacia la primera persona que dijo algo indecoroso contra su Luna, le dijo su sanción y como iría por él. Lo aventó sin importar que pasara con ese asqueroso ser y salió en busca de su amada que sollozaba en una esquina.

— ¿Qué sucede? ¿Estás bien? — Ambos sabían la verdad, su Luna estaba sufriendo por dichos comentarios. Para él eran estúpidos, pero no comprendía por qué siempre a su conejita la terminaban hiriendo con eso y aun así trataba de ser comprensible para ayudarla.

La sostuvo en sus brazos, envolviéndola en estos, queriendo que su conejita dejara de sentirse insegura a su lado.

— Se estaban riendo de nosotros, sabía que era mal idea esto, no debí de creer en tus palabras. — Abdel gruño con molestia, se sentía inútil por no poder hacer mucho, quería quemar el lugar, sus profundos instintos lo golpeaban porque su pareja estaba siendo dañada y él no lograba ayudar.

— No debes de hacer caso a seres sin utilidad de vida. — Beso, el rostro de su conejita, quería mimarla y tenerla escondida de todos, solo para él. — No debes de darle importancia, ¿quieres que los mate? ¿Quemo el lugar para que te sientas mejor? — Eso hizo sentir mejor a Giovanna que sonrío mientras Abdel limpiaba sus lágrimas. Algunas personas miraron con terror al Alpha, luego observaron a la pequeña coneja. ¡Esa era su Luna! Algunos no les gusto enterarse de esa forma tan acaramelada y sádica.

— No, eso está mal. Prefiero solamente ir a casa contigo. — Muchos alrededor soltaron el aire retenido en sus pulmones, no sabían que su nuevo Alpha era tan sanguinario como para matar a alguien que hiciera daño a la Luna, por lo que aseguraban tener cuidado de lo que hicieran.

Sabían que ahora no tenían que meterse con la Luna del Alpha, sería una muerte demasiado cruel.

— ¿Segura? — Miro a su alrededor asegurándose que lo miraran. Quería matar a cada alma sin rumbo en ese lugar por hacerle daño a su linda conejita de ricos melocotones. Su aroma lo desquiciaba y era algo que no ocultaba.

Giovanna asintió queriendo salir de ese lugar lo más rápido posible. Odiaba que la miraran para solo juzgarla. Salieron por la salida de emergencias, quería estar lejos de las miradas con rapidez, no volvería al lugar nunca más.

La cargo en sus brazos y bajo sus manos por el hermoso y perfecto trasero de su Luna, era solo de él, esa posesividad en su interior era demasiado dominante cuando se trataba de su conejita.

— Alto ahí vaquero. — Escucho la risa de su Alpha, estaba provocándola y él sabía lo que hacía. Aún no se sentía lista como para ese gran paso, pero sabía que en cualquier momento su calentura terminaría cediéndole paso a su Alpha.

— Vamos, seré un vaquero sexy.

— No lo dudo...— La agarro con fuerza, se sonrojó por la mirada de su Alpha en ella. Le robo un beso, le gustaba ver las expresiones de su conejita cuando hacia tal cosa.

— Es bueno que no lo dudes, mi melocotón. — Paso mechones de cabello por la oreja de su hermosa coneja, la observo con ilusión como si ese momento fuera de su imaginación. — Que tal si eres mi conejita sexy por esta noche, este vaquero quiere domarte. — Susurro en su oído, sintió el pequeño cuerpo de su conejita estremecerse y sonrió inflando su pecho de orgullo.

— Podríamos ir a casa. — Murmuro con delicadeza, el corazón de su Alpha se saltó latidos mientras observaba a su linda conejita.

Era solo de él, era su conejita de ricos melocotones.




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